Ovidio Roca
Los pueblos para avanzar y construir su futuro tienen
dos rutas principales; la del Socialismo y Populismo que postulan en nuestro Continente,
Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia o la de la Democracia liberal que
transitan entre otros países, Uruguay, Chile, Colombia, Perú y que ahora emprenderá
Brasil. Si queremos informarnos de los
resultados en la economía y bienestar de los pueblos como producto de aplicar
cada uno de estos modelos, podemos revisar los datos estadísticos de las
agencias internacionales sobre libertad, democracia, economía, educación, salud
y pobreza para cada uno de los países.
En cada país el populismo tiene sus
peculiaridades, el Populismo Cocalero Masista, está caracterizado por el
autoritarismo tipo sindical, el anticapitalismo y socialismo discursivo, el uso del racismo, el corporativismo, la manipulación de las masas, la demagogia y
el doble discurso, el clientelismo y asistencialismo, el centralismo y estatismo,
el crecimiento exponencial del empleo burocrático, la corrupción desmedida y la
convicción de que el imperialismo yanqui es el responsable absoluto de todos
los males del país, habidos y por haber.
Sin necesidad de leer
veinte mil libros, simplemente repasando por Internet las noticias de cada día
podemos constatar el fracaso económico y social de los países populistas y como
resultado de ello el incremento de las masas de migrantes que angustiados escapan
de los paraísos socialistas. Son miles ciudadanos que huyen de Centroamérica, Cuba,
Venezuela, Nicaragua y que corren desesperados hacia el Imperio Yanqui
capitalista, con lo que ahora son ya millones los expatriados y cada día que
pasa aumentan.
Hace trece años que en nuestro país sufrimos, adolecemos, de un gobierno
populista y dictatorial, que controla absolutamente todos los poderes del
Estado poniéndolos a su exclusiva disposición y usando discrecionalmente las instituciones y las leyes para avasallar y castigar a los
opositores. Una de éstas instituciones, el Poder Judicial con su comportamiento
corrupto nos induce a descreer en la justicia y las leyes, y en cuanto al resto
de las instituciones sabemos que solo están para cuidar los intereses de poder
y dominio del Gobierno Central.
Últimamente
inventaron y legislaron que es “un
derecho humano” del dictador perpetuarse en el poder y que el ciudadano no tiene derecho de vivir en
libertad y elegir periódicamente al gobernante que considera más idóneo. Las
instituciones internacionales responsables de precautelar los derechos humanos
y que deberían haber actuado de oficio desconociendo este fraude, esta falacia,
no dijeron ni pio.
En estos años de gobierno populista y
cocalero, además de la economía formal y productiva, se ha destruido el
pensamiento libre, corrompido la institucionalidad y a los funcionarios
públicos y especialmente a los del poder judicial, por lo que grupos sociales originarios
y populares desconfiando de todo y de todos han retornado a la llamada justicia
comunitaria, mediante la cual torturan, queman, linchan y asesinan públicamente
a presuntos o reales delincuentes. Las turbas afines al gobierno tienen
licencia para matar y actuan impunemente.
La receta estatista y dirigista, aplicada diligentemente
por el masismo cocalero, ha destruido la economía y la democracia boliviana y
ha impedido a la nación avanzar hacia una ciudadanía responsable, al haberse generado
un ambiente que ahuyenta a los inversionistas
nacionales y extranjeros mientras favorece y promueve la informalidad y la
corrupción. Recordemos que el progreso material y moral en
las sociedades exitosas, están relacionadas con la libertad, la propiedad
privada y el libre mercado, que son los elementos esenciales del capitalismo y
la democracia liberal.
Este tipo de regímenes populistas son absolutamente
destructivos y lo que no destruyen lo corrompen y lo hacen con gran angurria e
ineptitud y como les gusta la corrupción, la coca y sus derivados, se amarran
al poder por lo que la vaina está para largo y bastante complicada.
El problema
es que gran parte de nuestra población, que subsiste en una economía primaria y
atrasada, se acomodó a la informalidad y a la cultura populista y tiene miedo
al cambio, además de que el recuerdo de los mejores tiempos del gas
abundante y la coca libre (que ya concluyen) pesan fuertemente y como dice el dicho: prefieren lo viejo conocido a lo nuevo
por conocer, pues además es más favorable a su forma de hacer negocios y a su
nivel de competitividad laboral.
En las próximas elecciones Si queremos apostar
al progreso nacional y cambiar el modelo económico y político fallido del
populismo cocalero, debemos apoyar al candidato que postule la democracia
liberal y cuente con el mayor apoyo ciudadano. Un apoyo que como contraparte exige
el compromiso de armar un equipo de gobierno con los mejores hombres y mujeres
del país y una selección meritocrática para todos los cargos públicos; lo que
permitirá en la difícil coyuntura que se avecina conducir con responsabilidad y
profesionalismo el país y sus habitantes hacia el bienestar y la libertad, pues
si nos equivocamos solo nos resta correr desesperadamente hacia el paraíso
gringo, como lo hacen ahora los centroamericanos suplicando que los dejen
entrar.
ovidioroca.wordpress.com
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