Ovidio Roca
Pese a que la receta castrochavista es la misma, cuando
se la cocina en hornillas y ambientes diferentes: diversa estructura productiva,
institucionalidad poca o nada consolidada y amplia y permeables fronteras para
el contrabando; el condumio, el locro, tiene sabor diferente.
La receta populista contempla como objetivos: control
total del poder, eliminar la separación e independencia de poderes, estatizar
la economía, desconocer la democracia. Para esto aplican sistemáticamente la
represión y embaucan y embrutecen a la población mediante el temor y una permanente
desinformación, haciéndoles tragar una visión sesgada del mundo; ejercen una férrea
represión y someten a los
librepensantes con el uso de la fuerza pública, de los mecanismos judiciales, los
movimientos sociales, los colectivos y grupos paramilitares, los que usan para amedrentar
al pueblo.
Últimamente con su
proyecto de “Empresas Sociales”, el Gobierno quiere ilusionar y conquistar a las
burocracias sindicales confiscando y expropiando los bienes de los
empresarios; de esta manera con mucho palo y poca
zanahoria, los países castrochavistas disciplinan, domestican y doman a la población.
Los países donde cunde
el populismo, son por lo general extractivistas y viven de los recursos
naturales, aunque el mayor problema es que no saben generar riqueza, malgastan los
recursos que reciben, no ahorran y hacen pésimas inversiones, solo guiados por
las jugosas comisiones y la corrupción.
Actualmente los castrochavistas luego de gozar por más
de una década la bonanza de los buenos precios de las materias primas, de los
hidrocarburos y minerales, están entrando en crisis y es en Venezuela donde, por
ahora, esta se muestra con mayor dramatismo.
Bolivia al igual que Venezuela tiene una economía
primaria y extractivista y los populistas cocaleros usan la misma receta ideológica,
más locoto y aderezo indigenista. Pero como cocinan en una hornilla diferente y
para un pueblo cuentapropista y sacrificado la economía se muestra por ahora más
estable. Una explicación para esto sería la existencia de un ambiente de economía
mayoritaria informal más un pueblo pobre y desesperado que lucha por sobrevivir;
microempresarios que no recurre a la banca para obtener las divisas para sus
actividades comerciales pues las obtiene de los dólares provenientes del narcotráfico;
fronteras permeables al tráfico de todo tipo de mercancías. Todo esto permite
un modelo de supervivencia que muestra una aparente estabilidad económica y
social, la misma que se mantendrá siempre y cuando no se afecte a sus pilares
fundamentales: mantener la economía informal y el tráfico de coca cocaína.
Aunque con algunos pro
y muchos contra, la economía de la coca tira para largo: su cultivo estrella
sirve de "seguro agrícola", de colchón, para los otros cultivos del
pequeño productor campesino y a su vez el circuito coca cocaína genera los
recursos con el que se financia ese amplio mercado del contrabando (actividad que
constituye la mayor fuente de empleo del país) de todo tipo de mercancías, desde
alimentos, ropa usada, electrodomésticos y vehículos chutos, con que surten al
pueblo.
Algunos analistas
económicos señalan que el negocio de la coca cocaína genera divisas de libre
disponibilidad de entre dos mil a cuatro mil millones de dólares al año y
que estos recursos son los que alivian la presión de la demanda de divisas
sobre el sistema financiero oficial.
La crisis del modelo
populista cocalero está latente, la gente la siente en el estómago, en el
bolsillo, en su seguridad personal, en su perspectiva de futuro, pero se
la esconde, se la ignora y por tanto no existe y como dice el licenciado: estamos
blindados ante cualquier situación.
Este modelo por sus
características atrae a los carteles de la droga, genera violencia, destruye físicamente y moralmente a la
población, por lo cual el cambio hacia la democracia y hacia una
economía formal, innovadora y sostenible, es nuestro difícil y duro desafío.
ovidioroca.wordpress.com
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