Y AHORA QUÉ (Después del gasolinaso)
Ovidio Roca 2011-01-02
El sentido común, que es conocimiento popular acumulado, señala que no es posible mantener artificialmente bajos y por mucho tiempo los precios de los bienes y servicios, y la economía nos dice que si queremos influir sobre los mismos es mejor hacerlo a través de los mecanismos de mercado: promoviendo la oferta, incentivando la producción, la productividad o facilitando el abastecimiento. También es posible hacerlo mediante la imposición, con el monopolio o mediante el control estatal; esto ya lo vimos y lo vemos en todos los países comunistas, conduce al fracaso económico y a la corrupción desmedida.
En Bolivia el precio de los combustibles fue mantenido artificialmente bajo y ningún gobierno anterior al MAS, los “neoliberales” por su debilidad y cierta dosis de populismo no se animaron a ajustarlos y quien intentó subirlo no se mantuvo en el poder. No olvidemos que Evo es el único gobernante que ha tenido más del cincuenta por ciento de votación y el control absoluto sobre el parlamento y los otros poderes del Estado, además del apoyo militante de cocaleros, contrabandistas y otros especímenes.
Por otro lado es conocido que cuando algo se mantiene presionado y se lo suelta bruscamente, causa turbulencias y explosiones, por lo que la manera más segura para bajar la presión es hacerlo regular y lentamente.
El gobierno masista con su fortaleza política y en una coyuntura de altos precios internacionales para las exportaciones nacionales, pudo hacer ajustes graduales a los precios de los hidrocarburos y sus asesores sabían de esto. Pero por su esencia populista se mantuvo la política de subsidio a los combustibles, que Evo obtiene a crédito pero a precios internacionales de su amigo Chávez.
Cuando éste presionado por sus problemas de liquidez interna le pidió cuentas a Evo y le exigió que empiece a pagar, los asesores q´aras de Evo (que también fueron asesores de los neoliberales) le dieron la receta del “ajuste”, de ninguna manera un gasolinaso que es una medida neoliberal. Evo con dolor profundo de su corazón sindicalista tuvo que aceptarlo y para no dictar la medida “peló” en su avioncito de 40 millone$ y gasolina gratis y dejó el paquete masista a cargo del Alvaro.
Los movimientos sociales, buenos alumnos del gran bloqueador, logran la reversión de la medida. Los transportistas aprovechando la coyuntura subieron en un cien por ciento sus tarifas y se retiraron de las movilizaciones contra el gobierno esperando como premio que les acepten sus tarifas. En esta coyuntura cada uno jugó sus cartas para no hundirse, salvo el pueblo que tiene ingresos fijos y presionado por el estómago reaccionó violentamente como le enseñaron a hacer en un Estado donde no hay institucionalidad.
Aunque no se lo esperaba, Evo reculó y esto me recuerda un dicho de la Venezuela de antes de Chávez que dice “chivo que se devuelve se esnuca”, queriendo expresar que cuando el chivo toma carrera y vuelve bruscamente se cae y se rompe la nuca.
En el fondo todos sabemos que esta medida de ajuste de precios e incentivar las inversiones petroleras para aumentar la producción, es absolutamente necesaria; los políticos de oposición también lo saben pero se opusieron a la medida, sin explicar sus argumentos.
El tema del ajuste de precios no está en hacerlo o no hacerlo, sino cómo y cuando. Por ejemplo cuando hay una infección y hay que operar, la operación la debe hacer un cirujano con piense y sapiencia; preparando con tiempo al paciente, dándoles antibióticos, aplicando una correcta asepsia, usando los instrumentos adecuados y por ejemplo en una operación de amígdalas, hacerlo por el lado correcto, por la boca y no metiéndole la mano por atrás y sin asco.
El Gobierno no tiene plata con qué seguir subsidiando los combustibles, difícilmente Venezuela podrá mantener a crédito este suministro, entonces los masistas tendrán que buscarla donde sea: la pueden quitar a las gobernaciones y municipios; parando algunos proyectos; mediante endeudamiento publico; usando recursos de los fondos de pensiones; pueden también aumentar los impuestos (absurdo en un país de economía informal en casi un ochenta por ciento); pueden usar las reservas internacionales, aumentar la emisión monetaria y de paso generar inflación. Buscarán bajar el precio del dólar para abaratar las importaciones pero al fin no podrán lograrlo y el dólar tenderá a subir, especialmente si Dilma decide controlar las fronteras del narcotráfico, fuente de los dólares que circulan en la economía nacional y que evitan la demanda de dólares al Banco Central; en fin la cosa se va a poner color de hormiga.
Lo que se viene, más a la corta que a la larga, es desorden, los precios que suben no bajan, luego un desabastecimiento de combustibles, colas y mercado negro, movilizaciones y anarquía. Los que pueden deberían volcarse masivamente a transformar sus vehículos a gas y eso implica que deben haber más estaciones de gas y más provisión de gas y la pregunta del millón es: como lo van a hacer si no hay más inversiones en la cadena de hidrocarburos.
El problema de los países victimas de las dictaduras es que éstas destruyen la institucionalidad y la moral ciudadana y toda forma de oposición, y cuando se derrumban por sus propios errores, inviabilidad e incompetencia, se produce el caos y no hay quien se haga cargo del muerto.
El sistema se cae casi siempre por la propia incompetencia e inviabilidad y no por la oposición, y luego el problema es la transición. En algunos países comunistas, al caer el sistema el poder recayó en los que estaban más organizados: las mafias y las agencias de represión. La ciencia ficción trató este tema en la saga de las Fundaciones de Asimov, preservando el saber y conocimiento para la reconstrucción del imperio, luego de la caída del “mulo”.
Por ahora el reto actual y urgente, es que la sociedad civil y los partidos políticos democráticos trabajen en un plan de emergencia económica y en un pacto de unidad regional y nacional, para manejar y ordenar el caos que se nos viene.
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