Ovidio Roca
Un “Jato”, un inmenso
chorro de corrupción inunda américa y va arrasando y destruyendo valores y
moralidad; mientras enriquece y sostiene en el poder a personajes carentes de
principios y de idoneidad; políticos hábiles para vender ilusiones, pero sin
capacidad ni calificación para dirigir y gestionar un Estado.
El grupo castro
chavista que gobierna el país usa a Evo Morales, un icono étnico creado para
conseguir la identificación y adhesión de los grupo sociales que han sido y se
han sentido excluidos. Este
poderoso grupo lo adula y manipula y a sus costas usufrutua del poder; divide
a la población boliviana usando falazmente el racismo y la discriminación,
aplicando eficazmente esa vieja estrategia de divide y vencerás.
Ahora la
demagogia del discurso étnico se cae una vez más, cuando vemos en la página web del Ministerio
de Comunicación (en ocasión
del día nacional contra el racismo y toda forma de discriminación) una
publicación con la imagen una cambita vistiendo polera con los colores de la
bandera cruceña y de shorts, chicoteando a una cholita de pollera. Bonita
forma de promover e incentivar el enfrentamiento regional.
Este Jato de dólares y el
uso de las fuerzas armadas y grupos sociales sostienen al modelo populista albanico
y en nuestro país al populista cocalero, el mismo que se
ampara en las clases indígenas y populares con el falso discurso del socialismo
comunitario y el indigenismo, mientras aplica un capitalismo de Estado y cobija
una burguesía parasitaria que le sirve y lo financia.
Aplican el estatismo y
desincentivan la iniciativa privada formal, con lo que desalientan y liquidan
la actividad productiva y como consecuencia las empresas privadas legales cierran
por falta de garantías y las empresas públicas fracasan por falta de viabilidad
y pésima gestión.
Ante esta situación gran
parte de la población boliviana para sobrevivir se dedica al cuentapropismo, al
comercio de contrabando, cultivo de coca, narcotráfico y cualquier actividad que les permita subsistir.
Los militantes
populistas permanentemente presionan y coaccionan a los empresarios formales y recién
cuando aceptan asociarse los favorecen con ventajas y privilegios; esto
mientras apoyen al gobierno y paguen las jugosas comisiones. Este sistema ha
generado esa ola de corrupción multimillonaria que cada día se denuncia en los
países de la ALBA: Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia y constituye la impronta
del populismo.
En resumen un populismo
que se caracteriza por su estatismo e intervención en la economía, que otorga bonos,
subsidios y privilegios a sus seguidores y palo a los opositores; que aplica
una política anti mercado, donde la firma de un funcionario público que
necesita ser aceitada, es la que define el éxito o fracaso de las empresas y no
su eficiencia económica y la satisfacción del consumidor.
Economistas y
licenciados del régimen justifican la corrupción indicando que antes también
habían corruptos (aunque no en la cantidad y la voracidad actual) por lo
cual la actual corrupción populista es justificable.
Los operadores e
ideólogos del populismo cocalero tienen un particular y demagógico enfoque de la
economía y de los problemas del país:
Tergiversan la
información económica gubernamental cuando miden la eficiencia de la gestión
pública por el porcentaje de la ejecución, más bien dicho del gasto
presupuestario, sin verificar la necesidad, calidad y viabilidad de esta
inversión.
Olvidan que el objetivo
no es gastar, engordar burocracia, sino invertir bien y con
redito económico y social, promoviendo para ello la educación, la creación
de empleo y no ofreciendo bonos.
En general la inversión
de los populistas está orientada al hardware (infraestructura y adquisiciones)
no al software (innovación, tecnología), pues su interés y preocupación está
dirigida a recoger con prontitud las comisiones que pagan las empresas y no
quieren perder tiempo con alentar procesos estructurales de mediano y largo
plazo.
La política monetaria
del gobierno mantiene un tipo de cambio fijo con lo que ha permitido la revaluación del boliviano
en relación al dólar; algunos economistas vienen proponiendo ajustar el tipo de
cambio, devaluar el peso boliviano para hacer más competitivas las
exportaciones y encarecer las importaciones y el contrabando.
Esto es bueno, pero al
decir de los economistas serios la solución no es solo devaluar, hacer flotar
el tipo de cambio y olvidarse de
solucionar las ineficiencias estructurales. Por lo tanto el actual es un debate
parcial pues reiteramos, ninguna medida financiera, cambiaria o monetaria aislada,
puede ser sustituto de las reformas estructurales, las que el gobierno no tiene
el mínimo interés en realizar.
La cultura del populismo no es una cultura del trabajo
de la innovación y el riesgo, más bien nos hace dependientes del Estado, de una
burocracia que asume el rumbo de nuestra vida, de nuestros bienes, de nuestro
futuro y esto continuara así, mientras no asumamos nuestras responsabilidad de
construir un mejor futuro para todos y en este nuestro país.
ovidioroca.wordpress.com
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