DESAFIO GENERACIONAL, EL CAMBIO DEL PROCESO DE
CAMBIO
Ovidio Roca
El país vive una sensación de bonanza económica y se
señala como una muestra evidente de esta nueva riqueza, los miles de edificios
y urbanizaciones que se construyen en el eje central, El Alto, Cochabamba, Santa Cruz; la ingente cantidad de vehículos
que abarrotan y obstaculizan el tráfico de las estrechas calles de nuestras
ciudades; de los restaurantes y karaokes todos los días atestados y sobre todo
de los miles de mercados colmados de todo de lo que se fabrica o falsifica en
el planeta y traído de contrabando.
Y no vemos lo que es deseable para el país, una
población educada, un entorno de seguridad jurídica efectiva y miles de
empresas productivas, innovadoras y
competitivas generando empleo, abasteciendo al país y exportando al mundo
nuestra producción nacional.
Advertimos que se ha echado por la borda la
valorización ética del trabajo creativo y vemos como mucha gente se enriquece
usando su falta de escrúpulos, sus contactos gubernamentales, y practicando una
forma de economía especulativa, delictiva e insostenible, que conspira contra
el sano y sostenible progreso económico del país.
Pero una cosa que hay que reconocer del Gobierno, es
que en ninguna otra época se generaron condiciones como las actuales para el enriquecimiento
fácil, sin límites, ni restricciones para sus cercanos colaboradores y amigos.
El gobierno ha sido claro al declarar reiteradamente
que tiene como meta la estatización de la economía y la desaparición de las
empresas privadas formales; a pesar de que la experiencia diaria nos muestra
que las empresas estatales no solo están mal proyectadas y son adquiridas con
sobreprecio, sino que por esencia su visión no es maximizar utilidades siendo
competitivas, sino generar pegas para la militancia, multiplicar
las ganancias para su burocracia y beneficios políticos para el régimen. Nos
queda claro que lo hace para no tener una clase económica e ideológica que le haga
frente.
No debe extrañar entonces, que algún funcionario
público haya declarado que el objetivo de las empresas estatales no es ganar
dinero. Obvio, ellos buscan sus propios beneficios, como puestos muy bien
remunerados para ejercer funciones que desconocen, y si las empresas estatales
pierden dinero, no hay problema, pues no existe dueño privado que los eche a
patadas por incompetentes. Es entonces el pueblo, el contribuyente, quien tiene
que pagar con sus impuestos o con el impuesto inflacionario, las pérdidas de
las empresas públicas.
Aunque bastantes
“empresarios” y gente de clase media despotrican tibiamente contra el gobierno,
“en el fondo de sus bolsillos”, son militantes masistas y cada día sacan provecho
de la actual situación de informalidad y anomia. Situación que puede
mantenerse en la medida que permanezcan altos los precios de las materias
primas y siga fluyendo el chorro de dólares del narcotráfico, de la pichicata.
Pues con plata se puede disimular, hasta la pésima conducción económica.
Pero como el ciclo económico es imparable, a medida
que caen los ingresos de las exportaciones, también lo hace la economía formal
y los ingresos públicos; entonces el gobierno para mostrar crecimiento, necesita
aumentar las estatizaciones e incentivar la economía informal y de paso al
narcotráfico, que es el proveedor de los dólares.
A su vez, para frenar la protesta social se endurece
la política represiva; los opositores son apresados y exiliados; las pugnas
entre carteles de narcotraficantes y las ejecuciones en las calles se
multiplican, la inseguridad aumenta, la pobreza crece y el país se hunde
en la violencia y la anarquía.
La diferencia entre un país responsable y uno populista,
se muestra cuando los ciudadanos saben distinguir exactamente entre su propia
conveniencia y lo que conviene al país y muchas veces son capaces de anteponer esto
ultimo. Igualmente los empresarios de un país desarrollado y exitoso entienden que
no es posible progresar sosteniblemente si el país en su conjunto no lo hace.
Un nuevo gobierno con proyección nacional y visión de
futuro, necesariamente mirara más allá de la coyuntura y tratará de poner orden
en este desastre nacional, lo cual significa que la nueva burguesía cocalera y
masista perderá sus beneficios.
Y esto aterroriza a la cúpula gobernante, que siente
terror por un cambio hacia la democracia y la economía de mercado; no quieren
oír de ser nuevamente ciudadanos comunes y sin privilegios, temen perder los
autos oficiales, quedar sin guardaespaldas, sin secretarias, sin gastos
reservados, sin cadenas nacionales y sin medios públicos a su servicio.
Y peor aun, sin aviones, helicópteros, ropajes, casa, comida y chola gratis, pues aunque demagógicamente
tratan de confundir al país con su predica populista e indigenista, es evidente
que lo que los guía es su afán de poder y riqueza.
Los empresarios filo masistas, apuestan también
a la continuidad del régimen y procuran acumular ganancias mientras este dure; importándoles
poco lo que pase con el país en el futuro, y sin saberlo coinciden con lo dicho
por Madame de Pompadur, “Después de nosotros, el diluvio”.
El asunto es como salir de esta situación, con una oposición dispersa, sin partidos políticos orgánicos. Con frentes opositores que no logran ponerse de acuerdo entre ellos por problemas de personas y sin alguien o algo que logre captar la adhesión y confianza de la ciudadanía.
Y como no es cuestión de esperar al Chapulín
Colorado, los que se juegan su futuro y deben ganárselo son los jóvenes, los de
la actual generación y están obligados a decidir si quieren vivir en un país de
leyes y de principios, creando las oportunidades para un verdadero desarrollo, o
caminar hacia un Estado forajido.
Ustedes mismos tienen que defenderse, y cuentan con
el apoyo de sus madres y abuelas, pues la historia nos ha mostrado que son las
mujeres las que siempre han puesto el espíritu y el pecho en las más difíciles
circunstancias.
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