lunes, 27 de julio de 2020

HACIENDO OFICIO DURANTE LA PANDEMIA



Ovidio Roca

Para una de sus tareas escolares vía internet, mi bisnieta Andreina me pidió que le cuente como se conservaban los alimentos en aquellos tiempos de mi lejana infancia, cuando no había luz eléctrica ni heladeras y de ahí salió esta charla o cháchara, que le hice de la cotidianidad campesina camba.

En el oriente boliviano, la gente de mi generación que vivía en el campo ha tenido una cambiante experiencia. Nos criamos en las Estancias, con el chaco para alimentarnos, la vela de sebo para alumbrarnos y el carretón para los viajes. La Señora de la casa, la Doña, enseñaba a los niños de la estancia, a leer, escribir y las cuatro operaciones aritméticas y a todos en bollo.  Las tablas se aprendían cantando, algunos se olvidaban de la letra pero no de la tonada. Se enseñaba el sistema de medidas de uso cotidiano como la legua, la cuarta, el jeme, la vara, la libra, la arroba y otras más.
En la casa grande de la estancia, trabajaban todos y en todo: los viejos enseñando y los  niños ayudando y aprendiendo.
Los jóvenes estaban en los corrales o en el chaco. Los muchachos hacían sus hondas de palca de guayabo para cazar chaicitas y espantar a los suchas que querían comerse el charque. La orden era ¡ojo al charque!.

La conservación de la comida se lo hacía de manera artesanal. La carne se fileteaba, salaba y se la ponía al sol para que se deshidrate y así poder conservarla como charque.
La leche, como no había donde conservarla, se mantenía en las ubres de la vaca y se la sacaba en la mañana ordeñándola; espumosa y tibia en el caneco. Mejor si se le ponía azúcar baya y bíter.
Con la leche también se hacía quesillo y queso para que dure más en los viajes y para ello era necesario guardar el cuajo de la vaca cuando se la carneaba y conservarlo como el charque.
El azúcar se la fabricaba moliendo la caña en el trapiche y poniendo el caldo a hervir en una paila de bronce hasta que tome punto, luego se la vertía en unas hormas de barro para que cristalice y se seque, mientras  por el agujero de abajo de la horma, chorreaba el barreno.
Los huevos estaban bien cuidados dentro de la gallina y cuando los ponía cada mañana en el nido, se los recogía.
El plátano verde se lo cortaba en rodajas, se lo freía con manteca de chancho o cochi y así se lo podía guardar por bastante tiempo como chipilo. Cuando se carneaba el cerdo, se sacaba la manteca que se freía en una paila y luego se separaba el chicharrón de la manteca y se la guardaba en una olla colgada del techo en la cocina, esto para que no le entren los bichos.
El chicharrón se conservaba bien durante varios días y servía para hacer masaco de yuca o de plátano y comerlo con café batido a la oración; en la tardecita.
La yuca se rallaba y se la dejaba macerar en una gaveta de madera tapada con un trapo, para evitar la tierra y los bichos y esto por dos días para que fermente. Luego se la ponía al sol para que seque y finalmente al fuego, en un tiesto de barro, de arcilla, para tostarla. Es una harina muy buena para comer con charque y para los viajes en carretón. Las frutas estaban colgando de los árboles.

Ahora tenemos el avión Jet, el internet y las compras digitales y estábamos tranquilos hasta que nos topamos con el coronavirus chino que nos obligó a  encapsularnos. Ahora ayudamos a los nietos en las tareas escolares y cocinarle a la mujer.
Andreina hizo charque, el sol le ayudó y le salió muy bueno y también el show time por guasap para su grupo de estudio, mostrando su arte culinario. Los suchas no aparecieron, estaban en una romería por la Guardia.

Para comer con el charque compre chive, esperando que al menos sea de tres aguas, pero resulta que no llego ni a media.
Ayer comentó un tiluchi en el Parque, que Sophia y Diana fabricaron un Pizza y la mandaron a su abuela con dos palomas mensajeras, pero estaba tan rica que las sinvergüenzas se la comieron. Confianza ni en las palomas.

ovidioroca.wordpress.com

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