CAUDILLOS, BURÓCRATAS Y ECONOMÍA DE MERCADO
Ovidio Roca
En los ricos países nórdicos, es común ver a los
Ministros llegar a sus oficinas en bicicleta, oficinas funcionales y nada
lujosas. Por lo contrario, en los países pobres del sur, el Presidente compra
el avión más caro y lujoso, helicópteros y vehículos de alto precio para
realizar sus insulsos paseos por el mundo, o los más apreciados, por las
canchas de fútbol chapareñas. Se le construyen palacios y museos para exaltar su
ego, gastando en ello inmensos presupuestos públicos, mientras en los
hospitales no hay ni curitas y la educación camina hacia el paleolítico.
Solo cuando se sienten con el control y manejo total
de la situación los caudillos revelan su verdadera personalidad y su carga de
traumas y complejos. Un ansia de poder que no se satisface sólo con tenerlo, ni
con disfrutar de las mieles del poder, sino que necesitan que todos lo perciban
y que se sometan a él, que le teman por ser poderosos e impunes, que lo amen,
que lo admiren.
Es el delirio de los caudillos del castro comunismo,
cuyo ego crece a medida que los subalternos los ensalzan y sintiéndose todopoderosos
buscan imponer y controlar todo y a
todos. Y en procura de mantenerse por siempre en el Gobierno, usan los recursos
económicos y medios punitivos que les da el Estado y arman con la complicidad de jueces y fiscales, todo
tipo de tramoyas y casos judiciales para destruir a quien ose cuestionarlos o piense
distinto.
En nombre de la dignidad adoptan poses de matones y amenazan e insultan a todo el mundo,
especialmente a los líderes de los países más poderosos, pues saben que estos
no cometerán el error de afectar a todo un pueblo, por estas sus bravuconadas.
Por ello se puede asegurar, que el peligro más
grande que padecen los países atrasados, está en la ignorancia y psicología
sociópata de los líderes que los subyugan y manejan, y la inacción de sus
ciudadanos inermes y aterrorizados.
En este contexto cabe destacar un problema de la
economía, típico de los países infectados del virus populista Alba, cual es la
obsesión de los dirigentes y la burocracia gubernamental por regular el
mercado, los precios, el tipo de cambio, pues se sienten más inteligentes que
los millones de personas que con sus compras diarias y buscando la mejor opción
del mercado, lo regulan automáticamente.
En cualquier tipo de economía de mercado, podemos
observar que los precios de los bienes y servicios están conectados
directa o indirectamente entre sí, como una red, una telaraña que abarca la
totalidad de la economía. Explican los economistas, que estos precios se forman
como producto de una infinidad de transacciones e interrelaciones que se dan
dinámicamente.
Los precios de un bien tienen que ver directamente
con los precios de los insumos necesarios para producirlo; con el costo de los
factores como capital, trabajo y tecnología; con el régimen de salarios y de
impuestos, etc. De forma indirecta con los precios de los bienes alternativos o
substitutos con los que tiene que competir, y también con el costo previsible de
la obsolescencia de bienes y medios de producción, fruto del avance tecnológico.
En economías desarrolladas como la del Japón y
Estados Unidos, se utilizan alrededor de 100 millones de productos diferentes,
lo que dan origen a 5.000 trillones de combinaciones de precios relativos. Y son
los votos monetarios de las personas, que diariamente y en busca de su mayor
beneficio y satisfacción generan esos trillones de transacciones, los que
finalmente determinan los precios y el rumbo de la producción. Por lo tanto pensar
que una burocracia lerda y sin formación e información pueda señalar el rumbo a
la economía es un tremendo absurdo; pues lo único que esta burocracia logra hacer
bien, es establecer controles de tipo de cambio, de exportaciones, de precios
máximos y con ello desestructuran el
orden económico y causan desabastecimiento y pobreza.
En 1776, Adam Smith en su libro La Riqueza de
las Naciones, ya nos explicaba que es lo que guía el rumbo de la economía.
“Cada
individuo está siempre esforzándose para encontrar la inversión más beneficiosa
para cualquier capital que tenga [...].
Al orientar esa actividad de modo que produzca
un valor máximo, él busca sólo su propio beneficio, pero en este caso como en
otros una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en sus
propósitos [...].
Al perseguir su propio interés frecuentemente
fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de hecho intentase
fomentarlo”.
Dicen que el mundo es un inmenso escenario, donde se repiten las mismas obras y los mismos personajes, a veces como drama, como sainete o como tragedia. Y es interesante e ilustrativo observar estos personajes: Algunos actores en papel de intelectuales infalibles, declaman recetas ideológicas socialistas, mil veces fallidas. Otros actúan como salvadores y las aplican haciendo fracasar al país y su economía y esto se repite, una y otra vez. Pero lo más peligroso es que la gente aún les cree y los sigue.
Dicen que el mundo es un inmenso escenario, donde se repiten las mismas obras y los mismos personajes, a veces como drama, como sainete o como tragedia. Y es interesante e ilustrativo observar estos personajes: Algunos actores en papel de intelectuales infalibles, declaman recetas ideológicas socialistas, mil veces fallidas. Otros actúan como salvadores y las aplican haciendo fracasar al país y su economía y esto se repite, una y otra vez. Pero lo más peligroso es que la gente aún les cree y los sigue.
ovidioroca.wordpress.com
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