RECUERDOS DE ANTAÑO, CULTURA Y NATURALEZA
Ovidio Roca
Los de mi generación en el oriente boliviano,
que estamos a la corta dado que pocos veremos el fin de la segunda década de
este siglo, pudimos conocer y convivir con una cultura austera, de poco consumo
y en medio de una naturaleza exuberante y diversa.
Una infancia en la cual la tinaja, el
tacú, el baquitú, el molinillo, eran utensilios de uso diario y que se
construían en la casa, solo se compraban herramientas que duren por siempre.
Ahora para mis nietos, estos utensilios son objetos folclóricos y decorativos. Entre
tanto el plástico invade todo y todo es desechable.
El disfrute estaba en convivir con la
familia y amigos y en plana naturaleza y así conocimos ríos y arroyos de aguas limpias
que podíamos beber sin problemas, naturaleza en su máximo esplendor con cientos
de capiguaras y ciervos de largas cornamentas corriendo por los bajíos,
parvadas de patos, de garzas, de todo color y plumaje; interminables montes de
árboles centenarios y llenos de vida y color.
Por mi afición a la ecología llevaba
frecuentemente a mis hijos, luego nietos
y ahora mis bisnietos, al campo para que conozcan y se reconozcan
como parte de la naturaleza y de la biodiversidad. Para ello, desde que
aprendieron a caminar, salíamos a disfrutar en Santa Cruz del rio Piraí en lo
largo de su cuenca, pues las aguas eran limpias y el ambiente seguro. Vivimos
en Buena Vista y disfrutemos del Parque Amboró, de los ríos Surutú, Yapacaní e
Ichilo, en los que también navegábamos. Abrimos sendas y cuidamos de la
naturaleza en el Refugio Ocorotú (que
pretendimos sea una reserva de la biodiversidad), pasamos vacaciones en los
lagos de Santa Rosa de la Mina y paseamos cuando se podía en los parques de la
ciudad de Santa Cruz. Conocimos el Beni, sus ríos y bajíos, el Chapare y sus
arroyos cristalinos y también el lago Titicaca y sus hermosas islas llenas de
historia y paisaje.
Es lamentable saber que esto terminara desapareciendo
en algunos años y el desequilibrio ambiental obligara a la gente, una minoría con
recursos y poder, a vivir en bunkers, bajo tierra en cómodos habitáculos y
conectados a sus aparatos electrónicos, mientras en la superficie los menos
favorecidos sufrirán los impactos, la muerte y destrucción por efectos del
cambio climático.
El problema es que no concebimos una
economía y una población que no crezca y la posibilidad de reducir el consumo a
lo esencial, con bienes de calidad y que dure lo máximo. Una economía ecológica
y de tecnología virtual, que no produzca basura y no contamine. Un mundo que
cuide el equilibrio de la naturaleza pues “la tierra no es una herencia de
nuestros padres sino un préstamo de nuestros hijos”.
Una sociedad que en su vida diaria realiza
una práctica ecológica, no como moda o para aparecer en los medios plantando un
arbolito, sino como una forma de vida.
ovidioroca.wordpress.com
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