Ovidio Roca
Lecturas
de la cotidianidad y de nuestro permanente olvido e inacción.
El populismo cocalero ha impuesto en nuestro país, una
cultura de la violencia, la destrucción, el chantaje y con plena impunidad para
los perpetradores, los que asumen al igual que su jefe que “tienen el derecho
humano” de hacer lo que se les antoje.
Las pérdidas de nuestros vecinos, causadas por los
bloqueos: las del chofer, el de la tienda, la pulpería y la de los dueños de
los edificios dañados, no se recuperan ni se reparan y a lo único que pueden
aspirar el ciudadano es a celebrar la suerte de estar vivo. Vivo para rajarse
trabajando para reconstruir y desde abajo el daño recibido. Me gustaría que los
metan presos, dice alguno, pero lo que de verdad necesito es el tiempo y la plata
para reparar el daño que me causaron
Una sociedad y un Estado que permite algo así es
inviable y genera un efecto perverso, pues si la cosa es así nomás; no tiene
sentido trabajar y respetar las normas de respeto y convivencia.
Para que voy a trabajar, si puedo recibir doscientos bolivianos por día para
bloquear o muchos dólares para fabricar pasta base y muchos más por fabricar clorhidrato
de cocaína o hacer contrabando, ser dirigente y vivir del Estado o de explotar
a los pongos sumisos del régimen populista.
Siguiendo con el relato de los efectos perversos de la
cultura populista cocalera que heredamos; recuerdo que hace varios años y en nuestra
hermosa llajta, se planificó y construyó un botadero de basura. De acuerdo a la
planificación municipal, el uso del suelo del área no admite asentamiento
humanos y menos dotación de servicios.
Pese a estos reglamentos, paulatinamente se produjeron
los asentamientos y luego de manera ilegal y violando las normas, alguna
autoridad municipal los legaliza y esta población crece y se expande rápidamente
entre la basura. Luego rápidamente encuentran una forma de ganar su sustento y
lo hacen mediante el chantaje a las autoridades municipales, caracterizadas en
todo el país por su debilidad ante las coimas y presiones políticas y sociales.
Leemos en la prensa,
que la ciudad de Cochabamba está asfixiada no sólo por la crisis sanitaria y la
falta de producción, sino que ahora se tiene casi ocho mil toneladas de basura
en las calles que incluye residuos hospitalarios, los que en este tiempo de
pandemia incrementa el riesgo de contagio.
Alentados por estas
actitudes de temor y permisividad, de las autoridades y de la población, los
k’ara chaquis y algún k’ara panza que está de visita, cada vez que necesitan plata
paralizan el acceso al botadero y presionan a las autoridades, consiguiendo entre
otros premios la dotación de agua al cincuenta por ciento de la tarifa y pingües
negocios, como el pago por dejar entrar unos kilos de basura.
Nos informa la prensa, que de los bloqueos surgen
convenios firmados entre las temblorosas autoridades y los comunarios. Se ha
llegado al extremo de firmar acuerdos, en el que la Alcaldía de Cercado pagaría
un total de 1 a 4 dólares por tonelada de basura que ingresa al botadero (según
convenio entran 350 toneladas por día) haciendo un total de más de 170.000
dólares anuales, los que se pagan a los auto convocados dirigentes, so pretexto
de reconocimiento al daño ambiental provocado a la comunidad. Como si el medio
ambiente fuera una mercancía de los k’ara k’ara.
Finalmente vemos, tal como en una serie de Netflix,
que por inacción de las autoridades y la desidia y cobardía de la población, un
puñado de bloqueadores se impone sobre la ciudad de setecientos mil habitantes,
los que son obligados a mantener sus calles llenas de basura y desechos
sanitarios, con riesgo de una epidemia y además obligados pagar los diezmos.
Esto muestra nuestra irresponsabilidad y la debilidad
del sistema de gobierno, incapaz de dar seguridad a su población que los
mantiene con sus impuestos. Queramos o no, por acción o por omisión, somos los
artífices de nuestro destino y no podemos dejarlo todo por temor o comodidad en
manos de una burocracia ineficaz y corrupta.
Dice Einstein: “El
mundo que hemos creado es un proceso de nuestro pensamiento. No se lo puede
cambiar sin cambiar nuestra forma de pensar”. La letra del Himno Nacional,
dice: “es ya libre, ya libre este suelo,
ya cesó su servil condición”.
Esto sigue siendo una utopía, pues este suelo no es libre, ni cesó su servil condición; sin embargo esta
utopía, es la que permanentemente deberá guiar a las generaciones, de hoy y del
mañana, y actuar en consecuencia, si queremos vivir en paz, seguridad y
concordia.
ovidioroca.wordpress.com
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