martes, 16 de agosto de 2022

LA VIDA CUANDO TODO ERA NATURAL Y APACIBLE A ESTOS TIEMPOS DONDE TODO CAMBIA Y ACELERADAMENTE.

 

Ovidio Roca

El periplo desde el carretón al avión.

Me crie en el campo, durante los años cuarenta y en la Estancia San Lorenzo cerca de Montero Hoyo Departamento Santa Cruz, que estaba en medio monte y a orillas del Rio Guapay. Allí el transporte se realizaba con carretones con bueyes, los viajes a caballo y nos alumbrábamos utilizando velas de sebo.
En esos años de la época de mi niñez, vivíamos, felices y contentos en la Estancia, poco conocíamos lo que ocurría a pocas leguas de allí y nuestra vida transcurría apaciblemente formando parte de la vida natural, del entorno, con animales, pájaros, bichos y montes.

Yo había aprendido a montar a caballo, hacer hondas, solo la palca pues el resorte lo traían del pueblo. Como nos alumbrábamos con velas de sebo aprendí como se las fabricaba, desde sacar el sebo de las tripas de la vaca y derretirla. Fabricar Jabón de lejía y también el Charque y usar la honda para espantar a los suchas.
Hacer azúcar baya con el caldo de la caña molida en el trapiche, luego a hervir en la paila y a la horma de barro greda, sellada por arriba con greda y con un hueco por abajo para que escurra el barreno. La práctica educativa se manejaba con cariño y colaepeji.

Preparar la comida era fácil, pacumuto en las brasas de todo lo que corre, nade o vuele y diariamente el infaltable locro y majau de charque y frutas de los diversos árboles y plantas.

En los últimos años de la Estancia, conocimos la radio y escuchábamos en ella la BBC de Londres, música y noticias de lugares y países que no conocíamos, ni sabíamos nada de ellos.

Tiempo después deje la Estancia y nos fuimos al pueblo para que yo ingrese a la escuela y me civilice. Allí pude conocer la luz eléctrica, solo durante tres horas en la noche, algunos jeeps y camiones y los zapatos manaco, más duros que las abarcas. Las calles eran de arena y aún no había agua en las casas por la que tenía que ir a comprarla a la vecina que tenía un noque. El agua de las norias estaba totalmente contaminada.

Una época donde los cambas futres, entre ellos recuerdo a mi abuelo Crisanto, en la tarde se ponían sus sacos de lino blanco e iban a la Plaza Principal para escuchar la radio Electra, por un altoparlante colocado al lado de la Pascana y asistir también al espectáculo, en la vereda de la Catedral y durante las ventoleras, de los calzones marca gallo.
Luego me traslade y viví en la llajta, donde conocí el tranvía, agua y luz en la casa, calles asfaltadas y hermosas plazas y avenida. Después Buenos Aires la gran potencia cultural y económica de esa época, la que se enriqueció vendiendo alimentos al mundo que tenía su a
gro economía destrozada por dos guerras mundiales, y luego para las Europas. Por razones diversas, viví dando saltos cuánticos e históricos.

Siendo adolescente, cuando ya vivía en la Llajta, tuve la oportunidad de viajar por los ríos del Beni y conocer tiempos históricos de tribus, aún más primitivas de las que ya había conocido. (Ver: Vida cotidiana de los Chimanes, publicada en este blog).

Ahora en el siglo XXI vivimos un mundo totalmente diferente, los niños prendidos al celular y cuando quieren algo para comer no usan la honda y las brasas, sino que con un guasap piden que un delivery se los traiga.

El conocimiento y las noticias que antes se la recibía de los viajeros que pasaban por la estancia y de los viejos, tanto durante el quehacer diario y especialmente en las noches cuando la gente se reunía para charlar y contar historias. Esto ahora se lo consigue en solitario y sin necesidad de reuniones y charlas, solo preguntando a la señora google que les da la respuesta en segundos.

ovidioroca.wordpress.com

 

 

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