Ovidio Roca
La prensa internacional destaca que en Colombia,
quienes más muertos pusieron en su guerra fratricida, apoyaron el acuerdo con
las FARC y votaron masivamente por el Sí; es decir apoyaron a cualquier
costo negociar y pactar con los criminales.
Hemos leído del Síndrome de Estocolmo, personas que
después de ser secuestradas crean lazos emocionales con sus secuestradores,
pues la victima malinterpreta la ausencia de violencia física contra su
persona, como un acto de humanidad de su captor.
Volviendo a Colombia; los pueblos del área rural donde
se asesinó masivamente a sus habitantes votaron mayoritariamente (más del setenta
por ciento) a favor del Sí, mientras que en los Departamentos más urbanos, que
no sufrieron tan directamente la violencia, se inclinaron por el No. Al
respecto, en declaraciones a la prensa se decía en Colombia: "Los que votaron por el No, fueron los que no
son tan víctimas, los que no sienten los coletazos del conflicto armado, los
que piensan que esta guerra se debe prolongar, los que no creen en una salida
negociada al conflicto".
Ingrid Betancourt, secuestrada por las FARC y retenida
en la selva por seis largos años, opinó: “que
al igual que el Presidente Santos aquellos guerrilleros que la secuestraron,
también se merecían el Nobel de la Paz”.
Casi una mitad de los colombianos, muchas agencias
internacionales, gobernantes y políticos, quieren a cualquier costo cerrar el
conflicto hoy; no importa cómo y no piensan que están liberando un monstruo
formado en la violencia y fuertemente armado, que gusta de la adrenalina y de
la cocaína, que son tremendamente organizados y mucho más ricos que Trump; pues
manejan uno de los mayores Carteles del
narcotráfico del mundo.
Este comportamiento de la gente y las instituciones ante
los criminales y agresores, este masoquismo y la desesperación por salir el
drama del hoy, les impide ver el drama aun mayor que dejan a sus hijos,
con una Colombia en manos del Cartel narcotraficante de las FARC.
Debemos tomar en cuenta, que esta guerrilla se inicia
como una utopía política, con activistas que procuran el poder por vía de
la violencia y en el más de medio siglo que llevan en este afán, lidiando día a
día con el temor, la furia y la muerte, se hacen adictos a la adrenalina, la
cocaína y la mariguana. En el proceso se convierten en una Narco guerrilla
y conforman un poderoso Cartel del narcotráfico, que usa el secuestro, la
extorción, la muerte y el tráfico de la cocaína para mover su máquina de terror,
de enriquecimiento y satisfacer sus ansias de poder.
Esta guerrilla de más de cincuenta años, acoge a
muchas personalidades paranoicas, que son las más propensas a este tipo de
acciones mesiánicas y las que viviendo por muchos años en ese duro ambiente de
la selva, donde no sabes si mañana o más tarde vas a estar vivo, pues se trata
de matar y morir; han acumulado un tremendo stress postraumático por lo que el insertarse
en una sociedad pequeño burguesa, aceptar reglas, respetar al vecino y las
leyes no es muy probable.
Ninguno de estos poderosos dueños de vidas, haciendas
y cocales, que viven más allá del bien y del mal; en permanente tensión, sin
ningún respeto por nada o por nadie, luchando por vivir un día más van a
convertirse en pacíficos ciudadanos. Ellos seguramente utilizaran su
organización, su furia y su inmensa riqueza para comprar conciencias y
apoderarse del poder político y económico de Colombia y luego expandirse al
resto del mundo o hasta donde llegue el mercado de la droga.
Como persona creo que debemos conciliar y perdonar y esto
por diversas razones; pero como sociedad, como Estado no es posible hacerlo y
aceptar que grupos puedan impunemente secuestrar, extorsionar, asesinar,
comerciar y enriquecerse con el tráfico de drogas que conduce al envilecimiento
de personas y la sociedad y luego darles la posibilidad que usando su riqueza y
su organización puedan seguir haciéndolo, sin que exista ninguna sanción por
todos sus crímenes.
Es indudable la necesidad de buscar la paz y la reconciliación,
pero esto no elimina la responsabilidad legal del criminal. El perdón no
implica aceptar la impunidad; el crimen no puede ser premiado con el olvido, debe
existir una sanción legal y moral que advierta a todos, que el crimen no paga,
pues una sociedad que no sanciona el crimen se encuentra cimentada en la
arbitrariedad y por lo tanto propensa a nuevas crisis sociales o políticas.
Mi percepción, y espero equivocarme, es que ellos con la impunidad que le
pretenden dar, su capacidad mostrada de organización, decisión, y millones de
dólares que tienen, tomaran en pocos años a Colombia bajo su control y paralelamente
expandirán su dominio, inicialmente por Venezuela, Bolivia y Perú.
Esto es síndrome de Estocolmo?, creo que no, pues en
ese caso específico, los secuestradores trataron más o menos bien a sus víctimas
y no los mataron y lo mismo ocurrió con el caso de Patty Hearst; pero en el
caso de Colombia se impuso la violencia criminal, por lo que entiendo que se trata de un nuevo síndrome y mucho más
letal, el Síndrome de Colombia.
ovidioroca.wordpress.com
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