“Es absurdo pedir a los dioses
lo que cada uno es capaz de procurarse por sí
mismo”. Epicuro, año 300
AC.
Ovidio
Roca
La plaga del populismo
narcotraficante y vinculado con el crimen organizado trasnacional, recorre América
y tiene infectados a Cuba, Venezuela, Argentina, Nicaragua, Méjico, Bolivia. Ahora
para mejorar y ampliar su espacio y la logística del negocio cocalero, apelando
a su discurso rojo y a su mágico polvo blanco, avanza sobre Perú, Colombia y
Brasil, pues aspiran a dominar América y lo van consiguiendo.
Ellos saben que manejando este inmenso territorio pueden, con su demagogia y el
polvo blanco, obnubilar y dominar el mundo.
Los populistas saben
que las personas que no tienen libertad de pensamiento son fáciles de manipular
y que con los actuales medios digitales es mucho más fácil hacerlo, influyendo
sobre la forma en que las personas piensan actúan y sin que estas ni siquiera
se den cuenta.
Estos demagogos interfieren fuertemente en el funcionamiento de la democracia, la
que se ha reducido exclusivamente al acto de votar, un voto que por lo demás no
es transparente. Poco les importa la esencia de la democracia y su contenido
integral, de libertad, igualdad y fraternidad, pero a nosotros si debería importarnos.
Los populistas tienen su
receta para manejar al pueblo y los Estados, una receta que se ha aplicado
muchas veces y que ha dado poder, gloria y dinero a un puñado de dirigentes y sumido en la miseria
al pueblo.
Ellos nunca asumen responsabilidades por sus desastrosas acciones, sino que echan
la culpan a otros: a la oposición, al Imperio. Por eso cada promesa sigue
calando entre sus seguidores; además el ofrecimiento de la suprema felicidad y
la utópica igualdad social, los convierte en una especie de salvadores.
Estos dirigentes, una
vez encumbrados en el poder de cada país, rápidamente cambian la Constitución y
las leyes, centralizan todos los poderes y corrompen toda noción de democracia.
Ellos manejan y aplican una visión de sociedad y economía; un modelo populista
estatista donde no solo se controla la economía y la propiedad privada, sino
que utilizando el aparato del Estado digitan, ordenan y deciden todo.
En contraposición de lo
anterior, hace poco escuchamos un discurso renovado y
motivador de Santiago Abascal, al cierre de la campaña electoral de Vox en
Madrid: “Demos gracias a nuestras madres y a
nuestras abuelas que nos han enseñado a defender el Bien, la Verdad y la
Belleza: los trascendentes del ser”.
Este es un discurso atípico y destacable, que puede sonar ridículo a los
populistas, pues no hay ofertas de bonos, hospitales, carreteras, empleos
públicos y odio al imperialismo. Solo principios y valores trascendentes, todo lo
contrario de aquello que escuchamos todo el tiempo, de la verborrea de aquellos
pajpakus que sintiéndose iluminados (por los dólares y el vil metal) prometen
salvar al pueblo, solucionar sus problemas y satisfacer todas sus necesidades.
Sabemos que todo lo que se produce tiene un costo y un esfuerzo y esto
significa que las ofertas de regalos y dadivas al pueblo, tienen que ser
satisfechas robando el trabajo de aquellos que lo imaginaron, lo hicieron, lo
fabricaron. Aunque muchos saben que estas promesas son pura demagogia,
prefieren creer e ilusionarse que escuchar a quien repite aquello que hace
2.300 años, afirmaba Epicuro.
Ante esto y
precautelando el futuro de las familias y el país, los demócratas propugnan algo
diferente y sostenible, algo que requiere de esfuerzo y responsabilidad. Es la
receta democrática liberal y que es todo lo contrario a lo que postulan los
populistas.
Se trata de un modelo de mercado, de propiedad privada, de libertades
personales y económicas individuales.
Un modelo que para mantenerlo y preservarlo requiere evitar las reelecciones
indefinidas, garantizar la alternabilidad y respetar las instituciones
democráticas.
Evitar y combatir la corrupción, la violencia y la desigualdad.
Garantizar la libertad de expresión y opinión, el libre ejercicio del
periodismo y de los medios de comunicación y todo esto es sinónimos de
democracia.
Y una tarea fundamental, pero de alta peligrosidad, es la de combatir
activamente el narcotráfico que está vinculado con el crimen organizado
trasnacional y que es el gran enemigo de la vida y seguridad de los ciudadanos,
de la democracia y del medio ambiente.
ovidioroca.wordpress.com
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