viernes, 27 de mayo de 2016

NUESTRA CULTURA POLITICA Y CIUDADANA

NUESTRA CULTURA POLITICA Y CIUDADANA
Ovidio Roca
El modo en que vemos y experimentamos las cosas condiciona nuestra manera de pensar y es así que durante el transcurso de nuestra vida poco a poco, se va modelando nuestra conducta social y política. 
Bolivia es un país que se encuevó en los cerros y las minas, en el corazón del continente americano dedicándose a la explotación extractivista de los recursos naturales y de los indígenas andinos. Un país manejado por una clase dirigente que se olvidó de las costas marítimas, aun antes de que Chile decida en su marcha hacia la conquista del Perú anexarse al paso la costa boliviana; con esta actitud, en la práctica fue siempre un país mediterráneo.
Un país mono productor, lejos del flujo del comercio internacional, la industria y las ideas, un país con gran población indígena presa de una cultura de sometimiento al líder, y ello desde las épocas el incario hasta las actuales del pongueaje plurinacional.
Así como la clase dirigente vivió de la explotación de los minerales y la mano de obra indígena, la clase media urbana en la sede del gobierno, lo hace del empleo estatal y de los recursos y privilegios que se pueden obtener del aparato del Estado. 
Los otros pueblos, los que están aislados del complejo minero y del Estado central, no existen y se las tienen que buscar por sí mismos en la precaria agricultura y artesanía. Otros, con mayores habilidades mercantiles se dedican en grupos masivos al comercio informal.
Con el Estado plurinacional se agudiza el Populismo, al que se proclama como el gobierno del pueblo y de los indígenas, pero manteniéndolos aparte y mientras más lejos mejor. Un Estado populista que ha sometido a todos los poderes Republicanos  a su voluntad (legislativo, judicial, electoral, más la policía y ejército). Que maneja discrecionalmente a las instituciones del Estado, eligiendo a los funcionarios por su adhesión política y no por su mérito e idoneidad para el cargo. Que reparte prebendas, pegas públicas entre sus seguidores, en un ambiente de discrecionalidad, coca,  narcotráfico y otorga impunidad total a las personas y grupos fieles al líder.
Un pueblo que profesa la cultura del populismo quiere un Estado que le conceda bonos y prebendas, pero que no le exija ninguna formalidad. Se ama al Estado que nos da la posibilidad de comer sin tener que trabajar, que nos atiende cuando estemos enfermos y que castiga a los empresarios, a los neoliberales, a los ricos explotadores y les expropia sus empresas.  
De ninguna manera nos gusta que nos cobren impuestos y tampoco que por presiones internacionales e imperialistas, se controle el contrabando, el comercio informal y se limite la coca y el narcotráfico.
En este ambiente y con esta experiencia, el pueblo mantiene una absoluta desconfianza a las leyes y a las autoridades encargadas de hacerlas cumplir, y para poder sobrevivir establece como  estrategia de vida la informalidad. Informalidad en todas sus actividades, buscando alejarse de la burocracia estatal extorsionadora. Como su principal fuente de financiamiento utiliza los recursos que vienen del exterior para ser blanqueados y aquellos generados por el narcotráfico; estos son recursos millonarios y no figuran en las cuentas nacionales.
Además, por la precariedad en su actividad todo lo hace sin el mínimo cuidado por las normas de respeto con los consumidores y el medio ambiente, pues su objetivo en este mundo de inseguridad es el lucro inmediato.
Por lo general se tiene muy poco respeto a los derechos de terceros y el cumplimiento de los deberes, es inexistente. Cuando personalmente se cuestiona a los miembros de los grupos corporativos por su incumplimiento de las leyes nacionales, ellos responden: esas son tus leyes no las nuestras. En realidad las que asumen como suyas son códigos sindicales y grupales, informales pero efectivos.
Esta práctica social a lo largo del tiempo genera en el pueblo un conjunto de creencias cuya base generadora es la  conveniencia y la supervivencia y con esto, la informalidad crece y se masifica y el empleo informal ahora es mayor al setenta por ciento.
Los grupos y movimientos sociales en su práctica diaria, no reconocen los derechos humanos de los demás, aunque reclaman por los suyos. Entre los derechos más violados está el de la libre circulación, ya que la cultura del bloqueo forma parte del quehacer cotidiano y explotar dinamita es parte de nuestra identidad. Otro derecho liberal, el de la libre expresión, es muy poco reconocido y menos para los opositores y libre pensantes.
Encuestas realizadas y publicadas en la prensa, muestran que los bolivianos perciben sólo tres derechos como importantes: los derechos a la vida, al trabajo y a la educación. Otros derechos como los llamados políticos y los de la propiedad privada, no concitan su interés.
La actitud típica de los grupos corporativos, es desconocer las leyes y no acatar una decisión de la autoridad. La lógica es que cuando se tiene el poder no es necesario respetar al otro y peor si es un opositor. Se tiene la firme convicción que la autoridad es poder total y absoluto, por ello se le mete nomas y que luego arreglen los abogados.
 Como producto de nuestra experiencia y de nuestra educación, en nuestra mente tenemos dos mapas: el del modo en que son las cosas, o las realidades y el mapa del modo como deberían ser, o los valores.
Para avanzar como país y como sociedad democrática, necesitamos de valores y establecer un adecuado ambiente social, público y familiar. Un niño actúa por lo que ve en su familia y su entorno y no por lo que sus padres le dicen, por tanto el retorno a los valores es fundamental para la convivencia en una sociedad democrática: la familia consolidada, el Estado de derecho, la vigencia de las leyes, el respeto al otro, la exigencia de meritocracia en las instituciones y la educación integral, entre otros, sigue siendo la receta.
ovidioroca.wordpress.com


No hay comentarios: