CUATRO OJOS: EL HISTÓRICO PUERTO DE INGRESO A LA
AMAZONÍA
Fuente: Javier Méndez Vedia
Fuente: Javier Méndez Vedia
EXTRACTO
En el siglo XIX la conexión fluvial con el Beni, se la
hacía por Puerto Paila, en el Rio Grande. Una crecida registrada en 1825 llevó
a las aguas del Río Grande a encontrarse con el Piraí y Paila quedo inutilizado
como puerto, cediendo a Cuatro Ojos la función de conectar con Mojos.
Actualmente parece sencillo llegar hasta Cuatro Ojos. Desde la Capital Santa Cruz, se recorren Warnes, Montero, Saavedra, Minero, Chané, Aguaíses, Sagrado Corazón y San Pedro, que está a unos 135 kilómetros. Se trata de la ruta soyera que, aunque asfaltada en gran parte, es peligrosa.
Actualmente parece sencillo llegar hasta Cuatro Ojos. Desde la Capital Santa Cruz, se recorren Warnes, Montero, Saavedra, Minero, Chané, Aguaíses, Sagrado Corazón y San Pedro, que está a unos 135 kilómetros. Se trata de la ruta soyera que, aunque asfaltada en gran parte, es peligrosa.
Hace ocho décadas, los viajeros seguían una ruta
diferente a esta actual de los camiones. Para embarcarse en el Puerto pasaban a
ritmo de buey cerca del río Asubicito, luego Santa Rosa del Sara, Palometas y
Asubí Grande. Sesenta kilómetros de selva debían atravesar los carretoneros.
Cada jornada terminaba con el misterioso canto del guajojó, que aún se oye
cerca del río Palacio, que va a sumar su riqueza de peces al ya cargado Piraí,
a varios kilómetros de Cuatro Ojos.
Durante las primeras décadas de la era Republicana se
formó el pueblo de Cuatro Ojos. Hacia finales del siglo XIX o comienzos del XX,
llegó un francés de ascendencia suiza e italiana: José Sciaroni Conil. Este
francés vio el mayor esplendor del puerto. Tenía 2.500 habitantes, cuatro
tiendas comerciales, oficina de telégrafo y correo. Por supuesto, se construían
batelones (barcazas de regular tamaño) y lanchas.
Los productos de Santa Cruz llegaban hasta Mojos. Arroz,
charque, maíz y azúcar llegaban hasta esas remotas regiones y terminaban en las
barracas donde los sueños de los siringueros se apelmazaban como la hevea
brasiliensis que explotaban.
Carlos Cirbián investigó que los comerciantes cruceños
iban hasta Belém do Pará, en Brasil, ya en el siglo XVIII, llevando sorgo,
aceite de copaibo, cuero y pieles. Regresaban con especias y otros productos de
ultramar. Eran conocidos los vapores como La Estrella del Oriente, de Barriga y
Compañía, y el vapor Guapay, de la casa Zeller y Mozer. "En 1899, algunos
periódicos anunciaban que ya no había despachos, porque los almacenes de Cuatro
Ojos estaban llenos", cuenta el pintor. El hecho de que ahí se asentase
una Capitanía de Puerto indica la importancia de este punto comercial. Por ahí
llegaron las máquinas de Luz y Fuerza y uno de los primeros vehículos que
circuló en Santa Cruz de la Sierra.
DECLINACIÓN DEL PUERTO
En 1912 el negocio de la goma se acabó. La planta
crecía en la lejana Malasia (por entonces colonia británica), África y Ceilán.
Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador y Colombia no pudieron competir con esa
producción, más barata y accesible. Lo paradójico del caso es que las semillas
fueron llevadas ilegalmente de la misma Amazonia.
El pequeño puerto de Cuatro Ojos dejó de ser útil; poco
a poco, las tiendas fueron cerrando y quienes se instalaron en la zona buscaron
mejores ubicaciones. Era raro ver navegando a las lanchas que antes surcaban
frenéticas las aguas con su carga de azúcar, charque y provisiones.
Pero la naturaleza se encargaría de dar el golpe de
gracia a Cuatro Ojos. Lo recuerda Pepe Sciaroni, el único varón de los diez
vástagos del francés José Sciaroni.
Pepe Sciaroni (que también se llama José) vive en
Santa Cruz, es un lúcido octogenario que en 1929 tenía seis años de edad. Esa
fecha es importante, porque una crecida del Río Grande depositó sus sedimentos
en Los Limos, lugar con numerosos bajíos cambiantes. El Piraí, al llegar al
lugar con la fuerza de las lluvias primaverales, no tuvo por dónde desembocar
en su 'hermano mayor', como lo llama Hernando Sanabria.
El río Piraí, según explica el director del Searpi,
Walter Noe Angus, ya no tiene un cauce definido que desemboque en el Río
Grande. "El cauce se divide, y por eso la sedimentación ha subido",
explica.
Aunque perdió su importancia comercial, la leyenda
siguió rodeando al lugar. Pepe Sciaroni Durán continuó el trabajo agrícola. Ya
sabía lo que era navegar, y desde 1943 ya llevaba su producción de azúcar y
café hasta Trinidad. El transporte de los productos de las casas Zeller, Elsner
y de Paz Hermanos también era su responsabilidad.
Es imposible habilitar el puerto; no porque el río se
ha movido más de 300 metros del lugar original, sino porque no hay una
desembocadura única al Río Grande. Hace pocos años, la armada norteamericana y
el Searpi estudiaron la posibilidad de habilitar el río Yapacaní como puerto de
navegación. Se usaría el ferrocarril que ha quedado inutilizado entre Santa
Rosa y Yapacaní. Una terminal intermodal permitiría trasladar la carga a las
barcazas, que viajarían por el Yapacaní hasta el Mamoré. Los estudios de carga
de sedimentos y dragado no fueron concluidos, por lo tanto, Santa Cruz quedará,
por ahora, con la aspiración de tener un puerto cercano para exportar hasta la
producción de la brasileña Rondonia. Mientras tanto, ahí queda, nuevamente
recordada, la historia.
Nota: Enviado por Anke Arno de Santa Rosa del Sara.
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