Ovidio Roca
Cabe preguntarse cuál es el secreto
de esa letal fascinación por el populismo que nos induce a votar por ellos, aun
cuando conocemos tanto aquí como en otros países los nefastos resultados de su gestión
gubernamental.
Un pueblo,
dicho en términos sencillos, procura un sistema de gobierno que nos permita
vivir juntos y en paz, respetándonos los unos a los otros y a la propiedad
fruto de nuestro esfuerzo y nuestra creatividad. Mejor aún si le añadimos un
poco de “salud, dinero y amor”, más arte y cultura.
Y en cuanto al sistema
para lograrlo; la democracia es el modelo que ha demostrado ser el menos malo, aunque
sólo puede funcionar cuando cada quien toma consciencia de su propio valor como
persona y no enajena ninguno de sus derechos y obligaciones, menos aún el de
elegir libremente a sus representantes en elecciones libres, informadas y
transparentes. Algo que no debemos olvidar en las elecciones del próximo mes de
Octubre.
Los demagogos
populistas dicen a los electores aquello que quieren oír; son expertos en jugar
con las ilusiones y temores de la gente y en ofrecer recetas mágicas para su
vida, no siempre susceptibles de ser cumplidas. Se especializan en reforzar sus
miedos y sus odios, en crear el enemigo necesario y afinar técnicas comunicativas
para aderezar la información (verdadera o falsa). Su mejor negocio es el uso de
la propaganda demagógica y la posverdad.
El populismo ofrece
estas ilusiones de progreso, de manos del Estado y con mínimo esfuerzo de
nuestra parte. El sistema funciona y florece mientras hay dinero para repartir
(materias primas e incurriendo en masiva corrupción y narcotráfico) pero sale
en retirada sangrienta cuando éste se acaba, pues surge el temor de los líderes
populistas de ser juzgados y obligados a rendir cuentas de sus latrocinios, por
lo que intentan atrincherarse y mantenerse en el poder a como dé lugar. Por
esto una definición practica del populismo es: “proyecto político demagógico que sacrifica el futuro por un presente
efímero”.
Lo más
grave es que la corrupción y la incapacidad de los gobiernos populistas
dictatoriales, más el narcotráfico y los carteles terroristas inherentes al
sistema, tornan inviables los países y luego la gente escapa buscando un lugar mejor
para vivir. Cuatro millones de venezolanos desesperadas recorren angustiados por las
américas buscando algo que comer y cuando llegan por miles a los países, saturan y colapsan los
servicios públicos y crece la molestia de los nacionales por esta invasión a su
espacio, con lo que empieza la reacción de rechazo contra los migrantes
desplazados.
Al respecto, cada día vemos y leemos del
desastre y miseria que sufren los
venezolanos, cubanos, nicaragüenses con la peste populista y esto nos conduele,
pero consideramos que esto no pasara con nosotros (pese a que aplicamos el
mismo modelo) y nos justificamos diciendo que cada pueblo y país es diferente,
por lo que esto no nos ocurrirá.
En Bolivia se nos dice que está
presente y es endémica la peste populista “LinevoH1N1”,
por lo que es necesario vacunarse para evitar esta enfermedad que es mortal y
virulenta, pero no lo hacemos. Esto se explica porque nadie aprende por
experiencia o dolencia ajena, e insistimos en seguir la misma senda de los
países que aplicaron el modelo económico y social populista con nefastos
resultados.
El modelo populista
cocalero se caracteriza en lo político, por ser estatista, caudillista,
centralista y en lo económico, extractivista que vive de la explotación de recursos naturales. Al aparato
del Estado se lo usa en actividades de represión y compra de apoyo político con
bonos y negocios turbios y para gastar los recursos públicos en empresas industriales
fracasadas para el país; pero que son negocios bien remunerados y bien comisionados
para los dirigentes.
La variante populista cocalera
promueve además, una economía informal basada en la coca y el narcotráfico y
eso hace que lo apoye esa población vinculada al contrabando y la informalidad,
con lo que finalmente el modelo se constituye en el ambiente ideal para los carteles y mafias
internacionales de la droga y la violencia.
Es hora de
que empezamos a entender que la
democracia liberal es el único sistema que garantiza la convivencia armoniosa, la
legalidad y el desarrollo civilizado y controla mediante separación e
independencia de poderes la corrupción desenfrenada de los caudillos populistas
y pseudo democráticos. Se
dice que no hay Maduro que no se pudra, ni Cabello que no se caiga, ni Evo que
no sea expulsado del paraíso. Hagamos con nuestro voto en Octubre que esto
sea cierto en Bolivia.
ovidioroca.wordpress.com
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