Tristán Roca y el consenso
popular lopista
28 DE AGOSTO DE 2016
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Investigador - Filosofía UNA
El escritor y
periodista Tristán Roca Suárez (Santa Cruz, Bolivia, 1826 - San Fernando,
Paraguay, 1868), fundador y director del primer periódico cruceño, La Estrella
del Oriente, fue diputado y prefecto de su ciudad natal hasta que, exiliado por
motivos políticos, llegó a Paraguay –donde dirigió El Centinela– hace ciento
cincuenta años, en medio de la Guerra de la Triple Alianza, para cumplir un
interesante y decisivo papel en la historia de nuestro país, en el que murió
fusilado.
Hace ciento
cincuenta años, en un momento clave de la Guerra de la Triple Alianza, llegó a
Asunción, a mediados de 1866, el doctor Tristán Roca, político e intelectual
boliviano. Tras la victoria de Curupayty en septiembre, las acciones bélicas
estaban en una fase de letargo, con el prestigio de Mitre deshecho y agudos
conflictos entre los líderes militares aliados, incluso entre Caxias y el
comandante de la armada brasileña, Tamandaré. Entre tanto, López necesitaba
encontrar un modo de conseguir que sus soldados siguieran desafiando su casi inevitable
destino. Roca, que tenía experiencia de periodista en su Santa Cruz natal,
publicó en El Semanario, el periódico oficial paraguayo, una elogiosa crónica
del triunfo en Curupayty que le valió el acercamiento al presidente, con quien
empezó a discutir sobre estrategias políticas.
El Mariscal era
consciente de que estaba ante una nueva etapa en la guerra. Había pasado la
euforia de la oligarquía comercial, que se había ilusionado en la fase ofensiva
en Corrientes, Mato Grosso y Uruguayana y ya era parte de un plan
definitivamente abandonado. Por otra parte, si bien se habían detenido las
acciones bélicas de la Alianza, también los intentos de mediación, de Chile y
luego de Estados Unidos, para poner fin a la guerra habían quedado por el
camino. Urgía un nuevo plan. Y allí entró la figura clave del doctor Tristán
Roca, que, con su experiencia como prefecto y líder de la Sociedad Progresista
de Bolivia, pasó a integrar el selecto grupo de asesores políticos de López
junto con el canciller José Berges, Natalicio Talavera, Aveiro, director del
archivo nacional, el inglés Thompson y los generales Barrios y Díaz.
Tanto en Asunción
como en Areguá y hasta en el cuartel general de López en Paso Pucú, Roca
mantuvo una intensa actividad que le permitió conocer profundamente el
pensamiento de los principales actores políticos del país. Supo de los anhelos
de la burguesía asuncena de comerciar los principales productos del país –yerba
mate, algodón, madera, ganado– en los mercados internacionales, y de su desacuerdo
con la continuación a cualquier precio de esta guerra totalmente opuesta a sus
intereses, y conoció las primeras disputas por el poder.
Pero, sobre todo,
como Talavera y Berges, entendió que se debía lograr el consenso entre las
clases populares, los soldados del frente de batalla, las mujeres del campo que
seguían produciendo alimentos, los trabajadores del ferrocarril, los de la
fundición, los marineros, los artesanos que seguían fabricando desde ropas
hasta ácidos de apepú para los telégrafos. Comprendió que había que apelar a
esa población, ajena a posibles negocios en el mercado internacional, sin
ningún interés en trabajar en los yerbales ni en las estancias particulares y
que luchaba por conservar su porción de tierra en la que seguir cultivando, sus
animales domésticos y su producción alimentaria familiar, sin otras
pretensiones monetarias. Por esa peculiaridad de Paraguay peleaban. Esa era la
gente a la que debía llegar el nuevo mensaje.
La inesperada
muerte del general Díaz apresuró la necesidad de llevar información a las
trincheras. Entre abril y julio de 1867, en plena guerra, surgieron cuatro
periódicos: El Semanario, El Centinela, El Cabichuí y El Cacique Lambaré. Por
primera vez circulaban en Paraguay periódicos ilustrados y periódicos en guaraní.
Roca era formalmente el director-responsable de El Centinela, que apareció el
25 de abril de 1867, definido como «serio-jocoso» y dirigido ya a ese nuevo
público de trinchera para buscar la cohesión de las clases subalternas de
Paraguay.
Cada uno de los
cuatro periódicos tenía sus propios objetivos. El Semanario, vocero del
Gobierno, dedicado a noticias y novedades formales, apuntaba a la élite de
Asunción. El Centinela, con sus grabados y análisis, también se dirigía a ese
público, pero la inclusión de páginas en guaraní denotaba ya la intención de
llegar a otro sector. El Cabichuí, totalmente satírico y con innovadores
grabados anónimos de artistas del frente de batalla, apuntó a lo más profundo
del combatiente y su familia. Finalmente, El Cacique Lambaré, totalmente en
guaraní, completó la estrategia comunicativa de ese particular Estado Mayor de
López, con Tristán como principal asesor.
Ese grupo trazó una
estrategia para comunicarse con los sectores populares realmente nueva y
definió perfectamente el objetivo de llegar con un nuevo mensaje a nuevos
sectores y no ya solo a los lectores de Asunción. El análisis de la necesidad
de fortalecer el consenso popular en torno al presidente, de lo imperioso de
buscar el apoyo popular a los posibles grandes sacrificios que se avecinaban,
supuso una tarea fenomenal en la que posiblemente el doctor Roca tuvo un papel
destacado.
De ninguna manera
cabe deducir, de la adopción de esta nueva estrategia política, que López
repentinamente se interesara por estos sectores en un acceso de sensibilidad
social; sí manifiesta una consciencia de las contradicciones existentes desde
hacía más de veinticinco años entre las aspiraciones populares y las de la
élite comercial y ganadera que poco a poco se iba convirtiendo en propietaria
de grandes extensiones de tierra. Contradicciones que el doctor Roca, con su
experiencia en Bolivia, y también en Brasil, donde había vivido exiliado, supo
reconocer. Roca también sabía que en Argentina, desde la dictadura del general
Rosas, se planteaba la necesidad de despojar de sus tierras a los indígenas
para lograr un aumento doble, de propiedad y de mano de obra, dos elementos
indispensables para una economía en expansión. De modo similar, contratar
trabajadores siempre había sido difícil en Paraguay por la preferencia general
de trabajar en la tierra propia, en la propiedad familiar.
Con la muerte del
general Díaz, y la de Natalicio Talavera, afectado por la epidemia de cólera en
el frente, la capacidad de análisis del grupo asesor se vio muy disminuida. Y,
al ser descubierta la conspiración contra López, Berges, el general Barrios y
el doctor Roca fueron detenidos y fusilados.
Al caer presos los
principales miembros de la oligarquía asuncena, los sectores populares no
reaccionaron ni los defendieron, sino que apoyaron al Mariscal. Por una curiosa
ironía del destino, esa fue la mejor prueba de su excelente trabajo de
comunicación, que había logrado formar un consenso popular lopista en contra de
la élite comercial.
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