miércoles, 8 de octubre de 2014

LOS CONVERSOS

LOS CONVERSOS
Ovidio Roca
El éxito internacional de los movimientos revolucionarios (los  que inevitablemente devienen en totalitarismo), se explica porque estos se promocionan, se venden como si fueren una “misión” sagrada. En su marketing político contraponen la (supuesta) alta moralidad de sus ideales revolucionarios, a la corrupción de la política democrática, política que responde según ellos a sucios y bastardos intereses neoliberales. Añaden que la democracia es siempre falsa porque es incapaz de comprender la verdad contenida en la idea pura y perfecta de los revolucionarios, con relación a la clase obrera, los movimientos sociales o los pueblos indígenas.
Lo contradictorio es que sus discursos místicos y mesiánicos no compaginan con el correcto manejo de la economía y de ahí que el socialismo real es un régimen ineficaz y que conduce a la miseria, aunque esta su ineficacia les importa un comino, mientras no ponga en duda su supervivencia y pueda ser disfrazada con retórica.
Cuando el totalitarismo logra imponerse, producto de los intereses y ambiciones de unos y los temores y emociones de otros,  le sigue rápidamente el proceso de conversión de una parte de la población que busca cobijo bajo el grupo dominante. Para una gran mayoría el atractivo del actual “proceso de cambio”, es el ambiente de permisividad para con la informalidad y los negocios de la coca y derivados; los menos emprendedores, buscan acomodares donde “pillan” pues asumen que los masistas vinieron para quedarse y ellos quieren permanecer agazapados a la sombra del poder.
Este proceso de conversión que se dio durante el nazismo, fascismo y comunismo, lo relata Eugene Ionesco en su conocida obra teatral, “El Rinoceronte” (*). Como en nuestro continente no hay un animal violento, ciego y fiero como un rinoceronte, el poeta Martínez Villena cuando quiso calificar al Dictador de su país le dice “es un salvaje, un animal, una bestia..., un asno con garras”. 
En este periodo electoral podemos ver este proceso de “rinoceritis” o de asnos con garras, cuando militantes de distintos partidos nacionales, de repente “encuentran la luz, se sienten inspirados” y se afilian al masismo, el movimiento que tiene la suma del poder económico político y coercitivo del país y donde los tránsfugas son recibidos con champan y algo más.
Esta inspiración es impulsada por el terror que impone el régimen y la natural inclinación de la población por las promesas y prebendas que los populistas ofrecen. Además es natural que la gente que carece de principios apueste a ganador, hacia la opción política donde puede conseguir mayores ventajas económicas y seguridad; sin olvidar por supuesto los efectos del síndrome de Estocolmo (**).
Hay que reconocer que todos tenemos un precio, puede ser monetario o moral; como el temor por nuestra vida y hacienda y la de nuestros seres queridos, y es una característica de los sistemas totalitarios encontrar el precio y debilidades de cada uno. Para no sentirse tentados por el dinero, la formula sería ponerse un precio alto, que no lo vayan a pagar; el problema se presenta cuando el gobierno aplican la violencia totalitaria contra su vida y la de sus allegados; una medicina que asusta y convence a todos, salvo a los pocos que tienen vocación de mártir. 
Se conoce el caso de autoridades que han sido chantajeadas y secuestrada su familia para que traicionen a sus amigos. Es comprensible que hayan cedido a la presión por debilidad humana y muchos así lo haríamos; pero lo que no es correcto es que luego del hecho se continúe ejerciendo un cargo de conducción política, sabiendo que son tan vulnerables. El secreto de la honestidad pragmática nos lo señalaba un embajador cuando se dirige al Presidente de su país y le pide: “cámbieme urgente que están llegando a mi precio”. Cuál es nuestro precio, mejor no lo averigüemos.

Notas:
(*) Ver,
ovidioroca.wordpress.com: El rinoceronte (2009)
(*) Ver,
ovidioroca.wordpress.com : Crónicas de campaña plurinacional; ¿Qué será lo que quiere el pueblo?.



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