Ovidio Roca
Estamos frente a una definición electoral y en
momentos muy difíciles para todos nosotros. En diez días más y en los tres
minutos que toma llenar una papeleta vamos a decidir en qué país vamos a vivir;
nosotros, nuestra familia y vecinos durante los próximos cincuenta años. Elegiremos
un gobierno sólido y eficaz; uno blandengue que se despatarra en pocos meses o
un gobierno de populistas y narcotraficantes. Votaremos pensando en un
gobernante que tiene capacidad y experiencia para manejar el Estado y que sabrá
elegir un equipo de operadores eficaces o buscaremos el que nos cae más simpático
o siguiendo una consigna.
Para quien se haga cargo del Gobierno, será cómo
manejar un cacharro destartalado en una carretera llena de huecos y en plana
lluvia; por lo que necesitamos de un buen chofer, mecánicos y ayudantes
experimentados para ir arreglándonos de cualquier manera para avanzar.
Hasta hace poco, Bolivia vivió de la producción
de los yacimientos de gas natural encontrados en la década de los noventa del
siglo anterior, que coincidió con la mayor alza de precios del petróleo de la
historia y ahora esto se acabó. Los masistas mintiendo como les es habitual
dicen que la plata la hicieron ellos, en realidad se la robaron.
El que se haga cargo del país y con buenas intenciones
(no para dedicarse al narcotráfico y traer a los Carteles internacionales), va
a tener graves problemas; tiene que arreglar el desastre económico, sanitario,
institucional y esto sin plata. Tendrá que hacerlo con una población seducida por el populismo que prefiere escuchar
una mentira alentadora, antes que la realidad generalmente dura y cruel; una población acostumbrada a
bloquear por todo y por nada y una agrupación política cocalera y
narcotraficante decidida a hacerle la vida imposible al gobierno.
Hacer el trabajo de reconstrucción del país será como operar a un enfermo grave
y sin anestesia; este se resistirá gritará y golpeará con todo y los galenos
como corresponde tienen que tratarlo con respeto y profesionalismo.
El reto de construir un
país viable y sostenible, se lo ha dicho y repetido muchas veces, implica salvar
la economía, recuperar la democracia, dar respuesta a los efectos devastadores del
coronavirus. Para empezar, ahora sin plata y endeudados hasta el jopo, se tendrá
que bajar
el gasto público y la burocracia y reducir los impuestos; para atraer las
inversiones se necesita generar
confianza y esto implica el
Estado de derecho, institucionalidad estable, leyes justas, libertad de
expresión, separación de poderes y garantías a los derechos humanos. El
siguiente gran paso es la pacificación nacional, pues sin pacificación, sin
reconciliación, sin integración nacional, no es posible el desarrollo.
Los populistas dicen demagógicamente y algunos le
creen, que el Estado puede crear riqueza automáticamente y esto para poder
repartirla, no toda, según su voluntad e intereses. La gente lo cree y exige
desembolsos del Estado, de las gobernaciones y alcaldías y estas no saben de
dónde sacar la Plata. Este año sin los ingresos del gas tendrán ingresos
menores al cuarenta por ciento de los del pasado año y ahí por delante.
Se ignora o no se quiere saber, que el Estado no crea riqueza, sino que la incauta
de la actividad empresarial privada, chica o grande y que cuando se endeuda, los ciudadanos son los que tienen que pagar
las cuentas.
Los populistas cuando se apoderan del Gobierno y
cuando están eufóricos o desesperados, es decir siempre, se endeudan y luego
emiten moneda lo que sin respaldo genera inflación y eso roba sus ingresos al
productor y a los empresarios. Pregunten a nuestros vecinos de Venezuela y
Argentina, gobernados también por Castrochavistas y Kitchneristas, como les está
yendo con la devaluación. Como referencia, un dólar antes de Chávez se cotizaba
en 4.30 bolívares. El 5 de Octubre 2020, el nuevo billete de 100.000 bolívares
vale solo 23 centavos de dólar.
Olvidamos o no queremos entender, que el Estado somos
nosotros los ciudadanos responsables, los que trabajamos para generar la
riqueza. Que un Estado democrático funciona cuando los ciudadanos diseñan,
convienen y respetan un texto Constitucional y normas para convivir pacífica y
armónicamente. Un Estado en el que ejercemos plenamente nuestras libertades
individuales y donde todos cumplimos con nuestras obligaciones. Donde se
trabaja produciendo, innovando y generando riqueza, en libre competencia, cooperación
e intercambio de bienes, servicios, ciencia, artes, etc.
Esto lo sabemos, pero suena a trabajo, esfuerzo y esto es muy duro y aburrido;
las promesas populistas son mejores. “Si todos juntamos el aceite quemado de la
cocina y se lo entregamos al candidato masista Arce el solucionara el problema”.
Así lo expuso en su programa de gobierno, créanle y Jallalla Evo.
ovidioroca.wordpress.com
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