Ovidio Roca
Ha retornado el
populismo cocalero y se nos viene a la mente la trágica experiencia de los
migrantes del populismo latinoamericano, huyendo de la violencia y de los
gobiernos dictatoriales. Son millones de pobres y desesperados, que buscando
como sobrevivir salen huyendo de sus países hacia aquellos más desarrollados,
más seguros, exitosos y menos corruptos. Esta masiva migración ilegal causa
malestar en los países donde llegan y donde son rechazados.
Son poblaciones víctimas de los sistemas políticos populistas, de gobiernos
estatistas, centralistas, depredadores de los recursos naturales y destructores
del ecosistema; de gobernantes corruptos e incompetentes, incapaces de trabajar
y menos crear una economía productiva sostenible y que con discursos
demagógicos engolosinan al pueblo ofreciendo bonos y subsidios.
Los países
desarrollados hacia los cuales migran estos desarraigados del populismo, aunque
saben del problema y sus orígenes, dejan que el mismo siga creciendo y para justificarse
dicen hacer algo, pero “trabajan en los resultados y no en las causas”. Tratan
de frenar a los migrantes, pero no atacan el origen del problema, que son los regímenes
dictatoriales y corruptos de los que huyen los desarraigados y que para
ayudarlos hay que extirpar y superar.
Venezuela es un ensayo mundial de este sistema y hoy está
en el ojo de la tormenta. Allí se está determinando el futuro de la humanidad y
lo que pase en Venezuela decidirá lo que pase en América Latina y en
el Caribe. Un país con las mayores reservas
de petróleo en el mundo y que ahora gracias
al populismo, cinco millones de personas huyeron y cuatro millones de familias buscan
leña para cocinar, hurgando en lo que pillan. Maduro instruyó que pasen los
carros con leña distribuyendo dos astillas por familia, pero no pernil, ni arepas.
La estrategia de la izquierda es enfrentar y dividir
la sociedad. Estos días hemos visto este radicalismo en Chile, que suponíamos
una sociedad estable, lo propio ocurre en Colombia y lo veremos en Bolivia y
Argentina. Decía Ortega y Gasset: “Cuando
la sociedad se escinde en dos, deja en absoluto de serlo, se disocia (…) y dos
sociedades dentro de un mismo espacio social son imposibles”.
El desafío para Arce es dejar de lado el populismo y
el narcotráfico y por el otro los compromisos con el eje Irán, Cuba, Venezuela,
Rusia y China y dedicarse a gobernar con eficiencia y con libertad. Milagros
pueden darse, lo vimos con Lenin.
ovidioroca.wordpress.com
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