SENTIDO COMUN, EL MENOS COMUN DE LOS SENTIDOS
Ovidio Roca
Se dice que el sentido común es la facultad para
orientarse en la vida y que utilizándola nos ahorramos de muchos problemas. Al ser esta una construcción histórica no
es necesariamente común para todas las personas, pues es la historia de
vida y del saber vivir de un pueblo, aprendida en el día a día a golpes y
porrazos.
El sentido común nos enseña, por ejemplo, que es bueno
tener la persona correcta para cada función, tanto en los oficios como en la
burocracia. Cuando contratamos un técnico queremos que haga bien su trabajo y no
trate de engatusarnos; por eso buscamos el mejor mecánico, el mejor cocinero,
el mejor médico y todo esto al margen de
connotaciones raciales, religiosas u otras y lo elegimos buscando referencias
de la calidad de su trabajo y su honestidad, acudiendo a personas y
profesionales que lo conozcan.
Contratamos técnicos y los funcionarios para trabajar
produciendo buenos resultados, ya sea organizando, dirigiendo, ejecutando,
innovando y produciendo; los puestos (las pegas) donde no se genera un nuevo valor,
un buen producto y mejores resultados, están por demás.
Últimamente los
políticos hablan mucho de equidad de género y de raza, vale decir de las
características biológicas y no del ser humano integral, con sus valores, su capacidad
e idoneidad. Si de veras quisiéramos valorizar y promover a las personas, lo
lógico y práctico es dotarles de educación de calidad en lugar de promesas y discursos
demagógicos como esa muleta de la equidad, con la que desvalorizamos al
ciudadano que es capaz de lograr sus objetivos por su propio esfuerzo.
Por ejemplo, nunca pensamos hacer un plebiscito para
elegir el piloto de un avión, el comandante de un barco, los profesores de
matemáticas, los jugadores de fútbol, los gerentes de empresas o los
médicos, pero sí lo hacemos para elegir presidente, legisladores, jueces y
fiscales.
Estos últimos son las personas que en función de Gobierno,
definirán el destino del país, de su economía y el futuro de los ciudadanos y a
ellas las seleccionamos mediante elecciones populares, ya sean limpias o
amañadas y donde no interesa ni se verifica su capacidad, su conocimiento,
experiencia e idoneidad para el cargo que van a desempeñar.
Si aceptamos, que para la selección de los
funcionarios o servidores públicos lo que interesa es su idoneidad, tampoco debería
interesar si es pariente del caudillo o del portero, pues todos los ciudadanos merecen
la oportunidad de acceder a cualquier posición, eso sí, validos exclusivamente su
competencia, experiencia y mérito propio.
Eso de la obligación de
hablar una lengua originaria para acceder a un cargo público es sesgado, ilógico
y discriminatorio, pues si hay treinta y seis lenguas originarias, el solo
hablar una de ellas menosprecia las treinta y cinco restantes y de paso se
excluye a los candidatos de los llanos que solo hablan castellano.
Reiteramos que lo
indispensable para acceder a los cargos es hablar y escribir en el idioma
oficial del país, tener formación ética, méritos y conocimientos técnicos en el
ramo especifico de la función a ejercer y es deseable, aunque no obligatorio, hablar
el inglés que actualmente es la “lingua franca” internacional que permite la
comunicación con el mundo y la ciencia.
Si usamos el sentido común debemos concordar que necesitamos
elegir como Presidente del Estado, a un
Estadista con ética, visión de país, capacidad de gestión y no a un demagogo
carismático.
ovidioroca.wordpress.com
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