miércoles, 31 de agosto de 2016

LA PRAXIS ECONOMICA, MAS ALLA DEL DISCURSO SOCIALISTA COMUNITARIO


Crónicas y relatos de la época plurinacional

Ovidio Roca

La fiesta populista, orquestada por el Foro de Sao Paulo y con la batuta castrochavista, atrajo a gran parte de los países latinoamericanos. Bolivia entre ellos, se adhirió a la fiesta y sus gobernantes tuvieron la suerte que les cayó plata a raudales por la suba de las materias primas; luego encandilados por el poder y el dinero perdieron el rumbo de la buena gestión gubernamental y se dedicaron a tirar la plata en una borrachera de ineficiencia y corrupción.
Como consecuencia no se trabajó en lo importante, vale decir estructurar una economía diversificada y productiva, promover empresas competitivas y fortalecer la institucionalidad y la libertad ciudadana. Por el contrario, el partido gobernante y su instrumento político utilizan la predica populista, convive con la informalidad y no ofrece soluciones sino promesas, mientras culpan a los otros por todos los problemas habidos y por haber.
A causa de las políticas estatistas y dirigistas del gobierno, el sector formal y empresarial de la economía está cada vez más reducido e imposibilitado de prosperar; por ello cuando la población urbana y los campesinos migrantes buscan empleo, no lo consiguen y por tanto encuentran su  supervivencia en el autoempleo y la informalidad. La posibilidad de formar parte de la economía formal moderna, que exige conocimiento, tecnología e información, también les es vedada por su bajo nivel educacional; aunque siempre queda alguna pega de ministro.
Como consecuencia de esta economía primaria extractivista y la aguda ausencia de educación e institucionalidad; el setenta por ciento la población boliviana subsiste con los trabajos informales e ilegales; mientras otros buscan en el Estado un proveedor que satisfaga sus necesidades personales y corporativos, sin preocuparse ni entender eso de políticas públicas o de seguridad jurídica; pues este no es su ámbito de vida y acción.
Esta práctica de vida y en ausencia de leyes que se cumplen e institucionalidad eficaz, ha enseñado a la población que deben organizarse corporativamente y que todo lo que necesitan solo lo pueden lograr bajo presión, con marchas y bloqueos y luego a negociar los pliegos y las prebendas.
En su precariedad, los trabajadores informales son feroces y sacrificados capitalistas, que no respetan ningún límite ni norma y menos los derechos del vecino y del medio ambiente. Su objetivo básico es sobrevivir a cualquier costa, sin respetar nada ni a nadie, pues tampoco creen ni confían en nadie. Repiten dogmáticamente los mitos de la izquierda con los que siempre fueron engañados y odian a los empresarios sin entender que ellos mismos (que son pragmáticos cuando se trata de ganar plata) son unos verdaderos capitalistas salvajes.
Los pequeños empresarios mineros, mayoritariamente de origen campesino e indígena y de bajo nivel económico; se presentan como cooperativistas y usan el mito socialista y anti empresario para disfrazar su verdadero ser y se dicen de cooperativistas para mantener la pose y el discurso de izquierda. Aprovechan muy bien su asociación política con el gobierno, dándoles apoyo armado y militante, para luego obtener beneficios y privilegios en concesiones y reservas mineras de Comibol, incumplir normas en general y ambientales en particular; no ser fiscalizados ni exigidos y solo pagar algún impuesto nominal.
Lo lógico y practico sería que estos presuntos cooperativistas asuman su verdadero ser capitalista, se organicen en empresas privadas productivas, se asocien y mejoren de tecnología y cumplan con las normas impositivas, sociales, ambientales y esto es bueno para ellos y para el país. Esto por supuesto requeriría un cambio en la política económica del gobierno, que además debería garantizar la seguridad jurídica para estos nuevos empresarios y también para los pocos que aún quedan.
El problema es que mientras subsista el actual ambiente de anomia, inseguridad, populismo y Estado centralista y empresario; los demagogos reinan, dominan y conducen al pueblo con ilusiones y promesas. En las últimas épocas esto les funcionó, pues había plata, pero cuando disminuyeron tanto los precios como los volúmenes de gas y comienza la época de las vacas flacas, cunde el pánico, la desilusión, el descreimiento, los reclamos y las dudas sobre los mitos del socialismo comunitario, por lo que el gobierno se dedica con gran diligencia a aplicar el miedo, el terror y se amplía las razias contra los pueblos rebeldes y purgas contra su propia gente, ya sean indígenas o cooperativistas.
Lo que nos enseña la historia, es que no ha existido autoridad política totalitaria sin la utilización del miedo, porque éste es el mecanismo para condicionar e inducir al ciudadano a obedecer. Pero es el terror que une lo físico con lo sicológico, lo que funciona mejor y hacia allí apuntan “los buenos”. Maquiavelo, que sabía de esto, recomendaba al Príncipe: “es mejor ser temido que ser amado, pues el miedo es el sustento del poder”. 
Por la caída de la economía en los últimos tiempos y el incremento de las demandas de sus seguidores y grupos de choque, los que ya no gozan de los buenos precios y negocios de antes; la  aspiración de la cúpula masista de entronizarse en el poder, por y para siempre, se les hace cuesta arriba, por lo que de ahora en adelante actuaran con mayor desesperación y serán aún más violentos. Por tanto, para mantener su control del poder y del Estado apuntan desesperadamente, como dijo el jefe, a jugar un segundo tiempo y con rodillazos en los huevos.
ovidioroca.wordpress.com



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