28 de Agosto de 2016
Por Leonam Lauro Nunes da Silva (
Instituto Federal de Mato Grosso)
Los trabajos de investigación siempre nos dan
sorpresas. Así, mientras escribía sobre la triple frontera (entre Brasil,
Paraguay y Bolivia) durante la Guerra Grande, me encontré con un extraño
personaje, de gran fuerza: el doctor Tristán Roca Suárez. Y, en cierto momento
del desarrollo de mi tesis de maestría, comprendí que su actuación lo colocaba,
no en un papel secundario, sino en uno protagónico de aquellos hechos bélicos
que tanto impacto causaron en la vida de los países involucrados, y quizás en
la de todo el continente. Percibí entonces que su historia en realidad podía
dar lugar a un trabajo sobre sus acciones durante el tiempo que vivió con su
familia en suelo paraguayo, donde estuvo exiliado debido a su confrontación
política con las autoridades bolivianas de la época.
Mariano Melgarejo Valencia, presidente de Bolivia,
veía en Tristán Roca Suárez un peligro potencial porque tenía el don de la
palabra, que lo hacía capaz de movilizar a sus coetáneos cruceños contra el
golpe de Estado que derrocó del poder a José María Achá, y el entonces alcalde
de Santa Cruz de la Sierra fue detenido, esposado y enviado junto con su
familia a la ciudad brasileña de Corumbá, al sur de la provincia de Mato
Grosso, ocupada entonces por el ejército paraguayo. Roca llegó a través de un
camino abierto durante la guerra para promover la interacción entre los
bolivianos del este y los paraguayos, pero su estadía en Corumbá fue corta:
entabló rápidamente buenas relaciones con los oficiales paraguayos y los
convenció de que podía brindar relevantes servicios a su país en Asunción. De
este modo, continuó el viaje, ahora a través del río Paraguay.
Apenas desembarcado en el puerto de la «Madre de
Ciudades», sin perder tiempo demostró su habilidad de periodista. Con su
experiencia en el área –después de todo, fue el fundador del primer periódico
de Santa Cruz de la Sierra, La Estrella del Oriente, que comenzó a circular por
las calles cruceñas en los albores de 1864–, fue a la imprenta oficial de la
República de Paraguay a ofrecer sus servicios. No tuvo dificultades para ser
admitido y empezó a colaborar en El Semanario, periódico publicado por la
imprenta oficial del país con la misión de informar al público de los
acontecimientos políticos y sociales. La guerra, naturalmente, ocupaba un lugar
destacado en la agenda de la publicación.
Después de la victoria de las tropas paraguayas en
Curupayty a mediados de 1866, las calles asuncenas bullían de emoción; había
confianza en una victoria sobre la Triple Alianza. Imbuido de este espíritu,
Tristán Roca escribió un artículo sobre la batalla, con el que se ganó la
simpatía de los que dirigentes, y en especial la de Francisco Solano López.
En 1867, el intelectual cruceño aceptó la
responsabilidad de dar forma y contenido a una nueva publicación que debía
conmover el corazón de los paraguayos, especialmente los miembros de los
sectores populares y los soldados, alimentando la llama de la resistencia
contra los invasores aliados. Así, en abril de 1867, aparecieron en las calles
de Asunción los ejemplares de la primera edición de El Centinela. El nuevo
periódico, en su editorial, que era una dedicatoria al presidente de Paraguay,
se dirigía a este definiéndose como «uno de esos soldados jóvenes que vos
habéis hecho célebres en los campos de batalla».
Forjado a semejanza de La Estrella del Oriente en su
diagramación, El Centinela innovaba a medida que articulaba textos de diversos
tipos con una rica producción de imágenes basada en xilograbados.
En el caso de las imágenes de carácter más académico y
con influencia europea de El Centinela, editado en Asunción por la imprenta
oficial, el trabajo de los grabadores Manuel L. Colunga y Juan José Benítez era
seguido de cerca por el reconocido arquitecto italiano Alejandro Ravizza. En el
caso de la estética, más popular, de las imágenes de El Cabichuí, estas eran
producidas en el campo de batalla por soldados que dominaban el arte de la
talla en madera. La historiadora Josefina Plá subraya el carácter original de
estas caricaturas, sin precedentes en América del Sur, fruto del ingenio y de
la situación bélica en la que fueron hechas.
Como director y editor en jefe de El Centinela,
Tristán Roca tenía la misión de lograr que la parte gráfica del periódico fuera
la más adecuada para que los receptores comprendieran los mensajes difundidos.
No es posible disociar texto de imagen al estudiar esas publicaciones de
guerra, ya que el trabajo de equipo muestra un alto grado de cohesión. En El
Centinela, las caricaturas estaban integradas en el contenido textual, pues así
el «arquitecto» del diario, Tristán Roca, podía alcanzar diferentes estratos de
la sociedad paraguaya. Con este fin, se esforzaba en adecuar el lenguaje y
definir estrategias para lograr una comunicación más eficiente con el público
en general, lectores y no lectores. Su producción periodística, por lo tanto,
incorporó el espíritu «serio-jocoso» con la fuerza necesaria para tocar el alma
de los que estaban librando la guerra y veían día a día agotarse totalmente sus
recursos. Sabía con quién dialogaba. Hablaba con los soldados de las
trincheras, aunque también para los miembros de la alta sociedad, ansiosos y
preocupados por el curso de la guerra.
Mentor intelectual de lo que resultó ser una brillante
estrategia de comunicación, Tristán Roca Suárez perdió la vida el 22 de agosto
de 1868 en San Fernando, convertido en una de las víctimas de los famosos
procesos ordenados por Francisco Solano López, que acusó a cientos de personas
de alta traición. El intelectual que ayudó a construir con su pluma la imagen
del Mariscal hoy empieza a salir de su exilio histórico a través de diversos
estudios que lo elevan a la condición de «operador mítico», pues construyó
conscientemente las bases que sustentan la noción de identidad nacional
arraigada en la memoria de la sociedad paraguaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario