martes, 21 de agosto de 2012

DESAFIO GENERACIONAL, EL CAMBIO DEL PROCESO DE CAMBIO


DESAFIO GENERACIONAL, EL CAMBIO DEL PROCESO DE CAMBIO
Ovidio Roca
El país vive una sensación de bonanza económica y se señala como una muestra evidente de esta nueva riqueza, los miles de edificios y urbanizaciones que se construyen en el eje central, El Alto, Cochabamba,  Santa Cruz; la ingente cantidad de vehículos que abarrotan y obstaculizan el tráfico de las estrechas calles de nuestras ciudades; de los restaurantes y karaokes todos los días atestados y sobre todo de los miles de mercados colmados de todo de lo que se fabrica o falsifica en el planeta y traído de contrabando.
Y no vemos lo que es deseable para el país, una población educada, un entorno de seguridad jurídica efectiva y miles de empresas productivas, innovadoras  y competitivas generando empleo, abasteciendo al país y exportando al mundo nuestra producción nacional.
Advertimos que se ha echado por la borda la valorización ética del trabajo creativo y vemos como mucha gente se enriquece usando su falta de escrúpulos, sus contactos gubernamentales, y practicando una forma de economía especulativa, delictiva e insostenible, que conspira contra el sano y sostenible progreso económico del país.
Pero una cosa que hay que reconocer del Gobierno, es que en ninguna otra época se generaron condiciones como las actuales para el enriquecimiento fácil, sin límites, ni restricciones para sus cercanos colaboradores y amigos.
El gobierno ha sido claro al declarar reiteradamente que tiene como meta la estatización de la economía y la desaparición de las empresas privadas formales; a pesar de que la experiencia diaria nos muestra que las empresas estatales no solo están mal proyectadas y son adquiridas con sobreprecio, sino que por esencia su visión no es maximizar utilidades siendo competitivas,  sino  generar pegas para la militancia, multiplicar las ganancias para su burocracia y beneficios políticos para el régimen. Nos queda claro que lo hace para no tener una clase económica e ideológica que le haga frente.
No debe extrañar entonces, que algún funcionario público haya declarado que el objetivo de las empresas estatales no es ganar dinero. Obvio, ellos buscan sus propios beneficios, como puestos muy bien remunerados para ejercer funciones que desconocen, y si las empresas estatales pierden dinero, no hay problema, pues no existe dueño privado que los eche a patadas por incompetentes. Es entonces el pueblo, el contribuyente, quien tiene que pagar con sus impuestos o con el impuesto inflacionario, las pérdidas de las empresas públicas.
 Aunque bastantes “empresarios” y gente de clase media despotrican tibiamente contra el gobierno, “en el fondo de sus bolsillos”, son militantes masistas y cada día sacan provecho de la actual situación de informalidad y anomia.  Situación que puede mantenerse en la medida que permanezcan altos los precios de las materias primas y siga fluyendo el chorro de dólares del narcotráfico, de la pichicata. Pues con plata se puede disimular, hasta la pésima conducción económica.
Pero como el ciclo económico es imparable, a medida que caen los ingresos de las exportaciones, también lo hace la economía formal y los ingresos públicos; entonces el gobierno para mostrar crecimiento, necesita aumentar las estatizaciones e incentivar la economía informal y de paso al narcotráfico, que es el proveedor de los dólares.
A su vez, para frenar la protesta social se endurece la política represiva; los opositores son apresados y exiliados; las pugnas entre carteles de narcotraficantes y las ejecuciones en las calles se multiplican, la inseguridad aumenta, la pobreza crece y el país se hunde en la violencia y la anarquía.
La diferencia entre un país responsable y uno populista, se muestra cuando los ciudadanos saben distinguir exactamente entre su propia conveniencia y lo que conviene al país y muchas veces son capaces de anteponer esto ultimo. Igualmente los empresarios de un país desarrollado y exitoso entienden que no es posible progresar sosteniblemente si el país en su conjunto no lo hace.
Un nuevo gobierno con proyección nacional y visión de futuro, necesariamente mirara más allá de la coyuntura y tratará de poner orden en este desastre nacional, lo cual significa que la nueva burguesía cocalera y masista perderá sus beneficios.
Y esto aterroriza a la cúpula gobernante, que siente terror por un cambio hacia la democracia y la economía de mercado; no quieren oír de ser nuevamente ciudadanos comunes y sin privilegios, temen perder los autos oficiales, quedar sin guardaespaldas, sin secretarias, sin gastos reservados, sin cadenas nacionales y sin medios públicos a su servicio.
Y peor aun, sin aviones, helicópteros, ropajes,  casa, comida y  chola gratis, pues aunque demagógicamente tratan de confundir al país con su predica populista e indigenista, es evidente que lo que los guía es su afán de poder y riqueza.
Los  empresarios filo masistas, apuestan también a la continuidad del régimen y procuran acumular ganancias mientras este dure; importándoles poco lo que pase con el país en el futuro, y sin saberlo coinciden con lo dicho por Madame de Pompadur, “Después de nosotros, el diluvio”.
El asunto es como salir de esta situación, con una oposición dispersa, sin partidos políticos orgánicos. Con frentes opositores que no logran ponerse de acuerdo entre ellos por problemas de personas y sin alguien o algo que logre captar la adhesión y confianza de la ciudadanía.

Y como no es cuestión de esperar al Chapulín Colorado, los que se juegan su futuro y deben ganárselo son los jóvenes, los de la actual generación y están obligados a decidir si quieren vivir en un país de leyes y de principios, creando las oportunidades para un verdadero desarrollo, o caminar hacia un Estado forajido.
Ustedes mismos tienen que defenderse, y cuentan con el apoyo de sus madres y abuelas, pues la historia nos ha mostrado que son las mujeres las que siempre han puesto el espíritu y el pecho en las más difíciles circunstancias.

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