Ovidio Roca
En las primeras horas de la mañana frecuento
un Parque de la ciudad; luego de caminar y hacer algún ejercicio me siento a
descansar, charlar con los amigos y disfrutar de la naturaleza: unos cientos de
árboles, algunas docenas de aves y un par de ardillas.
Más
tarde llegan los perros, de todas marcas y modelos, vestidos y engalanados de
acuerdo al clima y la ocasión; aparece también
por allí, algún adicto digital que enfocado en la pantalla de su teléfono
ignora los árboles, los pájaros cantores y a esa extraña gente que camina sin celular
y hace ejercicios.
Retornando al claustro, veo en los alrededores
del Parque y en las aceras, personas con mascarillas y presas de su teléfono
celular; ellos no me ven pues no miran a su alrededor, están mirando fijamente
la pantalla de su smartphone
y manipulando rápidamente las teclas. No están aquí, sino en un otro mundo
digital; no tienen contacto visual o verbal con las personas, esas que eventualmente
pueden decirle algo que no les gusta y que quizá los confronten. Les gusta vivir
a su manera, pues es mucho mejor la ficción que ellos construyen, que crean y
controlan, que la dura realidad.
Se comenta del ser humano como una criatura temerosa, que
cuando el miedo lo vence busca el rebaño y la unión con los otros miedos y se asegura de poder aguantar la tensión en este mundo
altamente conflictuado y ahora agobiado por la pandemia y el enclaustramiento.
La mente humana construye su zona y nicho de confort; un espacio que
conoce de principio a fin y en el cual controla casi todo y encerrado en
esta su cueva,
solo reconoce y acepta aquello que le da
seguridad y placer, una actitud que también la limita e impide ser libre, crecer
y avanzar.
La reacción de la población ante el desafío de esta
nueva pandemia y la nueva economía internacional con la que tenemos que
convivir y competir, es aferrarse a lo conocido; el retorno a la tribu, a los
caciques y las mieles del populismo. Son verdaderos rebaños, que eventualmente
pueden reaccionar violentamente pero que en manos de unos buenos pastores
cocaleros y con mano férrea, se las puede conducir aunque como siempre con
algunas dificultades.
ovidioroca.wordpress.com
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