EL CIUDADANO EN SU LABERINTO
Ovidio Roca
Vivimos épocas de turbulencias en las cuales la
población sobrevive a duras penas en un ambiente de inseguridad, huelgas y bloqueos,
que perjudica a todos y hace que la actividad productiva decaiga y el costo de los
bienes y servicios se incremente cada día. Son los signos típicos de un modelo
de Gobierno y economía que se empieza a desintegrar.
En la predica diaria, se aplica un esquema de
demonización y ataque permanente a la empresa formal, por lo que las empresas
quiebran y crece el empleo precario, lo que conduce a que la gente con menor
nivel educacional se busque la vida con el comercio informal, el
contrabando, el narcotráfico y como una forma de autodefensa se organicen en
grupos sindicales corporativos, los que buscan abrirse paso a como dé lugar.
La población en este laberinto se siente cada día más agobiada
por el uso abusivo que hace el Gobierno de las leyes y de la justicia, para
utilizarlas como arma política y de exacción. Todo esto en un ambiente donde la
corrupción de los funcionarios públicos se hace cada vez más generalizada. Por
otro lado, la caída de los ingresos limita los recursos públicos para que
puedan seguir con su política populista y dispendiosa, por lo que la población
empieza a preocuparse y se torna más exigente.
Como consecuencia de todo esto, gran parte de la población
ya no cree en el gobierno ni en su política; tampoco en las leyes e instituciones y menos las respeta. La
población se resignó o se acomodó al desorden social y gubernamental y pasó a
ver como normal las trágicas noticias sobre la corrupción, la incapacidad
gubernamental, las marchas y bloqueos, la violencia delincuencial y el
deterioro de los servicios públicos, pero como todo, esto tiene su límite.
Y ocurre, que mientras una parte de la población cansada
de esta situación demanda al Gobierno nacional; orden, seguridad, educación,
salud, independencia de los poderes públicos, idoneidad de los funcionarios
estatales y cambios profundos para atajar la corrupción; otros se sienten más
cómodos en este ambiente de anomia, informalidad, anarquía y de grupos
sindicales y corporativos permanentemente movilizados, pues en este ambiente ellos
son mucho más eficaces y competitivos que el resto de la ciudadanía y por ende consiguen
con más facilidad sus objetivos sectoriales e impunidad para sus actividades
informales.
Y aquí es donde se presenta el drama del ciudadano en
este laberinto de trágicas pugnas de visiones de Estado y de futuro y de cuya adecuada
resolución depende nuestro futuro como sociedad y como país.
La cúpula gobernante piensa que podrá controlar y
administrar la anarquía, pero cuando la economía dependa aún más del
narcotráfico y las actividades informales; los carteles del narcotráfico se
impondrán y será el fin de cualquier forma de convivencia pacífica, democrática
y civilizada y ahí todos perderemos.
Un estado forajido como este, no es deseable ni viable
para los ciudadanos y tampoco lo es para la comunidad internacional, la cual
para su propia seguridad demanda de sus vecinos un Estado de derecho y respeto
al orden internacional.
Para superar esta situación se necesita comprometerse
y pensar en el largo plazo, trabajar e invertir en la correcta formación
cultural y moral del pueblo y esto a partir desde la base, las familias, escuelas
y universidades, instituciones públicas, empresas, partidos políticos, iglesias,
etc. pues es tarea de todos, comenzando con priorizar los principios éticos y la
educación para el trabajo y la búsqueda de la excelencia en este mundo
globalizado de la información y el conocimiento; enseñando al pueblo a ser libres
y responsables de su vida y su país.
ovidioroca.wordpress.com
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