miércoles, 23 de marzo de 2022

SANTA CRUZ DE ANTAÑO, NUESTRA VIDA CAMPESINA Y LA EDUCACIÓN

 

Ovidio Roca

Saber escuchar, saber aprender.
Habla menos y oirás más,
pues el acto de callarte hace mejor escuchar,
lo que saben los demás
”. 2/12/21 j.ll.folch.

Tiempo atrás, escribí algo sobre la vida cotidiana en los años de mi niñez y al respecto publique un artículo: “La antigua cultura campesina y la actual teoría de género”. Este relato se refiere a esa misma época y algo referido mi educación, lo poco que recuerdo.

Crecí en el campo allá por los años de 1940, en San Lorenzo de la Barranca a la orilla del rio Grande, en el mismo lugar donde mucho tiempo atrás se produjo uno de los asentamientos de la itinerante Santa Cruz.
Allí aprendí lo que puede a golpes y porrazos. No había escuela pero tuve la suerte de que mi madre nos enseñaba a todos por igual; a los muchachos de la Estancia y a todo quien quería aprender. Nos sentábamos como podíamos en el alar de la casa y aprendíamos a leer y escribir más las cuatro operaciones aritméticas. La tabla de multiplicar se la enseñaba cantando.

En esos tiempos nuestra vida y el trabajo se regía por los ciclos de la naturaleza, conocíamos solo dos estaciones climáticas: la época seca y la época de lluvias.
Y lo más mas se destacaba de estos ciclos naturales eran las fases de la luna, pues estas tenían que ver con nuestro trabajo y la alimentación. Estas cuatro fases: llena, menguante, nueva y creciente, nos mostraban cuando se debe sembrar, cosechar y eventualmente podar algunos árboles, o cortarlos para que su madera sea resistente.
Al respecto nos explicaban que la resina de las plantas sube y baja según las fases lunares y eso lo aprendieron y nos lo enseñaron mirando la humedad de los troncos cuando los cortaban.  
Los árboles para aserrarlos y hacer tablas, nos decían hay que cortarlos entre el cuarto menguante y luna nueva, pues la madera del tronco tiene menos líquido porque la savia se concentra en las raíces. Lo mismo para las hojas de motacú o cusi para los techos de las viviendas. La ropa no se debe lavar en cuarto menguante.

En esa época las noticias llegaban, cuando alguien pasaba a caballo por la estancia y se quedaba a comer y de paso a contar las historias que había oído en el pueblo. Tiempo después mi padre compro una radio a pilas y al anochecer escuchábamos las noticias. Se escuchaba la Radio Electra (de Chavo Urioste), que bajaba la señal de la BBC de Londres en español y daba a conocer el acontecer mundial.

No había refrigeradores, cuando se mataba una vaca o se cazaba algo se lo consumía en el día y el resto se lo hacía charque. La carne fileteada, charqueada, se la colgaba sobre unos palos al sol. Los pelaos debían cuidarla de los suchas. Se les encargaba: ojo al charque.

Se aprovechaba todo, el cuero se lo estaqueaba al sol para que seque, con este se tejían los lazos de cuatro y de ocho tiras, que eran los más finos; también se lo utilizaba como alfombra y para dormir poniendo alguna cobija e igualmente como techo o camarote de los carretones. Este cuero crudo, doblado como un paquete, la llamada pelota, se la ponía sobre la parrilla del carretón para cruzar los curiches y ríos, evitando que se mojen las vituallas.

Nos alumbrábamos con velas de sebo, que se fabricaban allí mismo con el sebo de las tripas de las vacas. Se lo derretía y colocaba el líquido en una lata en la cual varias veces se champaban los pabilos de algodón sujetos a una vara, hasta que tengan un buen grosor. Esto lo hacían los pelaos champavelas. El jabón de lejía también se hacía de sebo calentado en un fondo de metal y luego cortado con lejía de ceniza

Los pelaos jugaban con tabas, que son los huesos de las rodillas de las vacas y también con los huesos de las patas, que parecen terneros, se jugaba a la Estancia. Se fabricaban hondas con ramas de guayabo, que son las más resistentes y se hacían bolas de barro greda.

Éramos cazadores y recolectores, así que los muchachos cazaban con su honda para comer, generalmente chaicitas y cuquisas que eran las más abundantes y fáciles de cazar con honda. Una forma de comer la presa era al modo de los indígenas del Beni. Se cubre completamente la chaicita sin desplumar con greda, arcilla, y se la pone cerca de las brasas de la fogata.

Los vivientes de esa época y lugar, la mayor parte de lo que aprendimos de la vida lo hicimos preguntando a todos en la Estancia y a los visitantes y luego mirando, escuchando, haciendo, errando, compartiendo, rehaciendo. Todo en contacto directo con los animales, las plantas, los objetos, con las personas, con la naturaleza, con la vida.

Ahora en este nuevo mundo digital del Siglo XXI donde existe poco contacto con las personas y con la naturaleza; donde la información es inmediatamente accesible vía internet el método de aprender necesita y debe ser diferente, el método memorístico anterior que se aplica en los pueblos ya no sirve.

ovidioroca.wordpress.com

 

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