Ovidio Roca
En el 2006, el MAS
inicio su gestión de gobierno aplicando una receta socialista, populista y
estatista que llamó Proceso de Cambio. Una receta que lleva invariablemente al
mismo puchero (lloriqueo): destrucción de la libertad ciudadana, de la
institucionalidad, de la economía, la ética y la cultura de vida de los ciudadanos.
El Proceso aplica el Capitalismo de Estado y se
orienta hacia el extractivismo de
productos naturales y minerales, bajo la creencia populista de que la riqueza
es un producto que se extrae, que se explota y no una creación de la cultura, de
la innovación y el trabajo humano.
Se crea una enorme
burocracia de partido y como consecuencia se dispara el gasto público y los subsidios.
Las
instituciones se agrandan, engordan y pierden en calidad, eficiencia
institucional y honestidad de los funcionarios.
Cada día se fabrican miles de
leyes y reglamentos que sirven para que la burocracia ya sea judicial, policial
o administrativa se enriquezca, atemorizando y extorsionado al ciudadano y como consecuencia crece la informalidad, el
contrabando y así la carga impositiva solo recae sobre unas pocas empresas
formales que penosamente subsisten.
Los escasos opositores que logran
acceder al control democrático de alguna institución pública son continuamente
boicoteados y desestabilizados, hasta que logran defenestrarlos, encarcelarlos o
exiliarlos. Esta práctica genera
una situación de precariedad, debilidad, inseguridad e inestabilidad de las
instituciones.
Esto es lo que se llama Proceso de Cambio (pero no para mejor), que modela
en la población una cultura de anarquía, huelgas, bloqueos, destrucción de la institucionalidad
y sobre todo entroniza la desconfianza.
Como resultado el pueblo no confía en las autoridades ni en las
instituciones y lo hacen con razón, pues saben que éstas solo responden al
dinero y las órdenes del poder y esto conduce finalmente a una total ausencia
de confianza en las leyes, normas e instituciones.
La población formada en este ambiente no respeta las normas ni a las
personas, ahora diariamente pululan grupos de agitadores que no argumentan ni
justifican sus demandas; solo exigen y su único argumento, su razón, es la
fuerza.
Cuando el Gobierno tomo el poder el año 2006, coincidió con una
época de buenos ingresos nacionales (por los altos precios del gas y los
minerales) por lo que de inmediato entra en una borrachera de gastos y
corrupción. No se piensa en el futuro y pese a que
le aconsejaron la creación de Fondos de Ahorro e Inversión (como los Fondos Soberanos
que manejan varios países europeos) siguiendo la lógica de ahorrar en “época de
vacas gordas”. Recordemos que esto es lo que aconsejo José al Faraón de Egipto,
un consejo que no le dio el Licenciado al Faraón Chapareño.
El Gobierno populista
es centralista, se apropia de alrededor del setenta por ciento de los recursos
del país y mantiene bajo su control a todas las instituciones de Estado. A
nivel local los grupos corporativos con aval del Gobierno hacen exactamente lo
mismo y se enquistan en las instituciones y las manejan para su provecho. Utilizando los recursos recibidos por el gas, más los del gran endeudamiento,
realizaron malas y corruptas inversiones para
gusto del Jefazo y ganancias y comisiones para sus seguidores: coliseos,
canchas de fútbol, museos, palacios, aviones, helicópteros, son juguetes para
solaz del Faraón Chapareño.
El MAS viene adoctrinando a la población diciéndoles
que el Estado es el principal proveedor y el Faraón andino el único
distribuidor de dadivas y castigos y que la forma de conseguirlo es con su
adoración y apoyo abyecto; o en la versión Chapareña, con el reclamo movilizado
pues el que no llora no mama. Una práctica en total contraposición
con lo que se entiende como función de un Estado Democrático, cual es
garantizar el pacto social y contribuir al bienestar, la paz y seguridad ciudadana.
No
logran entender y tampoco les interesa saber, que con los inmensos recursos a
su disposición en estos trece años, tuvieron la oportunidad de transformar la economía
prevaleciente; primaria, extractivista y volcada a las materias primas, hacia
una economía diversificada, de modernas tecnologías y de prácticas ambientales
sostenibles. Tampoco entienden, y esto por ser contrario a su visión ideológica,
la importancia de tener un Estado mínimo, regulador y un sistema de mercado que asigna los
recursos; modelo que llevó a los países del norte de Europa a alcanzar para sus
ciudadanos, uno de los más altos niveles de bienestar y progreso.
Ahora que viene la época de las vacas flacas y
de pagar las deudas, la difícil tarea que corresponderá realizar al próximo
Gobierno es bajar el gasto público, mantener la disciplina fiscal y monetaria,
reestructurar el Estado, disminuir la cantidad y mejorar la calidad de los funcionarios
públicos y aplicar un sistema tributario que no castigue al contribuyente. El
objetivo es que la economía gane en competitividad; evitar que se deprecie la
moneda y que los salarios reales crezcan por esa mayor productividad de la
economía. Esto demanda creatividad y esfuerzo y a la larga construye economía
sostenible y bienestar ciudadano.
Por la experiencia vivida sabemos que el pueblo de mentalidad populista, se opondrá a esta receta de trabajo y
responsabilidad y lo hará “hasta las últimas consecuencias”, como lo vemos hoy en
la Argentina. Un dato preocupante sobre la enfermedad populista y la estupidez
humana, lo vemos en Venezuela un país que sufre una de las peores miseria y
crisis social, y cuando la gente es consultada en un setenta por ciento dice
que el Estado debe manejar la economía y las Empresas públicas.
Sin embargo no todo
está perdido, frente el vacío y la inconsistencia de una oposición que
aparentemente claudicó en la lucha contra el populismo, la autocracia y la
impostura, surge una nueva generación; jóvenes que usando las nuevas tecnologías de
información y comunicación están conformado las plataformas ciudadanas, unos
nuevos espacios democráticos y de participación en las que hablando de una
forma clara y valiente le dicen al gobierno, que Bolivia dijo No, que están
violando la Constitución y los principios democráticos. Ellos son persistentes,
creativos y con un nuevo lenguaje han conseguido la sintonía con los
sentimientos de la población. Ahora corresponde pasar de la denuncia y la
protesta hacia la propuesta y la consolidación de una alternativa de conducción
del país.
“Yo soy
un masista, un politiquero de doble discurso, hablo del proceso, proceso de cambio, pero no cambia nada.
Antiimperialista, pero vende patria, no hay nadie como yo”. Canción del folklore plurinacional.
ovidioroca.wordpress.com
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