Ovidio Roca
“No es la
especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente. Sobrevive la que
mejor se adapta al cambio”. Charles Darwin
Ayer en la Farmacia (en la Botica como se decía antes
y entienden mis amigos del Parque) mientras hacia la cola manteniendo la
distancia social; veía a todos cubiertos con unos trajes espaciales de diversos
colores, algunos negros y con capuchas, barbijos, parachoques plásticos y
lentes; bajo los cuales sospecho había seres homínidos.
A un lado y por una gran pantalla de televisión sobre la pared pasaban imágenes
de hermosas mujeres con sus cabelleras al viento y al fondo unos niños que
correteaban en un parque arbolado, llenos de flores y varias familias vestidas
sencillamente y con la cara descubierta, jugando con sus mascotas. Me paré asustado y les digo a los seres
encapsulados que me rodeaban: ¡miren que bello era el mundo de antes! y nadie
me llevo el apunte, ellos miraban sus teléfonos y hablaban con sus teléfonos.
Al parecer hemos perdido el sentido de nuestra vida;
libre, participativa y en contacto con la naturaleza y nuestros semejantes, y
ahora acongojados por la pandemia vivimos una nueva y triste realidad, la
población está encuevada, confinada y sin rumbo cierto.
Algo que debería estar claro para todos, es que no podremos tener salud de
manera aislada y solo podremos hacerlo en la medida que nuestros vecinos cercanos
y también a nivel nacional e internacional lo logren.
Por lo que vemos, a nivel mundial la economía se está orientando
hacia la autarquía y dejando atrás la globalización y los gobiernos nos están
ofreciendo como cura que para la crisis por la pandemia, dinero desde los
bancos centrales y más deuda que nadie podrá pagar.
Ofrecen finanzas y no producción y esto a desmedro de
la economía básica que enseña, que
el consumo solo se puede incrementar en forma sostenida con más inversión y más
producción y que nos equivocamos si pensamos que con mayor emisión monetaria y
deuda vamos a generar más riqueza.
Como siempre, la madre
del cordero está en cómo hacerlo y bajo estas nuevas circunstancias. Lo
que sí está claro es que el mundo ya no será como hasta ahora, cuando hemos
evidenciando nuestra fragilidad al chocar con los virus, las enfermedades y también
con el cambio climático que modifico el ecosistema y desactualizó nuestras técnicas
para producir alimentos.
Nuestras tecnologías se tornaron obsoletas, ya no se
adecuan a la nueva realidad climática y virulenta. Las semillas que sembramos no
prosperan con el nuevo clima, los vientos, las lluvias y sequías, por lo que nuestra
modalidad de trabajo necesitará nuevas prácticas y habilidades y también necesitaremos
nuevas fuentes de energía menos contaminantes.
Una persona común se pregunta: en que voy a trabajar
para ganarme el sustento y cómo y dónde voy a hacerlo. Para nosotros, países de
economía primaria, lo más cercano y donde podemos empezar a trabajar es con la actividad
agropecuaria y buscando nuestra soberanía alimentaria, lo que significa cubrir
buena parte de nuestras necesidades básicas con oferta local y nacional y esto
a partir de una nueva base productiva fortalecida y resistente al clima.
Esto implica, complementariamente, mejorar la
provisión de insumos, equipos, la disponibilidad de transporte para canalizar
la producción y la flexibilización de medidas para el tránsito de la mano de
obra hacia el campo.
Se avizora entonces, un mundo dual, más ruralizado y
más tecnológico. El internet y las comunicaciones son esenciales en la vida y
el trabajo de las personas; se ampliara el teletrabajo, la educación
complementaria vía internet, la telemedicina. Las transferencias bancarias,
ventas y transferencias de bienes y servicios se concretan vía internet, así
también los trámites con entidades públicas; todo será digital.
La economía y las redes electrónicas seguirán
funcionando y aún más después de la pandemia; la energía eléctrica será producida
por fuentes alternativas, solar, eólica e hidráulica, la que necesita ser
acumulada y ahí surgen las baterías de litio. Esto significa la urgente industrialización
del litio que tenemos en el salar y cuya implementación debemos enfrentar con
seriedad. Y para todo esto hay que estudiar y capacitarse.
Será necesaria mucha investigación para readaptar el
manejo agropecuario a las nuevas realidades; entender el nuevo ciclo del clima,
las épocas y duración e intensidad de vientos y las lluvias, para así determinar
el ciclo reproductivo y las épocas de siembra y de cosecha.
Es vital y urgente la investigación y el trabajo de semillas transgénicas para
soportar estos nuevos ciclos climáticos y así asegurar que nuestros
agricultores puedan tener mejores simientes, cultivos más resistentes, (resilientes)
y producir cada vez más y mejor; sin arriesgar sus cosechas y sin ampliar la
frontera agrícola, protegiendo los bosques y reduciendo con esto los costos
económicos y los impactos de la agricultura en el medio ambiente.
Los jóvenes, quienes heredaran el desastre, son y
necesitan ser más racionales y apostar por la democracia, la colaboración mutua
y ser conscientes de los peligros del cambio climático y de la necesidad de profundos
cambios en el sistema productivo y las fuentes energéticas. Ellos ahora están
indignados ante la creciente desigualdad socioeconómica y la destrucción del
ecosistema que alberga nuestra la vida y buscaran formas creativas de superarlo.
Necesitamos asumir una cultura política más
democrática y colaborativa, no podemos vivir en la incertidumbre, necesitamos movernos,
poder circular, salir a trabajar, atender la producción agrícola e industrial y
de servicios. Necesitamos vivir en un mundo libre, donde prevalezca el respeto,
los valores, la justicia y el bienestar, y ya no podemos estar presos del
chantaje, de las drogas y la permanente confrontación política, impulsada por
grupos anárquicos y sus Caciques populistas, en procura de saciar sus apetitos
económicos, de poder y de abuso sexual con nuestras niñas.
ovidioroca.wordpress.com
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