“Ceterum censeo Carthaginem esse delendam”
Ovidio Roca
Los teóricos masistas, en su marcha hacia el poder y buscando la adhesión de la población mas pobre, que tradicionalmente mantiene una significativa adscripción étnica, manejaron exitosamente la idea del Estado Plurinacional. Un Estado del “vivir bien” para 36 naciones indígenas y en este su discurso, que buscaba identificarlos con la figura de Evo Morales (presentado como indígena originario), dejaron de lado a las clases medias, poco proclives a estos mensajes étnicos.
Una vez capturado el gobierno, el discurso del MAS, indigenista y pachamamico, quedo en eso, en discurso. Los 36 pueblos indígenas fueron excluidos a palos y patadas y se entronizaron los gremios cocaleros, contrabandistas y comerciantes informales que son las bases firmes del MAS; las que movilizan y lavan los recursos del narcotráfico, única actividad boyante en el fallido Estado Plurinacional cocalero.
Los nuevos y circunstanciales inquilinos del Palacio Quemado y detentores del aparato del Estado, no se asumen como servidores públicos, se sienten los propietarios del poder y del destino de la población; se engolosinan, abusan del poder y buscan a toda costa perpetuarse eternamente o al menos por quinientos años.
Cuando se evidencia que el proyecto indigenista y socialista es solo un discurso demagógico, de poder hegemónico y de exclusivo usufructuo para el grupo dirigente, surgen las disidencias y pugnas entre los diferentes sectores que encumbraron al MAS y muchos de ellos se alejan. Los que quedan firmes, son los grupos informales y cocaleros que exigen total libertad y protección para sus negocios y actividades lucrativas y los grupos ideológicos que procuran afianzar su poder fáctico e imponer su sociopata obsesión de dominio y control.
Son q`aras trepados en el pescuezo del gobierno indígena del MAS, que gozando de las mieles del poder y las ventajas que da el apropiarse las rentas públicas; aprovechan la oportunidad de ensayar sus recetas ideológicas y fortalecer los mecanismos coercitivos del Estado para que les garanticen el disfrute y ejercicio indefinido del poder.
Desdeñado la experiencia histórica (fracasos en la URSS, Cuba, Corea del Norte) aplican la receta de estatización de la economía en procura de controlar y dirigir el país (en un Estado donde aun no se logro consolidar la institucionalidad y el Estado de Derecho) y aplastan a la oposición: clases medias y sectores de esa débil burguesía, surgida mayormente a la sombra del poder político y siempre en busca acomodarse y hacer negocios.
El MAS, que entre otras cosas, también se asume revolucionario, socialista y anti imperialista, ha gastado su discurso de múltiples promesas: defensa del indígena, de la madre tierra, disminuir la pobreza y corregir las desigualdades, y solo ha logrado la deleznable riqueza producida por el boom de la economía informal. Lo que el gobierno está cosechando y repartiendo es lo anteriormente construido y lo que la coyuntura internacional de altos precios internacionales de materias primas le regala, y vale la pena reconocer, de un producto industrializado como es la cocaína.
Lamentablemente, y mas pronto de lo que creemos, con la estatización y el dirigismo de la economía, lograran paralizar y luego destruir la actividad productiva nacional e iremos directo al desastre. Toda la experiencia histórica nos confirma que el modelo estatista y que tiene como componente ineludible el totalitarismo, ha fracasado permanentemente y en Bolivia no será la excepción.
Esto entre otros aspectos, el fracaso surge porque el objetivo de las empresas estatales no es la rentabilidad económica sino el rédito político (económico para algunos por las comisiones), aun a costa del despilfarro de recursos. Por tanto la principal misión de estas empresas públicas es crear pegas para los militantes (en cargos para los que no están preparados) y prometer, más que hacer, cosas que mejoren la imagen del gobierno, y poco les preocupa los costos, la eficiencia en la producción y satisfacer las necesidades de los consumidores.
Al contrario, el rol de una empresa privada sometida a la competencia, es manejar la actividad productiva y de servicios buscando maximizar sus beneficios, y lo hace mediante la innovación, el incremento de productividad y fundamentalmente prestando un buen servicio al consumidor para mantenerlo como cliente.
En esencia, el Proceso de Cambio no es Socialismo ni Indigenismo, sino Totalitarismo y Capitalismo de Estado, como lo podemos confirmar mirando la China actual, que tiene un sistema político comunista y totalitario, donde se prohíbe toda actividad política (está circunscrita al Partido Comunista), y que ante la crisis del modelo esta autorizando una economía de mercado, cada vez mas creciente. Un capitalismo salvaje sin el menor respeto por los derechos humanos, laborales y ambientales.
En Bolivia, (seria mejor antes) una vez que explote la burbuja de engañosa bonanza y aterrice el desastre económico y la violencia de los carteles del narcotráfico; recoger los retazos de economía, los restos de unidad y sentimiento de patria, para armar y reconstruir con ellos la Nación boliviana y la Republica democrática, es el reto que queda por delante a los partidos políticos y los ciudadanos, si queremos tener un horizonte de paz, prosperidad y desarrollo sostenible para todos.
Como todos los retos, este implica trabajo y responsabilidad pues se trata de construir un Estado de leyes y libertades individuales, al contrario de los grupos totalitarios para quienes lo que importa es el poder hegemónico y todo vale para conseguirlo y mantenerlo.
Nos lo confirma Evo Morales, en uno de esos sus arranques de sincericidio:
“Estar sometidos a las leyes es perjudicarnos. Aunque digan que son inconstitucionales nuestros decretos, nuestros hechos, no importa (…). No hay que esperar las leyes, hay que seguir trabajando con decisiones políticas y si nos demandan de inconstitucionalidad a nuestros Decretos Supremos, será el pueblo quien juzgue”.