Ovidio Roca
El periplo desde el carretón al avión.
Me crie en el campo, durante los años cuarenta
y en la Estancia San Lorenzo cerca de Montero Hoyo Departamento Santa Cruz, que
estaba en medio monte y a orillas del Rio Guapay. Allí el transporte se
realizaba con carretones con bueyes, los viajes a caballo y nos alumbrábamos
utilizando velas de sebo.
En esos años de la época
de mi niñez, vivíamos, felices y contentos en la Estancia, poco conocíamos lo
que ocurría a pocas leguas de allí y nuestra vida transcurría apaciblemente formando
parte de la vida natural, del entorno, con animales, pájaros, bichos y montes.
Yo había aprendido a montar a caballo, hacer hondas, solo la
palca pues el resorte lo traían del pueblo. Como nos alumbrábamos con velas de
sebo aprendí como se las fabricaba, desde sacar el sebo de las tripas de la
vaca y derretirla. Fabricar Jabón de lejía y también el Charque y usar la honda
para espantar a los suchas.
Hacer azúcar baya con el caldo de la caña molida en el trapiche, luego a hervir
en la paila y a la horma de barro greda, sellada por arriba con greda y con un
hueco por abajo para que escurra el barreno. La práctica educativa se manejaba
con cariño y colaepeji.
Preparar la comida era fácil, pacumuto en las brasas de todo lo
que corre, nade o vuele y diariamente el infaltable locro y majau de charque y
frutas de los diversos árboles y plantas.
En los últimos años de la Estancia, conocimos la radio
y escuchábamos en ella la BBC de Londres, música y noticias de lugares y países
que no conocíamos, ni sabíamos nada de ellos.
Tiempo después deje la Estancia y nos fuimos al pueblo para que yo
ingrese a la escuela y me civilice. Allí pude conocer la luz eléctrica, solo
durante tres horas en la noche, algunos jeeps y camiones y los zapatos manaco, más
duros que las abarcas. Las calles eran de arena y aún no había agua en las
casas por la que tenía que ir a comprarla a la vecina que tenía un noque. El
agua de las norias estaba totalmente contaminada.
Una época donde los
cambas futres, entre ellos recuerdo a mi abuelo Crisanto, en la tarde se ponían
sus sacos de lino blanco e iban a la Plaza Principal para escuchar la radio Electra,
por un altoparlante colocado al lado de la Pascana y asistir también al
espectáculo, en la vereda de la Catedral y durante las ventoleras, de los
calzones marca gallo.
Luego me traslade y viví en la llajta, donde conocí el tranvía, agua y luz en
la casa, calles asfaltadas y hermosas plazas y avenida. Después Buenos Aires la
gran potencia cultural y económica de esa época, la que se enriqueció vendiendo
alimentos al mundo que tenía su agro economía destrozada por dos guerras mundiales, y luego para
las Europas. Por razones diversas, viví dando saltos cuánticos e históricos.
Siendo adolescente, cuando ya vivía en la
Llajta, tuve la oportunidad de viajar por los ríos del Beni y conocer tiempos
históricos de tribus, aún más primitivas de las que ya había conocido. (Ver:
Vida cotidiana de los Chimanes, publicada en este blog).
Ahora en el siglo XXI vivimos un mundo
totalmente diferente, los niños prendidos al celular y cuando quieren algo para
comer no usan la honda y las brasas, sino que con un guasap piden que un
delivery se los traiga.
El conocimiento y las noticias que antes se la recibía de los viajeros
que pasaban por la estancia y de los viejos, tanto durante el quehacer diario y
especialmente en las noches cuando la gente se reunía para charlar y contar
historias. Esto ahora se lo consigue en solitario y sin necesidad de reuniones
y charlas, solo preguntando a la señora google que les da la respuesta en
segundos.
ovidioroca.wordpress.com
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