Ovidio Roca
Todos los fanatismos religiosos y políticos conducen a
los mismos resultados, unos más brutales que otros, y al final los seguidores
de un dogma son ciegos seguidores de sus credos y no dudan en eliminar a quien
no se doblega a sus creencias. Lo vemos en los Islamitas y los Castrochavistas.
A la mayoría de las personas luego que aceptan una fe, una ideología, no les
gusta que les aconsejen revisar sus creencias y eventualmente cambiar de
opinión. Esto ocurre por un aspecto profundamente tribal de la naturaleza
humana que asume sus propios deseos como realidad absoluta, y ante cualquier consejo
o información que sientan como una presión para pensar de manera distinta a su
creencia, los reafirma en su propia fe.
Esto se explica porque cuando la mente acepta una consigna ideológica, una fe
religiosa, un dogma racial, la asume como propia y se cierra a toda evidencia y
así evita el drama de las dudas.
Siguiendo estos criterios, el mundo de la propaganda política
(Agitprop) se mueve con los “relatos”, un método de comunicación en el cual se inventa
una historia que cuando se la cuenta en cada escenario y de acuerdo al público,
se le aumenta o le quita algo y esto con el fin de llegar al sentimiento de
este auditorio y venderles su charque.
Es bastante extraño, pero nuestra mentalidad se
resiste a ver la realidad objetiva y solo ve lo que quiere ver y solo escucha
lo que alimenta sus ilusiones y esperanzas y por esto es difícil competir con
los populistas que son los maestros de la falacia.
Los maestros masistas en su construcción del relato, toman en cuenta la
psicología y cultura de las personas, y aunque algunas personas sensatas se
guían por los hechos, una inmensa mayoría lo hacen por las palabras e ilusiones
falsas.
En consecuencia el discurso político es el arte de construir un relato que
cambia permanentemente, de acuerdo a la cara del cliente y a la conveniencia
del cuentista. Siguiendo los principios de la falacia, se concluye que no hay
verdades, sino historias bien o mal armadas y relatadas.
Para la socialización del relato se utiliza como apoyo
los medios de comunicación, sobre todo la televisión, las plataformas y redes
sociales y todo en función de sus intereses de negocios y políticos; en esencia
de plata y poder.
Los predicadores masistas, inspirados
e iluminados por Qhananchiri, son eximios maestros de la falacia, de la mentira
y el doble pensar. Esta habilidad es muy útil para la construcción de estos
relatos y fabulas sociales, pues la mentira tiene suficiente carga emocional
para obnubilar nuestra razón, especialmente cuando es simplificada y anclada en
atavismos ancestrales por los ideólogos populistas. Estos iluminados, logran
que no pensemos de forma racional sino emocional y de esta manera la mentira la
demagogia no podrá ser derrotada con datos reales, ni simples ni
complejos. Los populistas lo saben, pero quienes los enfrentan se niegan a
verlo.
El sustento psicológico
de todo esto, es que la narrativa se fija fuertemente en el subconsciente y
aunque el
poder de la razón puede ser poderosa, no es lo suficiente como para superar por
sí sola el apego emocional a la mentira. Lo comprobamos en el mundo y lo vivimos en nuestro país, esclavizados por
formulas ideológicas fallidas y destructivas como el comunismo y populismo,
pero con gente que las sigue porque poco les importa la realidad, sino las
historias y por supuesto la coca.
El individuo racionalista, librepensante
y que además mantiene un distanciamiento social con la coca, es para los
políticos masistas el principal enemigo. Por ello los seguidores del cocalero
los ven como un símbolo de amenaza y provocación, al que hay que denigrar y destruir.
Una Cita cósmica, brillante e inspiradora: Si no
apoyamos al hermano Evo: “Va a haber
llanto y el sol se va a esconder, la luna se va a escapar y todo va a ser
tristeza para nosotros, no se olviden”. Jallalla, Kausachun coca. Qhananchiri; Salmo
3.14.16
ovidioroca.wordpress.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario