jueves, 9 de enero de 2014

HILOS, TEJIDO Y MEANDROS DE LA HISTORIA

HILOS, TEJIDO Y MEANDROS DE LA HISTORIA
Ovidio Roca

Las cosas los eventos toman existencia, ingresan a la historia, cuando son observados, nombrados y se les asigna por escrito una posición en el tiempo y en el espacio. Las historias no se desarrollan; se traman, se tejen y eventos que empiezan en lugares y en tiempos diferentes se juntan en un único punto en el espacio-tiempo, y es el momento perfecto para escribir cada historia.
En esta lógica, el nuevo mundo (nuevo para los viajeros europeos y antiguo para sus habitantes) toma un nombre que no es el de su descubridor, aquel de los desgarradores relatos de azarosos viajes y de su enfermiza obsesión por el oro, sino el de Américo Vespucci, un amable florentino explorador y cosmógrafo muy allegado a la familia Medici, juntamente con su primo Marco Vespucci. Marco es esposo de la bella Simonetta Cattaneo Vespucci a quien los Médicis habían proclamado "reina de la Belleza" y fuera elegida por Boticelli como modelo para varios de sus famosos cuadros, entre ellos, El nacimiento de Venus.
Es en los salones de la corte Florentina de los Medici, uno de los más famosos de Europa, en los que se leen y comentan las carta que Américo envía a Lorenzo di Pierfrancesco de Médici y otras donde relata las maravillas de ese nuevo mundo, de extraños y diversos paisajes, exuberante y exótica vegetación y diversidad de fauna, así como de los fabulosos y espigados caribes y su inveterada costumbre de comerse a sus vecinos. 
En este escenario de arte, poder y belleza, es donde la sociedad florentina y europea se entera y comenta del nuevo mundo; de esas lejanas islas a las que llaman las tierras de Américo y que luego se llamaría América y no Colon.
La historia se teje de diversas maneras y se fabrican héroes a gusto y sabor, así en la Plaza principal de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, vemos la estatua del argentino Ignacio Warnes, oficial de los ejércitos de Buenos Aires y  enviado a Santa Cruz como avanzada en esa disputa con Lima por la hegemonía sobre estas alejadas regiones. Y extrañamente no existe en Plaza o Parque alguno de esta ciudad, estatua del insigne cruceño Francisco Javier de Aguilera, que defendía la autonomía de su pueblo invocando el nombre de un rey lejano y sin poder. Como vemos nadie es profeta en su tierra, dependemos de las tramas y escritos de la historia.

ovidioroca.wordpress.com






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