Ovidio Roca
En los regímenes populistas burocráticos, no existe el “Gobierno de las Leyes”,
ni son necesariamente los gobernantes electos los que ejercen el poder real. En
estos regímenes, el Estado de Derecho se ha diluido entre reglamentos,
regulaciones, circulares, prácticas y costumbres, las que por lo reiteradas se
han impuesto.
Bajo el populismo y el centralismo se constata que la burocracia crece, se
instala y prevalece. Una burocracia que es un fenómeno social y político, que condiciona
la vida pública del país y de la actividad privada y escapa a todo control. La
burocracia, por esencia es conservadora, cerrada, poderosa y contra ella solo
cabe la constante voluntad de golpear sus núcleos y romper los nudos con los
que han atado al Estado y a la sociedad.
Me comentaba Pukymon, un
amigo y compañero de caminatas: Imagínese que usted llega a ocupar algún cargo
de rango en la función pública del aparato del gobierno central, inmediatamente
cae en las entrañas y marañas de esa burocracia centralista y de la cual usted no
tiene la menor idea de cómo opera. Además, usted no tiene un equipo de
confianza y le imponen uno, del cual ignora hacia donde apuntan los interesas
de cada uno de sus miembros. Si para más yapa y como le ocurrió recién a
Jeannine, le cae una catástrofe, una pandemia como el virus chino para el cual
no se tiene el conocimiento ni los medios para enfrentarlo y para más yapa le
cae la peste masista que lo hostiga, ahí se lo regalo.
Escuchándolo y pensando
en Jeannine, una víctima de las circunstancias, una Señora que soportó y soporta heroicamente los
avatares y vicisitudes a las cuales ha estado y está sometida. Ella es
cuestionada y culpada de todo y por todos, todas y todes. Ella no puede
defenderse, es la culpable de aquello que cada uno se pueda y quiera imaginar y
de acuerdo a los intereses y traumas del acusador. Es muy fácil y cómodo para
quien no ha tenido experiencia de gestión pública y en general para algunas
personas conflictuadas, el echar la culpa de todo a otros y peor aun cuando ésta
persona se encuentra sola e inerme.
Esta es una situación muy
común para esos escasos profesionales de regiones ajenas a la sede del Gobierno,
que son elegidos por sus méritos o por diversas circunstancias y sin tener una
filiación política, han sido invitados a ocupar algún cargo en el aparato
público.
Al llegar a la sede del centralismo en la ciudad de La Paz, se encuentran con poco
oxígeno y un ambiente extraño: cientos de funcionarios burocráticos, sumisos,
pero impenetrables. Una burocracia de jerarquía inferior y bastante estable que
tiene lazos de cooperación y permanente información entre ellos, pero que no se
la brindan al extraño, al nuevo.
La ciudad de la paz, hermosa, panorámica y heterogénea,
pero en permanentemente en pugna, es la sede del gobierno Plurinacional y el
hábitat de la burocracia. En el siglo anterior se hizo una guerra federal para instalar
allí el centralismo y también la burocracia como una forma de vida.
Allí se produce una dinámica social, que expulsa a los
mejores y deja el campo libre a lo peor del rebaño, a los que no se preocupan
de otra cosa que no sea medrar en un partido, una estructura que favorece a los
aspirantes a burócratas, aquellos que no tienen educación y opiniones propias y
son buenos para aplaudir las decisiones de los jefes de turno, sea en lo que
sea y diga lo que diga el jefe, ya sea blanco verde o azul.
La estructura de
gobierno que encuentra el novato funcionario, es absolutamente vertical y los
funcionarios aparentan una actitud amable y sumisa a la jerarquía. Una
jerarquía rígida que va escalonada desde el portero, el chofer, el mensajero,
la secretaria, el Director etc., Todos los miembros de la burocracia se
comunican entre sus pares, se informan, apoyan y en apariencia respetan y se
someten a la jerarquía oficial.
Esta burocracia es el
verdadero poder paralelo y actúa según sus propios códigos, los que afianzan
sus poderes; cierran puertas y preservan sus tradiciones, operan con un potente
espíritu de cuerpo que blinda o al menos dificulta fuertemente cualquier decisión
o cambio.
En la práctica, incluso las más altas instancias del Estado se estrellan contra
el muro de la estructura burocrática, de allí que las decisiones de los nuevos
jefes con frecuencia se traben hasta el infinito en los informes, los memos,
las interpretaciones y la “jurisprudencia.”
Cuando el nuevo jefe, un
extraño para la burocracia llega a su oficina, no conoce a nadie y se encuentra
con el drama de adecuarse a los estamentos que dominan en la entidad, o eventualmente
puede animarse a emprender cambios o “revoluciones”, las que si no están
acompañadas de constante apoyo y voluntad política de los líderes políticos definitivamente
fracasarán. Si triunfa será por poco tiempo, porque las jefaturas nuevas y
extrañas son coyunturales y pasajeras, mientras los estamentos permanecen y
retoñan.
No es que la burocracia
sea totalmente negativa, incluso
en una nación de “leyes y no de hombres” se necesita de equipos de personas idóneas
que hagan cumplir las leyes.
Este problema de la burocracia no sería tan grave si existiera una verdadera
carrera profesional y los cargos hubieran sido otorgados por concurso público y
por mérito y existieran evaluaciones de desempeño periódicas y objetivas. De
esta manera el funcionario estaría vinculado a la institucionalidad por sus
méritos y la eficiencia en sus labores y no por servir a un político que le dio
la pega y del cual es fiel tributario.
ovidioroca.wordpress.com
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