Ovidio Roca
En algunos aspectos
de la vida diaria usamos el sentido común, el que es producto de nuestra experiencia
de vida y de aquello que aprendimos de nuestros allegados. Usándolo adecuadamente
podemos distinguir un buen cocinero, un buen chofer, un buen maestro y esto lo sabemos
al constatar la calidad de lo que producen, sin que interese la raza, filiación
política, sexo o como se usa ahora género, del artífice; solo importa si lo que
genera, lo que produce es o no de buena calidad.
Se menciona que para
realizar la acción política se requiere de una estructura, de un partido
organizado, una ideología, una propuesta de vida y de país, un plan de gobierno
y por supuesto un liderazgo creíble. Sin embargo lo que vemos por estos lares, es que cuando se trata de elegir la
persona que administrará el Estado, las instituciones del país y nuestra vida, buscamos
y elegimos al que tiene carisma, un buen discurso y que promete todo sin exigir
esfuerzo y responsabilidad del ciudadano. En todo caso no aplicamos el sentido común, que afirma que Bolivia no necesita ni
caudillos ni sunchuluminarias, sino un buen estadista, un buen gerente.
Poco nos interesa si el
candidato y futura autoridad de gobierno, tiene idea de lo que significa
gestión pública, manejo de la economía, de las leyes, de la institucionalidad,
de las relaciones internacionales y no nos preocupamos ni siquiera si sabe leer
o entiende lo que lee; solo interesa la imagen y la propaganda basada en lo emocional, que es la base fundamental de la toma de decisiones de
personas sin sentido común, pero con hambre de poder y riqueza.
Cuando algún dirigente
hace una propuesta sensata, siguiendo el modelo que ha funcionado en aquellos
países exitosos y con institucionalidad sólida, seguridad jurídica, respeto a
la propiedad y la iniciativa privada, innovación y trabajo fecundo, la gente
dirá: pero este candidato no tiene carisma, no hace promesas y más bien demanda
responsabilidad y trabajo a los ciudadanos y así no vale la pena.
Los populistas castrochavistas
tuvieron la suerte de asumir el poder en una época de auge, de altos precios de
materias primas, minerales, petróleo, gas y productos agrícolas, lo que
permitió la repartija a sus seguidores de bonos y prebendas insostenibles; pero
fieles a su receta populista aplicaron una política estatista, se amplió la
burocracia gubernamental y multiplico la corrupción, se destruyó las empresas
privadas, las actividades productivas y el proceso de industrialización, con lo
que llevaron el país a la quiebra. Los sectores
económicos y productivos que aun funcionan son los que no se estatizaron y los estatizados
que aparentemente funcionan como el gas, lo hacen por la coyuntura de precios
excepcionales.
El guion de la película populista muestra los
eventos de cuando se acaba la bonaza, empieza la reacción popular, se agudizan las
demandas y movilizaciones populares, se aplica la mano dura gubernamental y la debacle
política e institucional se hace crítica.
Esta película ya la vimos en Brasil y
Argentina y de forma dolorosa y trágica en Venezuela y Nicaragua y así lo será
pronto en Bolivia; donde como producto del modelo estatista y populista la
inflación y los precios se disparan y pese a los recursos de la coca y el narcotráfico
los alimentos disminuirán, por lo que la gente se levantará, ahora ya en serio
y los masista argumentaran que estos problemas son causados por el Imperio y
los opositores neoliberales; pero cuando el hambre se siente y el desorden
cunde ya nadie lo para y como dice nuestro Licenciado: “el sol se va a esconder, la luna se va a escapar y todo va a ser
tristeza para nosotros” y sobrevendrá
el caos y la desesperación.
Esta película populista ya se exhibió con
diferentes actores en Cuba, en la Argentina, Nicaragua, Brasil, Ecuador,
Nicaragua y Venezuela y ahora la estamos produciendo en Bolivia. Los papeles
estelares la tienen esa tropa de actores histriónicos y chabacanos, algunos
brillantes como Chave, brutos como Maduro, patéticos como Corre, cocaleros como
Evo, chirusa como Christi; hay de todo para malos gustos.
P.D. El sentido común
es el menos común de los sentidos. Santos Noco Chopeyaqui.
ovidioroca.wordpress,com
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