DEMOCRACIA PLURINACIONAL
Ovidio Roca
Relato sobre las trágicas ocurrencias en la vecindad de
cocalandia, comarca donde los dólares no crecen en los árboles pero si en los
arbustos, esperando que nuestros nietos y bisnietos entiendan lo que nos sucedió
y no debe repetirse.
Es muy común el deseo que alguien satisfaga nuestras
necesidades en lugar de hacerlo con esfuerzo y responsabilidad propia; por eso escuchamos
con satisfacción las promesas y ofertas de un futuro mejor (aun sin la
seguridad de que estas serán cumplidas), pues la esperanza es siempre más atractiva
que la realidad.
Esto nos ayudaría a explicar el por qué los pueblos
eligen gobernantes populistas, maestros en endulzarles los oídos y también el
por qué no quieren enterarse (pese a la experiencia propia y de los vecinos) que
cuando se acaba la riqueza producida anteriormente, se acaba la fiesta. Poco les
interesa adoptar y promover las prácticas y la cultura del trabajo, el ahorro y
la creatividad propia de los países prósperos y productivos, aquellos donde quieren
migrar luego en busca de mejor vida.
Una vez más la fiebre del populismo se extiende por Latinoamérica,
con su versión sesgada de una democracia electorera y permanente reelección de sus
caudillos. En Bolivia ocurre lo propio con su versión plurinacional, que se
caracteriza además por su énfasis étnico, sindical y corporativo, y donde siguiendo
el libreto se impone la masa con sus intereses inmediatos y se atropellan los
derechos humanos e individuales.
En cocalandia, la anarquía y el estatismo conviven:
por un lado grupos sindicales y corporativos que se manejan bajo sus propias
normas y por otro; los dueños del Estado plurinacional burocrático y
centralizado. Un tercer componente son las reducidas clases medias con ideas
democráticas; ellos son más o menos liberales e individualistas pero carentes
de organización y viven asediadas por el estatismo y el sindicalismo.
Esto tiene ocurrencia en un país de economía primaria
y de bajo nivel tecnológico; extractivista y mercantilista, que no logro
establecer una economía industrial y se
maneja bajo un modelo económico dual, en el que conviven: emprendedores
informales (viven al margen de las leyes) y cuya fuente de recursos se vincula
con el circuito de la coca, el contrabando,
el comercio informal, y por otro lado, quienes usan el estatismo para su
beneficio (viven del Estado).
Todo esto en un Estado en el cual, con el producto
industrializado del negocio cocalero se financia y facilita la economía informal de
contrabandistas, chuteros, cooperativistas mineros, comerciantes y negociantes de
toda laya, que se expanden por todo el país y allende las fronteras.
El grupo palaciego populista, de mestizos blancoides, maneja
tanto el aparato del Estado como al presidente indígena, quien disfruta a lo
grande de su rol. Los palaciegos con gran habilidad política y vinculación
internacional, especialmente con el Foro de Sao Pablo, han copado y bastardeado
las instituciones republicanas y las centralizan en manos del Ejecutivo; manejan el aparato del Estado y sus
mecanismos de coerción y captación de recursos económicos y están absolutamente
convencidos que son los propietarios de las instituciones y sus bienes, los que
usan a su arbitrio. Una muestra de ello es que se informa oficialmente a la
población que solo destinaran dineros, que son públicos, cuando las autoridades
locales sean afines y tributarias al grupo de poder.
Esta percepción es aceptada y favorecida en el país por
la generalizada creencia de la población, producto de la mentalidad estatista
que ha prevalecido en el país; que quien
asume, quien gana o compra una función pública, lo hace como propietario de la
institución y sus recursos. No se percatan que en los países de democracia
avanzada, las personas que ejercen los
cargos públicos lo hacen como servidores públicos, funcionarios que son
pagados por los dineros del erario nacional para administrar las instituciones con
honestidad, eficiencia e idoneidad y en beneficio de la ciudadanía.
En su práctica gubernamental, el grupo de poder aplica
siempre el mismo libreto; una política económica estatista, irracional y
perniciosa y que funciona mientras existen recursos que gastar y gocen de las
ventajas circunstanciales de los altos
precios de las materias primas. Como verdadero gobierno populista, prometen falazmente
una distribución igualitaria de la riqueza que no produjeron; contrario al liberalismo y el sentido común,
que indica que los ingresos se producen y se ganan.
A su paso destruyen el sector productivo nacional, generando
inseguridad para la propiedad privada; aplican mecanismos para controlar las
exportaciones de las empresas; manejan
la política cambiaria promoviendo el contrabando y desincentivando a los
exportadores; expropian empresas, las burocratizan y las quiebran; hacen
inversiones con grandes sobreprecios en proyectos mal diseñados y peor
localizados y solo guiados por las comisiones y algún interés regional, por lo
general cocalero. Con todo esto, se afecta a las empresas productivas, se
incentiva la informalidad y se destruye la producción.
Como producto de esta nueva realidad económica y
política, actualmente se encumbran en conflictivo equilibrio, dos grupos
sociales; los indígenas aimara quechua y el grupo mestizo palaciego. El mito de lo indígena lleva al Presidente a
afirmar en sus declaraciones internacionales: “en Bolivia mandamos los indios”.
Una afirmación errónea, pues debería decir: aquí manda un grupo palaciego
blancoide y algunos mestizos aimaras asimilados que los sirven.
Los ideólogos plurinacionales manipulan la opinión
pública: con las mayorías indígenas usan el discurso indigenista y con
prebendas captan a los movimientos
sociales y grupos de interés corporativo para afirmar su poder. Hacen
crecer una burocracia estatal donde los más incompetentes son los que
administran las empresas e instituciones y a su vez, como parte de la
estrategia de control territorial, el gobierno cocalero moviliza desde los
andes hacia las llanuras a grupos de colonizadores “mitimaes aimaras y quechuas”
para ampliar su dominio territorial, político y económico sobre las regiones
mestizas del oriente.
Para manipular a los indígenas, los ideólogos
populistas usan hábilmente el mito del presidente indígena, muy conveniente en
un país de mayoritaria raigambre aimara y quechua y con el cual muchos se
sienten representados y reivindicados. Se trata además de un líder que surge
desde las bases sindicales, de una realidad económica emergente, la de los Sindicatos
y Federaciones de cocaleros, el nuevo poder económico de los grupos informales
que son mayoría en el país.
A continuación, los emborrachan de pachamamismo y para
ello en los actos oficiales que se realizan cotidianamente, utilizan prácticas
ritualistas, culturalistas y folclóricas (fruto del sincretismo de lo aimara y quechua
con lo occidental) y así vemos, para la foto, a la nueva oligarquía indígena andina
con vestidura presuntamente autóctonas y el infaltable sombrero europeo, que
asumen erróneamente como marca de lo indígena.
Como todos los populistas, sufren de la alucinación
del presente, por la que piensan en términos lineales y no ven las consecuencia
más allá del aquí y ahora, o quizá no
les importe, pues como alguien dijo en Francia, “después de mi el diluvio”.
Hasta ahora y en Bolivia, este modelo populista que
algún llunku llama Evonomics o el milagro boliviano, ha funcionado gracias a anteriores
decisiones de inversión y actuales altos precios de los hidrocarburos y
materias primas; más el hábil uso que hacen del Presidente Morales, un icono
que expresa con gran éxito los mitos, deformaciones y falencias del país y que
los ideólogos populistas manejan a su arbitrio.
Después vendrá el diluvio y si queremos preservarnos y
sobrevivir necesitamos construir una alternativa, un gran “arca” democrática y
ahí precisamos de las universidades, los intelectuales, los políticos honestos
y sobre todo de la ciudadanía democrática, para generar un gran alternativa al
populismo cocalero y evitar el desastre anunciado.
ovidioroca.wordpress.com
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