Ovidio Roca
Está claro que para
vivir mejor necesitamos un hábitat amable, un entorno ordenado y eso implica
planificación, normas y hábitos de cumplimiento de las mismas. En consecuencia
es de prever que si no ordenamos nuestra ciudad, nuestras calles, la
localización de los centros de servicios y abastecimiento, tendremos poca
calidad de vida y un tremendo desorden.
Últimamente la Alcaldía
está intentando ordenar los mercados y hasta ahora este intento funciona a
medias pese a los denodados esfuerzos; al parecer esto es así porque a los
clientes, los compradores poco le interesa este asunto y no sabemos por qué estos
no actúan para su propio beneficio.
Otra cosa que también
llama la atención, es que no exista una campaña masiva y persistente de la Alcaldía
y de medios de opinión, exhortando a la población para que asuma su
responsabilidad personal en un tema de interés común como este del ordenamiento
y limpieza de los mercados. La hipótesis lógica es que si la gente no compra en
la calle, el comerciante no vende y por tanto se iría a los lugares
autorizados.
En el caso de los
comerciantes (generalmente ajenos a esta ciudad y a la cual tienen poco afecto)
ellos actúan en su propio beneficio y venderán en el lugar donde les compren y ocurre
que si el ciudadano compra en la calles, aceras y en las rotondas, los
comerciantes estarán allí vendiendo. Lo único que puede modificar esto, es que nosotros
los compradores aprendamos a ser responsables y a comprar solo en las áreas
destinadas para ese fin. Este comportamiento irresponsable y permisivo es común
en Santa Cruz, y menos en el resto del país y por supuesto impensable en países
desarrollados y más educados.
Al respecto de los
misterios del comportamiento social, hace algún tiempo conocí un boliche o
restaurante en la Radial 18 cerca al Abasto, muy popular y muy sucio; pero se lo
veía siempre colmado y muy exitoso. El dueño que había ganado sus pesos decidió
ampliar y reconstruir el local y lo que me
llamó la atención es que perdió su clientela, pues la clientela luego de
inaugurado y viéndolo elegante y limpio dejo de ir por allí. Según me
comentaron unos vecinos el motivo era que sus parroquianos se sentían incómodos
con el orden y la limpieza.
La Caracas, antes de Chávez, una hermosa y moderna ciudad con gente feliz y desordenada, tenía un moderno Metro que era un lujo de buen gusto y limpieza, con hermosos vagones que brillaban y de una puntualidad que permitía ajustar la hora en los relojes. Cuando los usuarios entraban al Metro recibían un impacto de elegancia y modernidad y se sentían obligados a comportarse como gente educada, limpia y respetuosa y permanecían así hasta que descendían en el andén y cuando salían de la Estación respiraban felices y retornaban al bochinche, a su ser natural. No sé cómo estará ahora.
Como se dice, todo es
cuestión de gustos; Napoleón le escribía unas notitas a Josefina (lo que ahora
se llaman twists) con el pedido: “no te
bañes, voy”.
Este tema podría ser objeto
de un estudio del comportamiento de la especie homínida cargo de las
Universidades; la hipótesis sería, que al parecer a la gente poco gusta del
orden y la limpieza y se siente por algún motivo, cómoda con el desorden, la
suciedad y algunos aromas exóticos.
ovidioroca.wordpress.com