Ovidio Roca
Aristóteles define al hombre como un animal político (zoon politikon) lo que significa que los
seres humanos necesariamente tenemos que vivir en sociedad, pues el Ser humano
no es solo algo biológico. Los seres vivos nacen genéticamente programados para
ser lo que son y no pueden hacer otra cosa más allá de su programa biológico; por
su parte el ser humano evoluciono desde su ser biológico hacia su ser social para
vivir y desarrollarse en una sociedad, que es un sistema de vida y no solo un
agregado de individuos.
La historia de la humanidad nos muestra que las poblaciones humanas establecieron un
lugar para vivir y fundaron un Estado que define las reglas de juego para la
buena convivencia. Estas poblaciones guiadas por sus elites se organizaron inventando
y conformando un orden social, establecieron normas, procedimientos,
jerarquías, religiosidad, estado de derecho y órdenes políticos y así pasamos
de la Horda a la Tribu, al Régimen Feudal, la Monarquía, la Democracia, el Comunismo
y ahí por delante. Este orden establecido no es solo subjetivo e individual,
sino que existe en el imaginario colectivo del grupo social.
Siguiendo esta lógica, modernamente
las Constituciones de los países democráticos
más desarrollados establecieron como funciones principales del Estado:
consagrar los derechos y deberes fundamentales de las personas, establecer los
límites al ejercicio del poder político y particular y las garantías para la
defensa del ciudadano, además de establecer pautas mínimas para la convivencia
pacífica y armónica, y por supuesto no contemplan el sueño de gobernar para
siempre.
Una constante de los
pueblos latinoamericanos es que buscan ser protegidos por líderes y caudillos y
su ideal es el Estado benefactor. Siguiendo este camino, en Bolivia hemos
entrado de pleno al populismo y al indigenismo bajo una perspectiva que mira al
pasado y como consecuencia en la época del “proceso de
cambio” ya no nos animamos a asumirnos como ciudadanos, personas con derechos y
responsabilidades ante la ley y ante nuestros conciudadanos y más bien nos
refugiamos en la tribu. Nos resistimos a construir un futuro con nuestro propio
esfuerzo y voluntad y nos cobijamos en la biología; queremos derechos no por
ser personas, ciudadanos, sino por ser: indígenas, negros, blancos, hombres, homosexuales,
mujeres, lesbianas.
El progreso de la
humanidad y los avances hacia una vida mejor lo modelan pequeños grupos de
innovadores que miran hacia al futuro y no los grupos que miran al pasado. Según
Ortega y Gasset, el valor de las elites (políticas, intelectuales) reside en su
capacidad para autoimponerse obligaciones y vivir al servicio de valores
exigentes, sin los cuales la civilización sería imposible.
En el siglo XXI los habitantes
de los pueblos que marchen en la senda del progreso necesitan asumirse como
ciudadanos de un Estado democrático y de libre mercado y avanzar hacia los
nuevos conocimientos tanto culturales como tecnológicos, como la informática,
la biotecnología, la inteligencia artificial, con lo que se lograran las capacidades
para conseguir una mayor calidad de vida. Los que se queden mirando al pasado
se enfrentaran a la extinción, por lo que el reto es asumir totalmente nuestra
responsabilidad plena; vale decir personas que habitan en un
Estado como sujetos de derechos civiles y políticos.
ovidioroca.wordpress.com
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