DEL SEXO DE LAS PIEDRAS AL PARTO DE LOS MONTES
La reivindicación marítima en lenguaje políticamente
incorrecto.
Ovidio Roca
Forma parte de la condición humana la tendencia de negar la realidad para evadir
nuestros problemas, nuestra responsabilidad. Nos dicen los psicólogos que el
uso de la negación implica la falta de esperanzas en poder cambiar la realidad
objetiva y que para ello invalidamos parte de la información no deseada y luego
decidimos vivir nuestra propia vida, como si aquella realidad desagradable y
que difícilmente podríamos cambiar, no existiera.
A nivel político y para el control de las masas,
usamos sus negaciones, sus traumas, ese su sentimiento de indefensión y luego le
encontramos la explicación, la justificación en el enemigo necesario, el que
nos impide progresar: el Imperialismo, los oligarcas, los separatistas, los
opositores. Los mitos nos ayudan a vivir pero sobre todo ayudan a aquellos que
los exaltan demagógicamente para manejar a las masas y mantenerse en situaciones
de poder.
En este contexto vale la pena revisar la actitud del
actual gobierno, en relación a uno de los principales cultos masoquistas bolivianos, la
reivindicación marítima que forma parte de lo que nuestros vecinos argentinos llaman
el lamento boliviano.
Mientras Chile tenía gobierno socialista, se
mantuvieron las mejores relaciones y Evo fue llevado de la nariz durante cinco
años por la Presidente Bachelet; no hubo ninguna disputa sobre el tema
marítimo, pues eran hermanos y miembros de la misma Iglesia socialista. Olvidábanse
los masistas que estaban tratando con un país institucionalizado, que tiene y
mantiene políticas de Estado, sobre todo en su política internacional.
Cuando la derecha asume el gobierno, se rompe el
idilio, nos enfurecemos y empezamos a asumir actitudes de sindicalista en
manifestación, con declaraciones cada vez más fuertes, de aquellas “hasta las últimas consecuencias”. Tanto es así, que algunas
personas pensaban que nos conduciría a un enfrentamiento armado o por lo menos a
denunciar el Tratado de 1904.
Cuando se produce el “sexo de las piedras“ y luego el “parto de los montes“, nos lo explica el Canciller David Choquehuanca: “La
demanda boliviana solicita a la Corte Internacional de Justicia que falle y
declare que Chile tiene la obligación de negociar de buena fe con Bolivia un
acuerdo pronto y efectivo que le dé y le otorgue una salida plenamente soberana
al océano Pacífico”. La gente lo
escuchaba desconcertada, pues las rotundas declaraciones y amenazas anteriores
no se corresponden con la tibieza de la demanda legal presentada.
No es de extrañar pues es la misma actitud, que con
pocas excepciones, hemos mantenido desde el siglo XIX.
Hace algún tiempo en el arroyo Sereboqui, conversaba
con mi amigo Pukymon sobre las percepciones que tiene la gente sobre los
diversos temas de la vida nacional y le comentaba que unos parlamentarios del
Estado Plurinacional, ante la pregunta del periodista, de para que querían mar,
le respondieron: para ir a la playa, para bañarse, para tener algunos barcos,
para viajar.
Como siempre el problema está en no identificar
nuestro objetivo, en este caso si queremos el mar principalmente: para
bañarnos, o para tener un fluido y económico transporte para nuestro comercio
exterior, o por un sentimiento de soberanía y reivindicación, o para tener un
enemigo culpable de nuestros males, de nuestros problemas económicos o por todo
lo anterior. Sería bueno entonces, tener claridad en lo que queremos y sobre
todo aclarar si en realidad queremos una solución, o deseamos mantener el
conflicto, para levantarlo cuando convenga políticamente. Esto es importante para
así orientar nuestra acción.
En realidad, parece que el asunto del mar nunca se
lo tomo en serio, fue una excusa, un mito más para explicar, para justificar
nuestra pobreza, nuestra falta de empeño para el trabajo. Recordemos que en su
momento, la toma de Cobija, Calama, de Antofagasta, del litoral, no fue tan
importante como para molestar con lejanas y malas noticias, la celebración del
Carnaval.
Los mitos sociales y el patriotismo, ayudan en
momentos difíciles a unir a la masa alrededor del caudillo que lo invoca, en
este caso el del mar perdido.
Estos mitos sociales calan más o menos hondo
dependiendo de la cercanía regional con el hecho exaltado. En las épocas de los
gobiernos militares, poco antes de la conquista de la democracia en los años
80. El gobierno militar de turno, buscando un símbolo que unifique a toda la
población, impulso una intensiva campaña en pro de la reivindicación marítima y
como toda propaganda excesiva, saturo a la audiencia y como respuesta se
escuchaba, cuando los equipos de fútbol cruceños jugaban contra los del
interior andino, el griterío de ¡¡collas pide mar!!.
El mar es un trauma y también una excusa para
justificar lo que no pudimos conservar. Chile es el enemigo responsable de
todos nuestros males, aunque no tanto como el gran enemigo necesario, el Imperio
Norteamericano, que avasalla, roba, explota al pueblo, al país e impide nuestro
desarrollo.
Bolivia en el Siglo XIX y hasta hace pocos años, era
un país eminentemente rural y de población indígena, con una cúpula oligárquica
encerrada en sus montañas y dedicada a la minería. Desde el inicio, para
la exportación de la plata y otros minerales, se usó puertos peruanos como el
de Arica, y muy poco su puerto de Cobija y luego de Antofagasta.
Al momento de la guerra del Pacifico la población de
Antofagasta era noventa por ciento chilena y las inversiones casi totalmente de
capitales ingleses y chilenos. La minería de plata de caracoles y la explotación
del salitre y guano estaban en manos de empresas de capitales ingleses y
chilenos, quizá con la sola excepción de Huanchaca que tenía inversiones
bolivianas.
Si alguien dijera, que la pérdida del mar se debió a
que estaba abandonado desguarnecido, sin presencia efectiva de población y actividad
económica, boliviana en la zona; pues los empresarios bolivianos de entonces se
dedicaban a sus negocios mineros y explotación de la mano indígena en la zona
andina; seguro que será tildado de traidor, de enemigo de la patria.
Coherente con los interese de la minería, en el
tratado de paz con Chile de 1904, se reconoce la pérdida del litoral marítimo y
se conviene el libre tránsito de mercaderías y la construcción de un
ferrocarril de Arica a La Paz
Hay hechos objetivos, necesitamos importar y
exportar. El puerto de Arica es una de las mejores opciones, por distancia, por
eficiencia en el manejo de la carga, por costos. Siempre es importante tener
varias opciones y ahí están también los puertos peruanos y para la carga por el
Atlántico necesitamos implementar Puerto Bush.
Los sectores económicos con conocimiento de causa
deberían plantear al país, una propuesta económica para las negociaciones con
Chile, sobre las facilidades portuarias y de transporte. Necesidad o no de una
zona de enclave con soberanía que permita solucionar problemas legales de
comercio. Vivimos en las épocas del leasing; los empresarios prefieren el uso
del bien, alquilar, contratar infraestructura, inmuebles, vehículos, equipos,
para realizar sus actividades y cada vez menos les interesa la propiedad.
Los empresarios deberían pronunciarse sin tener
miedo de ser tildados de enemigos de la patria y traidores, pues haciendo
negocios con las zonas portuarias se acercan intereses y luego se consiguen
propuestas conjuntas de solución.
Por el momento, lo que se ve es que la
estrategia marítima del gobierno se orienta solo a ganar tiempo, empujado por
los problemas económicos y sociales que lo están desbordando. Y lo más importante
para ellos es que este trámite será largo y permitirá mantener latente el
problema, para sacarlo cuando sea necesario para distraer la atención, entonces
recordaremos a Avaroa y !!que se rinda su abuela, carajo!!.