CORRUPCIÓN Y DESPILFARRO POPULISTA, LA HERENCIA
Ovidio Roca
Como nunca antes, en las dos últimas décadas y por
todo el ALBA se extendió una dilatada marea de corrupción; la que vista a vuelo
de “pajarito chiquitico” se la ve negra de petróleo, verde de coca y con potencia
de “lava jato”. Son tremendas olas populistas que transportan valijas
llenas de blanca, de verdes y las entierran en narices, monasterios y
paraísos fiscales.
A su vez, proliferan cada vez más las telenovelas y culebrones de terror, sexo y corrupción, en versiones chavistas, evozapatistas, kitchneristas, lulistas, las que son el diario vivir de estos pueblos adictos al populismo y ocupan el temor y la mente del pueblo.
A su vez, proliferan cada vez más las telenovelas y culebrones de terror, sexo y corrupción, en versiones chavistas, evozapatistas, kitchneristas, lulistas, las que son el diario vivir de estos pueblos adictos al populismo y ocupan el temor y la mente del pueblo.
Ahora cuando la marea de precios y negocios
millonarios baja, queda el hambre y la miseria y la gente no tiene seguridad,
ni que comer y surge entonces la anarquía y violencia. Es el legado del
populismo en su periplo latinoamericano siglo 21.
Antes del ALBA y del Estado Plurinacional y durante los
veinticinco años de gobiernos democráticos (1981 al 2005), los diferentes gobernantes
bolivianos, manejaron como presupuesto estatal cerca de 91.000 millones
de dólares. En esa época los Presidentes tenían un periodo de gobierno de cuatro
años y no había re-re-elección.
El actual gobierno por su parte en diez años, según informa
la prensa, ha recibido y gastado más de 150.000 millones de dólares, gracias a
una coyuntura de vacas gordas, a la que hay que sumarle un millonario
endeudamiento.
Como los gobernantes no le hacen y poco le entienden a
la producción, a la economía y la gestión pública, aunque mucho a la demagogia; en su búsqueda de redito
político le encomiendan al Jefe que además de viajar en Jet privado y jugar
futbol, se dedique a inaugurar proyectos.
Son proyectos impulsados por el gusto y capricho de
los jerarcas y las jugosas comisiones. Así tenemos canchas de futbol de pasto sintético,
obras monumentales en el pueblo del Jefe, Palacios fastuosos, inversiones en plantas
de fertilizantes lejos del mercado, plantas separadoras de gases y líquidos que
no operan, aeropuerto en el Chapare el tercero más grande (y Potosí?), fábricas
de papel y otras en la capital cocalera del Estado Chapareño. Son todos proyectos
truchos, que carecen de estudios serios de viabilidad, de oportunidad, de
mercado, de tamaño y localización adecuada, lo que no es nada bueno.
La herencia para el país por este despilfarro, además
de la pesada deuda, será un cementerio de empresas, miles de toneladas de
chatarra oxidándose, sin embargo para los gobernantes y tucuimas son ganancias
exorbitantes y cuentas en el exterior, producto de las comisiones recibidas de
las empresas que con millonarios sobreprecios vendieron estos elefantes blancos.
Esto nos muestra que aunque son pésimos en gestión, son expertos en corrupción.
Actualmente el peso del Estado en la economía es cada
vez más grande y su manejo centralista y discrecional le otorga a los políticos
una gran influencia en la economía, los contratos y el empleo; por lo que un
verdadero cambio pasa por terminar con este estatismo, populismo y demagogia
“social”; que es corrupto por definición y ensayar con la libertad económica y
ciudadana, limitando el poder y el gasto del Estado y achicando así el campo
para el totalitarismo y la corrupción de los políticos
La experiencia internacional nos enseña que a
contramano de los populismos, los países que prosperan son aquellos que tienen
instituciones; normas, costumbres, códigos y leyes que regulan las relaciones
entre los particulares y entre los particulares y el Estado y donde existe la
certidumbre de que se cumplen las leyes. Sobre esta base se crean las
condiciones de crecimiento de largo plazo, pues reiterando una vez más: en una
democracia, la tarea del Estado es dar seguridad jurídica y administrar
eficientemente los recursos públicos, los que pertenecen a los ciudadanos y no
a los gobernantes.
En conclusión, además de la perdida de
institucionalidad y la moral ciudadana, estamos recibiendo una creciente deuda
pública que pesara sobre la espalda de las próximas generaciones y los
mantendrá en la miseria.
ovidioroca.wordpress.com