miércoles, 30 de mayo de 2018

EDUCACIÓN Y RESPONSABILIDAD CIUDADANA



Ovidio Roca

Las ciudades y centros poblados del país son un espacio de nadie; más bien de la informalidad y donde prima la  total indiferencia de los ciudadanos, quienes siempre esperan que la autoridad tome cuenta de toda situación. Lo irónico del asunto es que aunque ellos esperan todo del Estado y son felices escuchando sus promesas, no creen para nada en las autoridades y funcionarios públicos, pues saben que con estos es poniendo: poniendo plata, poniendo votos o poniendo presión.

La situación en Santa Cruz es aún más crítica, pues es un pueblo que ha crecido explosivamente y donde la mayor parte de la población son migrantes que llegan en situación precaria. Lo problemático es que gran parte de estos nuevos habitantes no se sienten identificados cultural y emocionalmente con la ciudad; no la sienten suya, no la quieren, no la cuidan, no la respetan y menos respetan a los vecinos y residentes.

Los comerciantes invaden las calles y áreas verdes y a los pobladores al parecer poco le importa y aceptan de facto esta situación, pues los apoyan comprando sus mercancías en las calles en lugar de ir al mercado o la tienda, unos pocos pasos más allá. En otras ciudades como La Paz, Sucre o Potosí los mercados, que son manejados por las mismas personas que en Santa Cruz, son más limpios y ordenados y también más baratos; la diferencia está en que tanto las autoridades como los pobladores de esas ciudades no son tan permisivos.

Recuerdo que hace algo de veinte años se construyó un gran mercado en un pueblo camino a San Ramón y desde entonces no he visto que lo usen porque los comerciantes están asentados a la orilla de la carretera y los viajeros compran desde las ventanillas de los vehículos y luego botan las cáscaras y basuras al piso.

En cualquier ciudad latinoamericana, para no mencionar a Europa, los peatones cruzan la calle por los pasos de cebra; basta pararse al inicio y señalar que se va a cruzar y automáticamente los vehículos paran y respetan el paso de cebra y al peatón. Esto en Santa Cruz no se aplica y si lo intentamos, los conductores aceleran para atropellarnos.

Cosa curiosa; en el mundo más o menos civilizado los ómnibus tienen paradas señaladas para que suban y bajen los pasajeros, en nuestro pueblo paran en cualquier lugar, especialmente en las esquinas y el desorden vehicular importa un comino.

Después de años de permisividad y negocios compartidos, el Municipio ha decidido valientemente, seguro una mujer, poner orden en la ciudad. La gente oriunda aplaude, se alegra, pero no hace nada, por lo que en este ambiente donde siempre se ha permitido y consentido el desorden esto lamentablemente no funcionará; salvo que la población cambie su actitud permisiva y cómoda y decida actuar respetando las leyes y disposiciones; entre estas no comprar en los lugares no autorizados ni acondicionados para este fin; respetar las normas de tráfico; el cuidado del medio ambiente y practicar el respeto a los demás.

Se insiste en que la educación y la cultura de responsabilidad ciudadana empieza con la predica y el ejemplo en la familia, la escuela, las instituciones municipales, los medios de comunicación, las organizaciones civiles y se cimienta con el amor a su ciudad, a sus vecinos y a sí mismos.

En su Manual, nuestros Jóvenes de Jigote con gran razón nos dicen: “para que la norma se cumpla debe haber congruencia entre ley, moral y cultura. La ley es la normativa, la moral son las normas interiorizadas y la cultura son los comportamientos promovidos. El divorcio entre estos frustra la experiencia de vivir bien en la ciudad”.

Como dice el dicho: Todo pueblo tiene las calles, el tráfico, los mercados y las autoridades que se merece.

ovidioroca.wordpress.com


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