Crónicas
y relatos de la época plurinacional
Ovidio Roca
La fiesta populista, orquestada por el Foro de Sao
Paulo y con la batuta castrochavista, atrajo a gran parte de los países
latinoamericanos. Bolivia entre ellos, se adhirió a la fiesta y sus gobernantes
tuvieron la suerte que les cayó plata a raudales por la suba de las materias
primas; luego encandilados por el poder y el dinero perdieron el rumbo de la
buena gestión gubernamental y se dedicaron a tirar la plata en una borrachera
de ineficiencia y corrupción.
Como consecuencia no se trabajó en lo importante, vale
decir estructurar una economía diversificada y productiva, promover empresas competitivas
y fortalecer la institucionalidad y la libertad ciudadana. Por el contrario, el
partido gobernante y su instrumento político utilizan la predica populista,
convive con la informalidad y no ofrece soluciones sino promesas, mientras
culpan a los otros por todos los problemas habidos y por haber.
A causa de las políticas estatistas y dirigistas del
gobierno, el sector formal y empresarial de la economía está cada vez más
reducido e imposibilitado de prosperar; por ello cuando la población urbana y los
campesinos migrantes buscan empleo, no lo consiguen y por tanto encuentran su supervivencia en el autoempleo y la
informalidad. La posibilidad de formar parte de la economía formal moderna, que
exige conocimiento, tecnología e información, también les es vedada por su bajo
nivel educacional; aunque siempre queda alguna pega de ministro.
Como consecuencia de esta economía primaria extractivista
y la aguda ausencia de educación e institucionalidad; el setenta por ciento la
población boliviana subsiste con los trabajos informales e ilegales; mientras otros
buscan en el Estado un proveedor que satisfaga sus necesidades personales y corporativos,
sin preocuparse ni entender eso de políticas públicas o de seguridad jurídica; pues
este no es su ámbito de vida y acción.
Esta práctica de vida y en ausencia de leyes que se
cumplen e institucionalidad eficaz, ha enseñado a la población que deben
organizarse corporativamente y que todo lo que necesitan solo lo pueden lograr
bajo presión, con marchas y bloqueos y luego a negociar los pliegos y las
prebendas.
En su precariedad, los trabajadores informales son
feroces y sacrificados capitalistas, que no respetan ningún límite ni norma y
menos los derechos del vecino y del medio ambiente. Su objetivo básico es
sobrevivir a cualquier costa, sin respetar nada ni a nadie, pues tampoco creen
ni confían en nadie. Repiten dogmáticamente los mitos de la izquierda con los
que siempre fueron engañados y odian a los empresarios sin entender que ellos
mismos (que son pragmáticos cuando se trata de ganar plata) son unos verdaderos
capitalistas salvajes.
Los pequeños empresarios mineros, mayoritariamente de
origen campesino e indígena y de bajo nivel económico; se presentan como cooperativistas
y usan el mito socialista y anti empresario para disfrazar su verdadero ser y
se dicen de cooperativistas para mantener la pose y el discurso de izquierda.
Aprovechan muy bien su asociación política con el gobierno, dándoles apoyo
armado y militante, para luego obtener beneficios y privilegios en concesiones
y reservas mineras de Comibol, incumplir normas en general y ambientales en
particular; no ser fiscalizados ni exigidos y solo pagar algún impuesto
nominal.
Lo lógico y practico sería que estos presuntos cooperativistas
asuman su verdadero ser capitalista, se organicen en empresas privadas productivas,
se asocien y mejoren de tecnología y cumplan con las normas impositivas, sociales,
ambientales y esto es bueno para ellos y para el país. Esto por supuesto
requeriría un cambio en la política económica del gobierno, que además debería
garantizar la seguridad jurídica para estos nuevos empresarios y también para
los pocos que aún quedan.
El problema es que mientras subsista el actual
ambiente de anomia, inseguridad, populismo y Estado centralista y empresario; los
demagogos reinan, dominan y conducen al pueblo con ilusiones y promesas. En las
últimas épocas esto les funcionó, pues había plata, pero cuando disminuyeron tanto
los precios como los volúmenes de gas y comienza la época de las vacas flacas, cunde
el pánico, la desilusión, el descreimiento, los reclamos y las dudas sobre los
mitos del socialismo comunitario, por lo que el gobierno se dedica con gran diligencia
a aplicar el miedo, el terror y se amplía las razias contra los pueblos
rebeldes y purgas contra su propia gente, ya sean indígenas o cooperativistas.
Lo que nos enseña la historia, es que no ha existido
autoridad política totalitaria sin la utilización del miedo, porque éste es el
mecanismo para condicionar e inducir al ciudadano a obedecer. Pero es el terror
que une lo físico con lo sicológico, lo que funciona mejor y hacia allí apuntan
“los buenos”. Maquiavelo, que sabía de esto, recomendaba al Príncipe: “es mejor ser temido que ser amado, pues el
miedo es el sustento del poder”.
Por la caída de la economía en los últimos tiempos y
el incremento de las demandas de sus seguidores y grupos de choque, los que ya
no gozan de los buenos precios y negocios de antes; la aspiración de la cúpula masista de
entronizarse en el poder, por y para siempre, se les hace cuesta arriba, por lo
que de ahora en adelante actuaran con mayor desesperación y serán aún más violentos.
Por tanto, para mantener su control del poder y del Estado apuntan
desesperadamente, como dijo el jefe, a jugar un segundo tiempo y con rodillazos
en los huevos.
ovidioroca.wordpress.com