sábado, 4 de mayo de 2013

DEL SEXO DE LAS PIEDRAS AL PARTO DE LOS MONTES


DEL SEXO DE LAS PIEDRAS AL PARTO DE LOS MONTES
La reivindicación marítima en lenguaje políticamente incorrecto.

Ovidio Roca

Forma parte de la condición humana la  tendencia de negar la realidad para evadir nuestros problemas, nuestra responsabilidad. Nos dicen los psicólogos que el uso de la negación implica la falta de esperanzas en poder cambiar la realidad objetiva y que para ello invalidamos parte de la información no deseada y luego decidimos vivir nuestra propia vida, como si aquella realidad desagradable y que difícilmente podríamos cambiar, no existiera. 

A nivel político y para el control de las masas, usamos sus negaciones, sus traumas, ese su sentimiento de indefensión y luego le encontramos la explicación, la justificación en el enemigo necesario, el que nos impide progresar: el Imperialismo, los oligarcas, los separatistas, los opositores. Los mitos nos ayudan a vivir pero sobre todo ayudan a aquellos que los exaltan demagógicamente para manejar a las masas y mantenerse en situaciones de poder.

En este contexto vale la pena revisar la actitud del actual gobierno, en relación a uno de los principales  cultos masoquistas bolivianos, la reivindicación marítima que forma parte de lo que nuestros vecinos argentinos llaman el lamento boliviano.

Mientras Chile tenía gobierno socialista, se mantuvieron las mejores relaciones y Evo fue llevado de la nariz durante cinco años por la Presidente Bachelet; no hubo ninguna disputa sobre el tema marítimo, pues eran hermanos y miembros de la misma Iglesia socialista. Olvidábanse los masistas que estaban tratando con un país institucionalizado, que tiene y mantiene políticas de Estado, sobre todo en su política internacional.

Cuando la derecha asume el gobierno, se rompe el idilio, nos enfurecemos y empezamos a asumir actitudes de sindicalista en manifestación, con declaraciones cada vez más fuertes, de aquellas hasta las últimas consecuencias. Tanto es así, que algunas personas pensaban que nos conduciría a un enfrentamiento armado o por lo menos a denunciar el Tratado de 1904.

Cuando se produce el sexo de las piedras y luego elparto de los montes, nos lo explica el Canciller David Choquehuanca: “La demanda boliviana solicita a la Corte Internacional de Justicia que falle y declare que Chile tiene la obligación de negociar de buena fe con Bolivia un acuerdo pronto y efectivo que le dé y le otorgue una salida plenamente soberana al océano Pacífico”. La gente lo escuchaba desconcertada, pues las rotundas declaraciones y amenazas anteriores no se corresponden con la tibieza de la demanda legal presentada.  

No es de extrañar pues es la misma actitud, que con pocas excepciones, hemos mantenido desde el siglo XIX.

Hace algún tiempo en el arroyo Sereboqui, conversaba con mi amigo Pukymon sobre las percepciones que tiene la gente sobre los diversos temas de la vida nacional y le comentaba que unos parlamentarios del Estado Plurinacional, ante la pregunta del periodista, de para que querían mar, le respondieron: para ir a la playa, para bañarse, para tener algunos barcos, para viajar.

Como siempre el problema está en no identificar nuestro objetivo, en este caso si queremos el mar principalmente: para bañarnos, o para tener un fluido y económico transporte para nuestro comercio exterior, o por un sentimiento de soberanía y reivindicación, o para tener un enemigo culpable de nuestros males, de nuestros problemas económicos o por todo lo anterior. Sería bueno entonces, tener claridad en lo que queremos y sobre todo aclarar si en realidad queremos una solución, o deseamos mantener el conflicto, para levantarlo cuando convenga políticamente. Esto es importante para así orientar nuestra acción.

En realidad, parece que el asunto del mar nunca se lo tomo en serio, fue una excusa, un mito más para explicar, para justificar nuestra pobreza, nuestra falta de empeño para el trabajo. Recordemos que en su momento, la toma de Cobija, Calama, de Antofagasta, del litoral, no fue tan importante como para molestar con lejanas y malas noticias, la celebración del Carnaval.

Los mitos sociales y el patriotismo, ayudan en momentos difíciles a unir a la masa alrededor del caudillo que lo invoca, en este caso el del mar perdido.
Estos mitos sociales calan más o menos hondo dependiendo de la cercanía regional con el hecho exaltado. En las épocas de los gobiernos militares, poco antes de la conquista de la democracia en los años 80. El gobierno militar de turno, buscando un símbolo que unifique a toda la población, impulso una intensiva campaña en pro de la reivindicación marítima y como toda propaganda excesiva, saturo a la audiencia y como respuesta se escuchaba, cuando los equipos de fútbol cruceños jugaban contra los del interior andino, el griterío de ¡¡collas pide mar!!.

El mar es un trauma y también una excusa para justificar lo que no pudimos conservar. Chile es el enemigo responsable de todos nuestros males, aunque no tanto como el gran enemigo necesario, el Imperio Norteamericano, que avasalla, roba, explota al pueblo, al país e impide nuestro desarrollo.

Bolivia en el Siglo XIX y hasta hace pocos años, era un país eminentemente rural y de población indígena, con una cúpula oligárquica encerrada en sus montañas y dedicada a la minería. Desde el inicio, para la exportación de la plata y otros minerales, se usó puertos peruanos como el de Arica, y muy poco su puerto de Cobija y luego de Antofagasta.

Al momento de la guerra del Pacifico la población de Antofagasta era noventa por ciento chilena y las inversiones casi totalmente de capitales ingleses y chilenos. La minería de plata de caracoles y la explotación del salitre y guano estaban en manos de empresas de capitales ingleses y chilenos, quizá con la sola excepción de Huanchaca que tenía inversiones bolivianas.

Si alguien dijera, que la pérdida del mar se debió a que estaba abandonado desguarnecido, sin presencia efectiva de población y actividad económica, boliviana en la zona; pues los empresarios bolivianos de entonces se dedicaban a sus negocios mineros y explotación de la mano indígena en la zona andina; seguro que será tildado de traidor, de enemigo de la patria.
Coherente con los interese de la minería, en el tratado de paz con Chile de 1904, se reconoce la pérdida del litoral marítimo y se conviene el libre tránsito de mercaderías y la construcción de un ferrocarril de Arica a La Paz

Hay hechos objetivos, necesitamos importar y exportar. El puerto de Arica es una de las mejores opciones, por distancia, por eficiencia en el manejo de la carga, por costos. Siempre es importante tener varias opciones y ahí están también los puertos peruanos y para la carga por el Atlántico necesitamos implementar Puerto Bush.

Los sectores económicos con conocimiento de causa deberían plantear al país, una propuesta económica para las negociaciones con Chile, sobre las facilidades portuarias y de transporte. Necesidad o no de una zona de enclave con soberanía que permita solucionar problemas legales de comercio. Vivimos en las épocas del leasing; los empresarios prefieren el uso del bien, alquilar, contratar infraestructura, inmuebles, vehículos, equipos, para realizar sus actividades y cada vez menos les interesa la propiedad.

Los empresarios deberían pronunciarse sin tener miedo de ser tildados de enemigos de la patria y traidores, pues haciendo negocios con las zonas portuarias se acercan intereses y luego se consiguen propuestas conjuntas de solución.

 Por el momento, lo que se ve es que la estrategia marítima del gobierno se orienta solo a ganar tiempo, empujado por los problemas económicos y sociales que lo están desbordando. Y lo más importante para ellos es que este trámite será largo y permitirá mantener latente el problema, para sacarlo cuando sea necesario para distraer la atención, entonces recordaremos a Avaroa y !!que se rinda su abuela, carajo!!.



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