Comentarios
apocalípticos de la eventual transición
Ovidio Roca
Se avizora que en los próximos años la situación del
país se presentara por demás complicada, pues además de enfrentamos a la caída
de las reservas y producción de gas, de
minerales y de otras materias primas, nos enfrentamos a la falta de
competitividad de nuestra economía, primaria y poco diversificada; de instituciones
sin credibilidad y personal carente de formación tecnológica y acostumbrados a
la dependencia del Estado y para más yapa el cambio climático, lo que configura
un peligroso camino hacia un Estado fallido.
Como herencia del populismo cocalero nos encontraremos
con una economía formal debilitada, la preeminencia de la economía informal y
actividades financiadas por el circuito del narcotráfico, además de una
institucionalidad corroída por la corrupción y la ineptitud; por lo que si
queremos cambiar de modelo de economía y tendremos que enfrentar seriamente el
reto de reconstruir desde la base una sociedad y un país en un mundo
globalizado e interdependiente, para el que no estamos preparados cultural y técnicamente.
Viendo este panorama apocalíptico, el proceso de
reconstrucción económica e institucional del país será muy difícil y el
problema es que una mayoría de la población no está dispuesta a afrontar los
sacrificios que este proceso implica y peor aun cuando esperamos que alguien y
no nosotros mismos, debe arreglar el entuerto.
La economía popular y el
abastecimiento alimenticio está a cargo de miles de pequeños agricultores, los
que se enfrentan el inminente cambio climático que obligará a cambiar los
hábitos y técnicas de cultivos: se necesitará establecer nuevos épocas y ciclos
de cultivos y usar especies más resistentes a los climas extremos de sequía,
calor, lluvias y vientos y por ahora no tenemos capacitación en
las tecnologías requeridas para afrontar este cambio.
Sabemos que el entorno
económico y social moldea nuestra consciencia y bajo el régimen del actual Estado
populista cocalero una parte importante de la población que estaría dispuesta a
trabajar formalmente pero no puede hacerlo por las miles de regulaciones e
impuestos del Estado que son imposibles de cumplir, por lo que la informalidad se
presenta como una opción a la cual la gente se acomoda rápidamente para poder
subsistir. Ante esta situación mucha gente dirá: para que cambiar,
para qué todo este tremendo sacrificio si con este Gobierno y la economía
cocalera, más el financiamiento del narcotráfico y el contrabando nos
abastecemos sin mayores problemas.
Tenemos por
tanto que decidir qué tipo de país queremos; la opción más fácil es seguir con
el populismo cocalero, el país tribal, corporativo, de economía informal y
financiada por el extractivismo y el circuito coca cocaína, un sistema político
estatista en el cual los cargos en las reparticiones del Estado, no son para
trabajar profesionalmente y con idoneidad y eficiencia; son pegas, son lugares
para conseguir ventajas y recaudaciones y el único mérito para ejercerlas es la
confianza del Caudillo y de sus llunkus.
Pero
debemos evaluar si esto es sostenible y si el entorno de países vecinos y la
comunidad internacional lo soportara, quizá no por principios democráticos sino
por el impacto que reciben del narcotráfico, la drogadicción y la violencia que
les exporta el populismo cocalero boliviano.
Una otra alternativa es
la democracia liberal, lo que es más complicado pues exige voluntad y trabajo
sacrificado, pues se trata de rehacer un país desde sus cimientos morales,
institucionales y económicos y para esto se requiere una sociedad y un
liderazgo creíble y comprometido. Este modelo
alternativo de sociedad y democracia liberal, además de garantizar un estado de
derecho, respeto a la propiedad y la libertad económica, necesita reconstruir
las instituciones estatales y dotarles de personal idóneo rompiendo con la
tradición de los Gobiernos populistas.
Se dice que
jóvenes que son aquellos que no están comprometidos con el pasado y tienen un
futuro por delante; ellos tienen el ímpetu necesario, pero por ahora carecen y necesitan
crear un sistema institucional de gestión política formal y trascendente y ahí
por delante, mientras la población persiguiendo la meta definida, el proyecto
de sociedad democrática, cada uno desde su trinchera, su entorno y haciendo uso
de sus capacidades y posibilidades debe avanzar, apoyando y construyendo esas
metas. “Alea iacta est”.
ovidioroca.wordpress.com
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