Ovidio Roca
El populismo es una
enfermedad moral que se ha virilizado en las poblaciones latinoamericanos,
destruyendo las instituciones, la economía y sobre todo la dignidad humana,
pues la población considera que no puede valerse por sí misma y que necesita
del Estado populista para que le satisfaga sus necesidades. Mientras más larga es la enfermedad, más larga
y complicada es la convalecencia, el cuerpo esta deteriorado, las defensas bajas
y los ánimos por los suelos; la sociedad domada y domesticada, mueve la cola y
pide al amo bienes gratuitos de educación, salud, seguros de vejez; pide avanzar
para que todos seamos iguales, pero de manos de una burocracia estatal y no
como fruto de la libertad y el esfuerzo individual.
El populismo actúa como
una droga y genera adicción, es como el tabaco, el alcohol, la cocaína, el
crack y cada una más fuerte que la otra, por lo que cuesta mucho salir de su
adicción.
En estos días hemos
visto la reacción de la población, en Ecuador, en Chile y también en la Argentina,
ante la eliminación de subsidios de la gasolina y del transporte, esto nos
muestra que cualquier decisión que afecte los costos básicos de vida de la
población, como tarifas de transporte y gasolina subsidiada, los exacerba y ellos
explotan.
Da mucho que pensar,
que en uno de los países de mayor nivel de ingreso y menor nivel de pobreza de Latinoamérica,
como es Chile, las protestas por el alza de unos centavos en el billete del
metro hicieron explotar un sentimiento de frustración de una ciudadanía que se
siente al margen de la senda de desarrollo y que reacciona de forma salvaje
contra todo y contra todos. Se observó en las calles masas exaltadas que no respetan
al prójimo ni a sus propiedades y los queman, roban y destruyen. Ha
desaparecido el respeto a la autoridad; una autoridad que a su vez no se hace
respetar y tampoco hace respetar las leyes y a los ciudadanos.
Seguramente detrás de todo esto hay grupos populistas de interés internacional y una ideología impulsando este estallido; una que cree que el Estado liberal es el enemigo, que la democracia es represora y que ve la propiedad privada como una fuente de problemas.
Al
contrario de este modelo populista y que está arraigado en la mente de la masa,
los liberales demócratas apuestan a la persona, a la libertad y proponen
soluciones bajo el modelo de economía de mercado: Una economía competitiva y con
un mínimo de regulaciones para liberar la capacidad de innovación de la gente;
un tipo de cambio monetario equilibrado, un bajo nivel de endeudamiento, sistema
tributario y gasto público reducido y sin déficit fiscal ni
financiero. Se postula como valores ciudadanos, que trabajar por tener una mejor
calidad de vida es lo justo y necesario y que la cultura ciudadana entiende y
acepta que existen derechos y obligaciones; que todo tiene su costo y que la
vida en sociedad exige responsabilidad, respeto a las leyes, a las personas y
al fruto de su trabajo.
El problema es que en la mentalidad
populista no entra para nada el “principio de la escasez”, del que deriva el concepto
de costo. Un costo que nadie quiere pagar. Macri intento
aplicar en argentina una economía de mercado y además afirmó que en su gobierno
no se robó ni se abusó del poder. El problema es que en su gobierno para comer
había que laburar, mientras que en la receta populista, “Kristina roba, pero
para comer, no hay que laburar”. Los argentinos son adictos al peronismo, a
veces intentan escapar pero pronto vuelven al vicio, hasta el Papa no puede
dejarlo.
Por tanto aplicar en
estos nuestros países una cura económica de tipo liberal, sería casi imposible
por la resistencia de la gente adicta al populismo. Una experiencia boliviana nos
muestra que en la época de la UDP (años ochenta), cuando la crisis llego al
extremo la inflación se comía los salarios
y dejo a la gente apabullada y dispuesta a aceptar soluciones dolorosas
con tal de salir del problema. En ese momento se necesitó y se encontró un
Estadista con ideas claras y con la fortaleza para aplicar medidas de shock a
un paciente que estaba tan desesperado que acepto aguantar los dolores de la
cura. El paciente se curó pero luego de varios años (2006) llego una peste
castrochavista y el pueblo se infectó nuevamente de populismo.
Actualmente vivimos en una nueva
sociedad, la sociedad de la tecnología y la información donde todos estamos
conectados y mal o bien informados, pero seguimos gobernados con normas ya
agotadas y que no responden a estos tiempos ni a los intereses y motivaciones de
las actuales generaciones. Nos enfrentamos a un mundo globalizado, otros
problemas, otras realidades y otra mentalidad de la población, por lo que se necesitan
nuevas soluciones. Sin embargo existe poca preocupación de los dirigentes
políticos para entender y satisfacer las necesidades de esta nueva era y esta
nueva ciudadanía.
Ahora se necesita rápidamente una cura, hay que buscar un buen Doctor y una nueva y mejor receta. Varios países la encontraron; se trata de ir, ver, aprender y luego aplicarla de acuerdo a las características del paciente, pero sin dudar; también se puede preguntar a la Señora Google o a Siri.
ovidioroca.wordpress.com
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