EL TOTALITARISMO CAPITALISTA
Ovidio Roca
China y Rusia reconduciendo la doctrina estalinista
y maoísta, se han tomado la tarea de hacerse cargo, como imperios renacidos,
del dominio del mundo. Países ambos de origen y esencia comunista, han dejado
de lado sus pasados errores: economía planificada, propiedad y empresas
estatales, nacionalizaciones; ahora ponen en manos de la iniciativa privada la
actividad económica y se preocupan de atraer inversiones externas. Pueden
entonces dedicarse con fruición a lo que les gusta y saben hacer muy bien: ejercer
el poder absoluto; manejar el aparato del Estado, controlar los medios de
comunicación y opinión, reprimir a la población y eliminar todo atisbo de
libertad individual. Son gobiernos de partido único, detentan el monopolio de la fuerza y del Estado aunando
en si todos los poderes, y no están sujetos a fiscalización de nadie.
Este modelo se pensó aplicar en Cuba, pero los
Castro tienen temor que los cubanos “mayameros”, vuelvan y controlen la
economía y luego el poder político.
En esta escalada imperialista, China se está acercando a Latinoamérica pues necesita espacio territorial y materias primas, y dado la mentalidad populista y el odio que tienen los políticos de esta parte de américa por sus vecinos del norte (por haber sido exitosos), son presa fácil para el totalitarismo capitalista.
En esta escalada imperialista, China se está acercando a Latinoamérica pues necesita espacio territorial y materias primas, y dado la mentalidad populista y el odio que tienen los políticos de esta parte de américa por sus vecinos del norte (por haber sido exitosos), son presa fácil para el totalitarismo capitalista.
China, el converso más exitoso, concentra el poder absoluto
en manos de la casta burocrática del partido comunista y ante los fracasos de la
economía estatizada, practican el más desaforado capitalismo, para ello privatizaron
la tierra, las empresas y en su afán de crecer asumen una práctica ecocida, que
atenta contra el ecosistema y la humanidad. Dejaron en manos de la
iniciativa privada el ejercicio de la actividad económica, y el rol de estos
sus empresarios capitalistas es hacer plata, aportar la cuota parte a la élite gobernante y no meterse en política. Son grupos empresariales competitivos cuyo
único objetivo es el lucro y bajo esta lógica invaden los mercados mundiales pirateando
tecnologías de los países creativos, sin respetar patentes y marcas de fábrica y
usando la mano de obra barata. Tampoco se preocupan por los impactos
ambientales, ni de ninguna clase de regulación. Por su parte el Estado
totalitario capitalista garantiza a sus empresarios, abundante mano de obra barata
y manejable, sin derechos sociales ni políticos, vale decir sin derecho a huelgas
ni reclamos.
La experiencia de la URSS nos muestra como el vacío político,
luego del fracaso del socialismo real y el derrumbe de Estado Soviético, es
llenado y lo hacen rápidamente los grupos mejor organizados: la burocracia represora
de la KGB y la mafia rusa, los que se apoderan del poder total y de los activos
del estado soviético. Rusia se convirtió, casi instantáneamente, en una
economía corrupto-mafiosa, petróleo dependiente.
Lo que podemos aprender de todo esto, es que los
nuevos imperios, totalitario-capitalistas, tienen poder de decisión sin ninguna
cortapisa ni fiscalización. El sistema de unipartidismo les permite el control
hegemónico y allí no hay parlamentos ni negociaciones, ni opinión publica
adversa. Ejercen el autoritarismo y en lo económico aplican una práctica
capitalista salvaje, sin ninguna restricción social ni ambiental, de ahí su
éxito económico a costa del futuro de la humanidad.
Por el contrario, la democracia liberal, con todas
sus limitaciones, establece límites al
poder y otorga derechos y responsabilidades a los ciudadanos. Son gobiernos sujetos
a fiscalización parlamentaria, con prensa libre y ciudadanos con derechos económicos,
sociales y políticos y con gobernantes y partidos políticos que se alternan en
el poder.
En estos últimos años de auge de precios de las
materias primas, ha mejorado el nivel de vida de la población latinoamericana,
aunque sea de manera circunstancial y no sostenible, por lo que la ilusión y las
ofertas populistas son bien acogidas.
De ahí el auge del populismo y el SSXXI (*), que reciben el apoyo de la
población ilusionada de vivir permanentemente del Estado, gracias a pegas,
negocios, bonos y subsidios. La explicación es el miedo a la libertad y la consecuente
responsabilidad y por ello es mejor que el Estado se haga cargo de su vida y
sus decisiones. En los escenarios electorales, una propuesta de gobierno que postule
trabajo y responsabilidades no es vendible para el elector.
El problema por tanto es que la democracia liberal,
es un régimen político que requiere ciudadanos conscientes, responsables, que
asumen sus derechos y responsabilidades plenamente y esta es su debilidad,
especialmente cuando tiene que competir solicitando el voto a los electores; a una
población ebria de consumismo y populismo, que pide permanentemente del Estado
más prebendas y menos responsabilidades y que clama “basta de realidades,
queremos promesas”, como se leía en un grafiti.
Lo que es un logro para el desarrollo político y económico
de la humanidad, lo banalizamos, no lo asumimos con seriedad y firmeza, lo
traicionamos por no asumir responsabilidades y esto termina como siempre en autoritarismo
y pasado el tiempo de desengaños, vendrá un nuevo ciclo cuando la economía y la
ecología, pasen la factura y nuevamente alguien se levante y se oponga en
nombre de la libertad y del progreso a la ignominia totalitaria.
(*) Socialismo Siglo XXI
ovidioroca.wordpress.com
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