NUESTRA CULTURA POLITICA Y CIUDADANA
Ovidio Roca
El modo en que vemos y experimentamos las cosas condiciona
nuestra manera de pensar y es así que durante el transcurso de nuestra vida poco
a poco, se va modelando nuestra conducta social y política.
Bolivia es un país que se encuevó en los cerros y las
minas, en el corazón del continente americano dedicándose a la explotación extractivista
de los recursos naturales y de los indígenas andinos. Un país manejado por una
clase dirigente que se olvidó de las costas marítimas, aun antes de que Chile
decida en su marcha hacia la conquista del Perú anexarse al paso la costa
boliviana; con esta actitud, en la práctica fue siempre un país mediterráneo.
Un país mono productor, lejos del flujo del comercio internacional,
la industria y las ideas, un país con gran población indígena presa de una cultura
de sometimiento al líder, y ello desde las épocas el incario hasta las actuales
del pongueaje plurinacional.
Así como la clase dirigente vivió de la explotación de
los minerales y la mano de obra indígena, la clase media urbana en la sede del
gobierno, lo hace del empleo estatal y de los recursos y privilegios que se
pueden obtener del aparato del Estado.
Los otros pueblos, los que están aislados del complejo
minero y del Estado central, no existen y se las tienen que buscar por sí
mismos en la precaria agricultura y artesanía. Otros, con mayores habilidades mercantiles
se dedican en grupos masivos al comercio informal.
Con el Estado plurinacional se agudiza el Populismo, al
que se proclama como el gobierno del pueblo y de los indígenas, pero
manteniéndolos aparte y mientras más lejos mejor. Un Estado populista que ha
sometido a todos los poderes Republicanos a su voluntad (legislativo,
judicial, electoral, más la policía y ejército). Que maneja discrecionalmente a
las instituciones del Estado, eligiendo a los funcionarios por su adhesión
política y no por su mérito e idoneidad para el cargo. Que reparte prebendas, pegas
públicas entre sus seguidores, en un ambiente de discrecionalidad, coca, narcotráfico y otorga impunidad total a las
personas y grupos fieles al líder.
Un pueblo que profesa la cultura del populismo quiere
un Estado que le conceda bonos y prebendas, pero que no le exija ninguna
formalidad. Se ama al Estado que nos da la posibilidad de comer sin tener que
trabajar, que nos atiende cuando estemos enfermos y que castiga a los
empresarios, a los neoliberales, a los ricos explotadores y les expropia sus
empresas.
De ninguna manera nos gusta que nos cobren impuestos y
tampoco que por presiones internacionales e imperialistas, se controle el
contrabando, el comercio informal y se limite la coca y el narcotráfico.
En este ambiente y con esta experiencia, el pueblo mantiene
una absoluta desconfianza a las leyes y a las autoridades encargadas de
hacerlas cumplir, y para poder sobrevivir establece como estrategia de vida la informalidad. Informalidad
en todas sus actividades, buscando alejarse de la burocracia estatal
extorsionadora. Como su principal fuente de financiamiento utiliza los recursos
que vienen del exterior para ser blanqueados y aquellos generados por el
narcotráfico; estos son recursos millonarios y no figuran en las cuentas
nacionales.
Además, por la precariedad en su actividad todo lo
hace sin el mínimo cuidado por las normas de respeto con los consumidores y el
medio ambiente, pues su objetivo en este mundo de inseguridad es el lucro
inmediato.
Por lo general se tiene muy poco respeto a los
derechos de terceros y el cumplimiento de los deberes, es inexistente. Cuando personalmente
se cuestiona a los miembros de los grupos corporativos por su incumplimiento de
las leyes nacionales, ellos responden: esas son tus leyes no las nuestras. En
realidad las que asumen como suyas son códigos sindicales y grupales,
informales pero efectivos.
Esta práctica social a lo largo del tiempo genera en
el pueblo un conjunto de creencias cuya base generadora es la conveniencia y la supervivencia y con esto, la
informalidad crece y se masifica y el empleo informal ahora es mayor al setenta
por ciento.
Los grupos y movimientos sociales en su práctica
diaria, no reconocen los derechos humanos de los demás, aunque reclaman por los
suyos. Entre los derechos más violados está el de la libre circulación, ya que
la cultura del bloqueo forma parte del quehacer cotidiano y explotar dinamita es
parte de nuestra identidad. Otro derecho liberal, el de la libre expresión, es muy
poco reconocido y menos para los opositores y libre pensantes.
Encuestas realizadas y publicadas en la prensa,
muestran que los bolivianos perciben sólo tres derechos como importantes: los
derechos a la vida, al trabajo y a la educación. Otros derechos como los
llamados políticos y los de la propiedad privada, no concitan su interés.
La actitud típica de los grupos corporativos, es
desconocer las leyes y no acatar una decisión de la autoridad. La lógica es que
cuando se tiene el poder no es necesario respetar al otro y peor si es un opositor.
Se tiene la firme convicción que la autoridad es poder total y absoluto, por
ello se le mete nomas y que luego arreglen los abogados.
Como producto
de nuestra experiencia y de nuestra educación, en nuestra mente tenemos dos
mapas: el del modo en que son las cosas, o las realidades y
el mapa del modo como deberían ser, o los valores.
Para avanzar como país y como sociedad democrática, necesitamos
de valores y establecer un adecuado ambiente social, público y familiar. Un
niño actúa por lo que ve en su familia y su entorno y no por lo que sus padres
le dicen, por tanto el retorno a los valores es fundamental para la convivencia
en una sociedad democrática: la familia consolidada, el Estado de derecho, la
vigencia de las leyes, el respeto al otro, la exigencia de meritocracia en las
instituciones y la educación integral, entre otros, sigue siendo la receta.
ovidioroca.wordpress.com
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