DE LA INSTITUCIONALIDAD
Y EL PROGRESO ECONÓMICO Y SOCIAL
Ovidio Roca
El Estado boliviano se
ha caracterizado por su debilidad institucional, lo que ha llevado a su
población a vivir en una permanente situación de anomia, de anarquía, donde
cada quien y especialmente los muy activos grupos corporativos hacen lo que les
conviene y cuando les conviene, en su propio y exclusivo beneficio.
Esta situación se da y
es producto de un país con una economía primaria exportadora, poco desarrollo educacional
y tecnológico y escasez de empleo formal; por lo que la gran población procura cada
día subsistir un día más, en una economía informal capitalista, brutal y despiadada.
La institucionalidad es el respeto a las instituciones, aquellos sistemas
que bajo imposiciones legales procuran ordenar y normalizar el comportamiento
de las personas; las instituciones trascienden las voluntades individuales y se
identifican con el cumplimiento de un propósito considerado como un bien común. De esta manera las instituciones sólidas
y bien estructuradas, crean orden, reducen la incertidumbre y proporcionan
una estructura de incentivos en una economía competitiva de mercado.
Estos veinte
años de populismo cocalero constituyen el legado de la “Escuela del Chapare”
que dicta cátedra sobre la técnica y cultura del bloqueo y actualmente como
parte de este folklore plurinacional, todos los días sufrimos huelgas, bloqueos
de vías de comunicación locales y nacionales, volteos
y extorsiones en las fronteras y presiones y chantajes de parte de los
grupos sindicales y corporativos, para que las maleables y acomodaticias autoridades
eventualmente hagan lo que el grupo de presión demanda, le interesa y le conviene.
Esta anomia y debilidad institucional de
nuestro país, se ha agudizado en los últimos veinte años como producto del
empoderamiento del populismo cocalero; un movimiento político que promueve el
enfrentamiento social y regional utilizando la demagogia y el racismo como
mecanismo de dominación por parte del grupo político dominante sobre el resto
de la sociedad mestiza, clases medias e indígenas bolivianas.
Cada día las personas denuncian
que se sienten acosadas por las autoridades y no creen que pueden reclamar sus
derechos acudiendo a las vías legales pues la
experiencia les ha enseñado que un policía, un aduanero, un militar están
prestos a usar su fuerza y armas para extorsionarlo. Tampoco confían en la
justicia pues se sabe que los fiscales y jueces aplican la ley por mandato del
grupo político dominante y que son comprables utilizando influencias y dólares
y que ocurre lo mismo con el resto de las entidades.
Lamentablemente el pueblo como producto de esta su experiencia, ha llegado a considerar
que la presión callejera es la única forma de conseguir de las autoridades
alguna repuesta a sus demandas y los dirigentes algunas coimisiones o algunas
pegas. De esta manera hemos llegado a una situación donde nadie confía
en nadie y menos en las autoridades del llamado orden público, y gran parte de la población termina por considerar el mecanismo de la
huelga y el bloqueo como el único medio para que se atiendan sus reclamos.
En este ambiente los distintos
sectores informales y empobrecidos, exigen su derecho a tener todo lo que anhelan
y esperan conseguirlo presionando al Tata Estado, a las Autoridades y para esto bloquean lo que pueden y con lo que
pueden, exigiendo su derecho a subsistir. Lo hacen ocupando veredas y
calles para instalar sus ventas y tenderetes, demandando su derecho a vender
artículos de contrabando, a producir y comercializar coca y sus derivados. En
otro ámbito de reclamos, también se pide tener las mismas tarifas de micros o
electricidad, desde hace veinte años; construir rompe muelles en las carreteras
nacionales, poder lotear y vivir en las áreas de basureros municipales, lotear
terrenos y propiedades privadas y públicas, defenestrar a un Alcalde y
cualquier cosa que al Dirigente Sindical se le ocurra ese día.
La historia de los
pueblos muestra que la
institucionalidad se construye cada día y así lo explican los entendidos: “la institucionalidad sigue un proceso sistemático de
consolidación (permanencia y uniformidad)
de conductas e ideas a través de medios e instrumentos (organizaciones y
normas) para alcanzar un fin social, cuya
expresión práctica se asimila como valores” ciudadanos.
El problema es que en este
ambiente de anarquía generalizada, los grupos corporativos mejor
organizados y más activos son los que se
imponen para conseguir el logro de sus intereses particulares, al margen del
interés de la sociedad y este es un proceso con el que no se construye
ciudadanía ni estado de derecho.
Sin embargo un aspecto
a destacar es que Bolivia, a pesar de ser un país de variadas culturas, nacionalidades
y carencia de institucionalidad, es un pueblo que aún no llega a extremos de
violencia. Tiene una cultura permisiva y una religiosidad festiva, lo que evita
esos enfrentamientos sangrientos producto del fanatismo y que con mucha
tristeza vemos ocurrir diariamente en los países islámicos.
El problema de todo esto, es que sin desarrollo
institucional y cultura ciudadana no hay
progreso y si no hay instituciones confiables, reglas del juego estables no hay
gobernanza, no hay confianza, no hay inversión, no hay trabajo, no hay paz ni tranquilidad
y por tanto no hay convivencia civilizada, ni se construye ciudadanía. Por esto
es que necesitamos de dirigentes, de personalidades notables que dirijan y
eduquen a la población en la senda del respeto a los demás y a las normas y que
de alguna forma aprendamos a elegir a Estadistas y a profesionales con base
ética y técnica para dirigir el Estado y las instituciones.
ovidioroca.wordpress.com