Ovidio Roca
Las migraciones son una característica permanente
de la historia humana y muchas de ellas han facilitado el desarrollo de las
sociedades, enriquecido las culturas y civilizaciones y contribuido a la
evolución de los Estados.
La causa principal de la actual crisis migratoria latinoamericana
son los efectos nefastos del inviable modelo populista (amparado en su “derecho
humano”, Evo dixit, de gobernar indefinidamente). Las secuelas de su flagrante fracaso
económico y social está generando el éxodo de los ciudadanos quienes para
sobrevivir; miserables y desesperados migran hacia países democráticos más
prósperos y seguros; que por supuesto no son Cuba o Nicaragua.
En nuestra actual civilización del espectáculo, este proceso
migratorio ha tomado un matiz mediático y está promoviendo la discusión sobre
los derechos de los migrantes y no de las causas y soluciones de su exodo. Algunos
argumentan que migrar es un derecho humano, aunque muchos entienden que los
migrantes como toda persona tienen derechos humanos; pero ingresar ilegalmente a
otro país no es un derecho humano.
Cuando estos migrantes
salen de sus pueblos en busca de mejores oportunidades e ingresan masivamente a
otros países, ya de si superpoblados, inevitablemente provocan conflictos pues
ocupan los territorios donde otros ya viven; donde otros están instalados y por
lo cual estos tienen la necesidad y obligación de defender su territorio, su país,
su cultura y su forma de vida.
Cuando los migrantes llegan a cualquier país, la solidaridad funciona
cuando son pocas personas y la población condolida los acoge y ayuda; pero cuando esta migración es masiva empiezan las reacciones negativas, que luego son de ambas
partes. Se da
el caso de algunos migrantes que llegan a pueblos donde
no son bien recibidos y donde no los quieren, pero para sobrevivir buscan
desesperadamente “resolver”, hacer sus “negocios” y lo hacen con rabia
destruyendo, vandalizando, ensuciando y lo hacen como jaurías al ataque. Como
se dice “lo poco amansa y lo mucho espanta”.
Aunque las causas de esta migración, especialmente hacia los
Estados Unidos y los países latinoamericanos más estables son por demás conocidas; entre ellas la crisis económica en
sus países, la inseguridad, la violencia de las pandillas y maras, la corrupción
e ineficacia de los gobiernos, falta de trabajo y oportunidades, el cambio
climático y la sequía (entre otras); poco o nada se ha avanzado en encontrar soluciones
para detenerla. Se habla mucho y se hace nada y los analistas y políticos tratan
este problema mirando sus efectos y proponiendo contenerla con medidas
represivas, muros y prisión, pero eso no resuelve el problema.
“Mientras sigan existiendo
las condiciones de pobreza, con el agravante de la inseguridad y el crimen
organizado, las comunidades no van a permitir que los jóvenes se queden en sus
hogares de origen, sino que busquen condiciones de seguridad y luego de un
trabajo estable”, decía el Vicepresidente electo de El Salvador.
Constitucionalmente es
responsabilidad y obligación de los Estados, resguardar sus fronteras y solo
permitir el ingreso legal de los visitantes, los que luego de ingresados deben
respetar a la población, las leyes del país y su cultura.
Utilizando un enfoque “políticamente
correcto”, con visiones sentimentales que mezclan la ficción con la
realidad, es imposible encontrar y
aplicar soluciones y acciones prácticas que vayan al origen, a las causas del
problema. Por tanto en estos casos de éxodo
y migración forzada, la comunidad internacional democrática debe urgentemente tomar
medidas adecuadas y eficaces para evitar que tanto los migrantes como los países
anfitriones sean afectados. En esta dramática situación de crisis social y
política, el papel efectivo y practico de las instituciones internacionales y
los líderes políticos y sociales es atacar los orígenes del problema, especialmente
el hambre e inseguridad que impulsa la migración de millones de personas hacia
el paraíso capitalista.
La solución práctica para este drama, cuyo origen es la evidente inviabilidad económica y social de
los gobiernos populistas castrochavistas que devienen en dictaduras es: Extirpar a los malos gobernantes, empezando con
Maduro; instaurar un nuevo gobierno democrático, cambiar de modelo político y
económico populista hacia un modelo democrático liberal y esto implica: bajar
el gasto público como paso indispensable para poder crecer, reducir la
presencia del Estado en la economía y las empresas, combatir la corrupción,
reducir la burocracia cubriendo los cargos con personal idóneo y elegido por
mérito. En la coyuntura establecer programas de apoyo para reconstruir el
país, con planes de asistencia técnica y financiera, de organización,
educación, tecnología, producción alimentaria, salud, etc. y para esto se
contara con un decidido apoyo internacional, que lo hará como medida
profiláctica pues las masivas migraciones anárquicas complican la vida a todos.
El populismo destruye la institucionalidad y la moral de los
países, por lo cual debería pensarse en alguna modalidad de poner esos pueblos infectados, bajo la administración de
una institución, una empresa, para que los organicen, eduquen a su población con
valores y principios de libertad y responsabilidad, les enseñen a trabajar y
luego cuando se sanen y se gradúen puedan gobernarse solos.
ovidioroca.wordpress.com
1 comentario:
Muy buen artículo !!
Publicar un comentario