Ovidio Roca
El gobierno de los países totalitarios está bajo la conducción
de un macho alfa, el que normalmente es guiado por sus instintos, emociones y
traumas personales y con una visión nacional comunitaria. Se da también el caso
de gobiernos de hembras beta, con b de basilisco, como CFK.
La historia de Rusia menciona
al Zar Pedro I el Grande (1682-1725) como el gran reformador, el que la sacó del oscurantismo religioso
medieval y la llevó a la modernidad incorporándola a Europa y que transformó a
la Rusia Moscovita en una de las principales potencias europeas.
En la historia de nuestra época se mencionara a Putin I el Pequeño, como
alguien que hizo todo lo contrario.
Cuando se produjo el derrumbe de la Unión Soviética
como producto, no de las guerras sino de la intrínseca inviabilidad del
comunismo, todo el pueblo ruso adocenado por la predica comunista, lo sintió como
una pérdida catastrófica y esta les produjo desesperanza y una identidad
destrozada.
Putin I el Petizo, reconstruyó la identidad rusa y para ello reivindicó varios aspectos
del legado de los zares y del régimen soviético, como algo para sentirse
orgullosos. Sin embargo esta visión de
la identidad rusa Putin la diseño en torno a su persona y esto lo evidencia cuando
se expone ante el escenario mundial, como una figura emblemática y poderosa.
Putin logro que los rusos se sintieran, gracias a él, orgullosos y parte de
algo grande. Sus seguidores afirmaban “Hoy no hay una Rusia sin Putin”.
Lo lamentable es que un pueblo como el ruso que tiene
una rica historia e inmensa cultura, teniendo tantas vías hacia la dignidad y
la grandeza cometió un grave error y eligió como su Líder a un pequeño sociópata
narcisista, el que los llevo al genocidio en Ucrania, un pueblo hermano y les
consiguió el repudio y exclusión por parte de Europa y de todo el mundo
civilizado.
Vladimir Putin este pequeño espía de la KGB enfermo de
Ubris, en su narcisismo extremo ordeno construir una estatua de 11 metros de
San Vladímir que hizo levantar junto al Kremlin en 2016, para sentirse grande y
como un semidiós. Al sentirse un semidiós, Putin cree que él es el único que
puede guiar a la gran madre Rusia hacia su destino, “pues no hay Rusia sin
Putin”.
La guerra de Putin contra Ucrania, no es una guerra
tradicional de un ejército contra otro, se trata del ataque y destrucción de
ciudades y población civil, se trata de mostrar con bombas y misiles que puede
arrasar con edificios de apartamentos, escuelas, hospitales, teatros, centros
comerciales y con esto expresar su desprecio por la gente y aterrorizar a los
países y para convencerlos aún más, ofrece bombas atómicas.
Es el apocalipsis de Putin, el pequeño y poderoso macho alfa
admirado por Trump, quien satisface sus odios y complejos
destruyendo las ciudades y matando
indiscriminadamente a todos quienes viven en Ucrania; niños y viejos, todos
ellos escondidos en sus casas, hospitales, guarderías, centros sociales, etc. Buscan
rodear las ciudades para que los fanáticos putinescos, las asalten, las tomen,
roben y violen. Putin con esto espera que Ucrania se rinda, se incline ante él y
capitule. Algo que gracias al Presidente Zelenski y el valeroso pueblo
ucraniano, se le puso difícil.
Entre tanto los líderes del mundo democrático,
temerosos de las bombas atómicas que este desquiciado pueda arrojarles, evalúan
los costos del asesinato de los ucranianos, versus el de la guerra contra el
mundo democrático y calculan que les conviene hacer.
Esta actitud de los europeos tiene que ver con la
actual cultura progre y blandengue que recorre esos países y el mundo. Países
que en el transcurso de su historia construyeron una cultura heroica y magnifica
y que ahora renegando de esta tradición y en busca de su
seguridad y tranquilidad, muchos de ellos, buscan conseguir y depender de un
macho que se la dé, aunque los viole. Ahora encontraron en Putin el Macho Alfa,
con el riego de que en cualquier momento este se enloquezca y les tire unas
cuantas atómicas. Al margen de lo anterior, vale resaltar como un aspecto
positivo la unión de Europa y de los países democráticos contra este genocidio
putinesco.
Es común que los líderes no hagan concesiones cuando
su identidad y su ego están en juego. Putin, como el narcisista que es, no se
retirará de Ucrania pues esto destruiría la frágil identidad personal y la nacional,
que ha estado construyendo todos estos años. Además Putin sabe, que si pierde
esta guerra asimétrica, perderá su aceptación entre los rusos y su cabeza sería
la primera en rodar.
Con estos antecedente difícilmente el decidirá negociar su retiro de Ucrania y
nunca se rendirá y preferirá la destrucción del planeta que dar marcha atrás,
por lo que es imprescindible que algunos personajes conscientes y de su entorno,
puedan disuadirlo de seguir con este genocidio que los llevara a un suicidio
nacional, y ahora es el momento pues hay señales de que los soldados rusos no están
felices de participar en esta horrible matanza de civiles, mujeres y niños.
El destino de Ucrania y del mundo está en juego, tanto
por las armas nucleares que podrían estar involucradas, como por los grandes
cambios geopolíticos y económicos que impactarán permanentemente al globo.
Estos cambios, de los que ya estamos siendo testigos,
serán permanentes y en síntesis todo avizora a que esta aventura criminal y
genocida definitivamente fracasara, pero dejara una tremenda crisis con
repercusiones en todo el mundo y por muchos años.
Un aspecto fundamental es que si no se exige a Putin y a Rusia resarcimiento
por toda la destrucción y genocidio causado y se le apliquen sanciones
ejemplarizadoras, cualquier otro sociópata lo repetirá pues finalmente se
satisfizo matando y destruyendo y no tiene ningún castigo.
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