martes, 29 de diciembre de 2020

EL INSTINTO, EL SENTIDO COMUN Y NUESTRA SUPERVIVENCIA

 

Ovidio Roca

Los seres orgánicos, en procura de su supervivencia se movilizan permanentemente buscando mejores lugares para vivir; para la especie humana y gracias a su gran capacidad de adaptación esta búsqueda no tiene límites geográficos y así logró expandirse por todo el planeta hasta conquistar los cinco continentes.

Los primeros migrantes humanos fueron ambientales y en la actualidad lo hacen huyendo de problemas generados por la misma humanidad: conflictos armados, inseguridad y miseria; tres factores que se repiten y agudizan cuando se vive bajo un sistema totalitario comunista.

Actualmente vivimos tiempos tormentosos, pues además del conflicto económico y político, estamos golpeados por el cambio climático y por las pandemias y aun no encontramos nuevas formas de trabajar, de vivir, relacionarnos y convivir.
Este es un nuevo mundo y todavía no descubrimos la forma de adaptarnos a él; la población permanentemente angustiada se deja llevar por sus instintos, sus frustraciones y deja de lado el pensamiento racional y se acoge a lo instintivo; surgen los conflictos de territorio, materias primas, de raza, de género y se agazapa para protegerse mientras desaparece la organización y convivencia democrática del ciudadano y retornamos a la tribu y al Caudillo populista.

En Latinoamérica se conforman nuevas formas de dominación, los regímenes del Socialismo del siglo XXI o Castrochavismo detentan el poder con impunidad, por encima del rechazo popular y de las crisis que han causado; de los Narco Estados que han implementado y administran y de las conspiraciones regionales que promueven.
Los masistas y políticos andinos han venido lucrado del centralismo y el populismo y no pretenden soltarlo; por su parte las víctimas y opositores han demostrado no entender que su tarea es unirse y recuperar la democracia, pues con su falta de unidad fortalecen la dictadura. Les falta el sentido común.

 El modelo populista y centralista concibe que la  actividad económica, es asunto de los gobiernos, especialmente de su gobierno y no de los empresarios e innovadores. Ellos creen que es el Estado el que debe producir y eventualmente autorizar qué se produce y cómo, en lugar de eliminar los obstáculos que la burocracia pone a la iniciativa individual. Este es un modelo estatista, centralista y populista que ha fracasado en todos los países y si queremos progresar, el camino es cambiar hacia un modelo liberal, un modelo que confía en la iniciativa personal para el manejo de la producción.

Los populistas cocaleros en el gobierno y con mucha plata, que les cayó de arriba, realizaron inversiones millonarias sin ningún criterio de eficiencia y rentabilidad, pues ni la plata ni el riego son suyos. Para estos burócratas populistas todo es ganancia, empezando por los sobreprecios y comisiones que reciben por las compras.

Entre las variadas inversiones fallidas que realizaron en Bolivia, por cientos de miles de millones de dólares, podemos mencionar la de la Planta de Urea con un costo de mil millones de dólares, localizada en un espacio cocalero cerca del Cato del Evo y donde no hay gas y tampoco conexión vial con los probables mercados y lo único que produce son perdidas.

Solo algunas industrias, las de los amigos del régimen, sobreviven bajo el Estado populista. Estas debido a las políticas proteccionistas dejan de invertir en modernizar sus plantas y se acostumbra a pedir que el gobierno le siga suministrando el mismo remedio: protección comercial y subsidios. De esta forma dejan de competir con los productos extranjeros dañando a los consumidores quienes ven disminuir su nivel de vida, cosa que siempre ocurre cuando se limitan los mercados y elimina la competencia.

Es común en los regímenes populistas, luego de su fracaso económico y cuando el país ingresa a la recesión, anunciar recetas salvadoras como la de aumentar la demanda mediante emisión monetaria y aplicar subsidios, con lo que solo consiguen aumentar la inflación. Hacen esto en lugar de dar seguridad jurídica y libertad a los emprendedores para que inviertan y aumenten la producción.

Nuestra experiencia con el Estado centralista, su burocracia y sus promesas no ha sido buena y es absurdo seguir repitiendo recetas populistas que conducen al fracaso; necesitamos otros paradigmas que sí funcionan. La mejor opción política y económica, comprobada en innumerables países, es la de un Estado Democrático Federal, un Estado eficaz y reducido en su tamaño. Esto es lo que la experiencia histórica y el sentido común nos enseñan.

ovidioroca.wordpress.com

 

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