LOS CONVERSOS
Ovidio Roca
El éxito internacional de los movimientos
revolucionarios (los que inevitablemente
devienen en totalitarismo), se explica porque estos se promocionan, se venden como
si fueren una “misión” sagrada. En su marketing político contraponen la
(supuesta) alta moralidad de sus ideales revolucionarios, a la corrupción de la
política democrática, política que responde según ellos a sucios y bastardos intereses
neoliberales. Añaden que la democracia es siempre falsa porque es incapaz de
comprender la verdad contenida en la idea pura y perfecta de los
revolucionarios, con relación a la clase obrera, los movimientos sociales o los
pueblos indígenas.
Lo contradictorio es que sus discursos místicos y
mesiánicos no compaginan con el correcto manejo de la economía y de ahí que el socialismo
real es un régimen ineficaz y que conduce a la miseria, aunque esta su
ineficacia les importa un comino, mientras no ponga en duda su supervivencia y pueda
ser disfrazada con retórica.
Cuando el totalitarismo logra imponerse, producto de
los intereses y ambiciones de unos y los temores y emociones de otros, le
sigue rápidamente el proceso de conversión de una parte de la población que
busca cobijo bajo el grupo dominante. Para una gran mayoría el atractivo del
actual “proceso de cambio”, es el ambiente de permisividad para con la
informalidad y los negocios de la coca y derivados; los menos emprendedores, buscan
acomodares donde “pillan” pues asumen que los masistas vinieron para quedarse y
ellos quieren permanecer agazapados a la sombra del poder.
Este proceso de conversión que se dio durante el
nazismo, fascismo y comunismo, lo relata Eugene Ionesco en su conocida obra
teatral, “El Rinoceronte” (*). Como en nuestro continente no hay un animal
violento, ciego y fiero como un rinoceronte, el poeta Martínez Villena cuando
quiso calificar al Dictador de su país le dice “es un salvaje, un animal, una
bestia..., un asno con garras”.
En este periodo electoral podemos ver este proceso de
“rinoceritis” o de asnos con garras, cuando militantes de distintos partidos nacionales,
de repente “encuentran la luz, se sienten inspirados” y se afilian al masismo,
el movimiento que tiene la suma del poder económico político y coercitivo del país
y donde los tránsfugas son recibidos con champan y algo más.
Esta inspiración es impulsada por el terror que
impone el régimen y la natural inclinación de la población por las promesas y
prebendas que los populistas ofrecen. Además es natural que la gente que carece
de principios apueste a ganador, hacia la opción política donde puede conseguir
mayores ventajas económicas y seguridad; sin olvidar por supuesto los efectos del
síndrome de Estocolmo (**).
Hay que reconocer que todos tenemos un precio, puede
ser monetario o moral; como el temor por nuestra vida y hacienda y la de
nuestros seres queridos, y es una característica de los sistemas totalitarios
encontrar el precio y debilidades de cada uno. Para no sentirse tentados por el
dinero, la formula sería ponerse un precio alto, que no lo vayan a pagar; el
problema se presenta cuando el gobierno aplican la violencia totalitaria contra
su vida y la de sus allegados; una medicina que asusta y convence a todos,
salvo a los pocos que tienen vocación de mártir.
Se conoce el caso de autoridades que han sido
chantajeadas y secuestrada su familia para que traicionen a sus amigos. Es
comprensible que hayan cedido a la presión por debilidad humana y muchos así lo
haríamos; pero lo que no es correcto es que luego del hecho se continúe
ejerciendo un cargo de conducción política, sabiendo que son tan vulnerables. El
secreto de la honestidad pragmática nos lo señalaba un embajador cuando se
dirige al Presidente de su país y le pide: “cámbieme urgente que están llegando
a mi precio”. Cuál es nuestro precio, mejor no lo averigüemos.
Notas:
(*) Ver, ovidioroca.wordpress.com: El rinoceronte (2009)
(*) Ver, ovidioroca.wordpress.com : Crónicas de campaña plurinacional; ¿Qué será lo que quiere el pueblo?.
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