HILOS, TEJIDO Y MEANDROS DE LA HISTORIA
Ovidio Roca
Las cosas los eventos toman existencia,
ingresan a la historia, cuando son observados, nombrados y se les asigna por
escrito una posición en el tiempo y en el espacio. Las historias no se
desarrollan; se traman, se tejen y eventos que empiezan en lugares y en tiempos
diferentes se juntan en un único punto en el espacio-tiempo, y es el momento
perfecto para escribir cada historia.
En esta lógica, el nuevo mundo (nuevo
para los viajeros europeos y antiguo para sus habitantes) toma un nombre que no
es el de su descubridor, aquel de los desgarradores relatos de azarosos viajes
y de su enfermiza obsesión por el oro, sino el de Américo Vespucci, un amable
florentino explorador y cosmógrafo muy allegado a la familia Medici, juntamente
con su primo Marco Vespucci. Marco es esposo de la bella Simonetta Cattaneo Vespucci
a quien los Médicis habían proclamado "reina de la Belleza" y fuera elegida
por Boticelli como modelo para varios de sus famosos cuadros, entre ellos, El nacimiento
de Venus.
Es en los salones de la corte Florentina
de los Medici, uno de los más famosos de Europa, en los que se leen y comentan
las carta que Américo envía a Lorenzo
di Pierfrancesco de Médici y otras donde relata las maravillas de ese
nuevo mundo, de extraños y diversos paisajes, exuberante y exótica vegetación y
diversidad de fauna, así como de los fabulosos y espigados caribes y su
inveterada costumbre de comerse a sus vecinos.
En este escenario de arte, poder y belleza,
es donde la sociedad florentina y europea se entera y comenta del nuevo mundo;
de esas lejanas islas a las que llaman las tierras de Américo y que luego se
llamaría América y no Colon.
La historia se teje de diversas maneras
y se fabrican héroes a gusto y sabor, así en la Plaza principal de la ciudad de
Santa Cruz de la Sierra, vemos la estatua del argentino Ignacio Warnes, oficial
de los ejércitos de Buenos Aires y enviado a Santa Cruz como avanzada en esa
disputa con Lima por la hegemonía sobre estas alejadas regiones. Y extrañamente
no existe en Plaza o Parque alguno de esta ciudad, estatua del insigne cruceño
Francisco Javier de Aguilera, que defendía la autonomía de su pueblo invocando
el nombre de un rey lejano y sin poder. Como vemos nadie es profeta en su
tierra, dependemos de las tramas y escritos de la historia.
ovidioroca.wordpress.com
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